José C. Serrano Cuevas.
La Organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) difundió los resultados de una investigación publicada en septiembre de este año que, varios líderes evangélicos cobran sueldos como funcionarios federales bajo la figura de Servidores de la Nación.
Es el caso de Josué Farela Pacheco, hijo de Arturo Farela Gutiérrez, líder fundador de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice), la cual agrupa a unas 7 mil iglesias evangélicas. Al decir de MCCI el junior recibe 73 mil pesos mensuales como coordinador regional de un programa a cargo de la Secretaría de Bienestar.
Además de Farela Pacheco, los evangélicos Roberto Vital Pineda y Ricardo Camarero Salcedo reciben mensualmente salarios que les permiten vivir sin penurias. El sueldo de los evangelistas mencionados se justifica por su activa participación en el reparto de la llamada «Cartilla Moral» en todo el país. Tras un acuerdo con el gobierno federal, Confraternice se comprometió a repartir el cuadernillo de 29 páginas como parte del plan del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para erradicar la violencia en el país.
Tras la revelación de MCCI, Arturo Farela Gutiérrez aseguró que su hijo fue invitado a participar en la Secretaría de Bienestar por su trayectoria de trabajo social en comunidades indígenas y zonas vulnerables del país. Algo similar (sin que el pastor lo reconozca) a lo que hicieron los pentecostales del Instituto Lingüístico de Verano en tierras chiapenecas: se le metieron, subrepticiamente, al obispo emérito Samuel Ruiz García.
En reuniones con AMLO y con la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, en Palacio Nacional, líderes evangélicos también realizaron gestiones para obtener beneficios fiscales y concesiones de radio y televisión. Esto con el propósito de difundir en el espectro radioeléctrico mensajes de adoctrinamiento para reclutar nuevos adeptos para su causa.
Actualmente, de forma acelerada y progresiva, las denominaciones evangélicas incrementan tenazmente su influencia en las esferas del poder político en México, a partir del crecimiento de su feligresía y de un pragmatismo sin rubor, para establecer alianzas a conveniencia. El neopentecostalismo se asienta sobre dos pilares: el territorial y el mediático.
En México, los evangélicos han encontrado nichos favorables para su tarea, acercándose al presidente de la República, quien es proclive a la toma de decisiones de corte autoritario (aunque intenta matizarlas), han influido para modificar la legislación en materia de asociaciones religiosas.
Los evangélicos han encontrado formas de comunicación a través de la música, los recitales, y se organizan en torno a grupos sociales con problemáticas fuertes, como la violencia doméstica o la drogadicción. El neopentecostalismo los «rescata», pero en los hechos crea otra forma de sumisión -como todas las religiones-.
Esto es, a todas luces, el avance de la industria de las iglesias evangélicas en México.