Profesor Evaristo Velasco Álvarez
… Y el corredero de los chamacos al notar que el garrotazo que se le asestó a la piñata, alcanzó a romperla y está tan herida que está chorreando dulces y colaciones, por lo que todos se avientan de panza al piso como si fuera una alberca, para coger el mayor número de dulces. Y el valiente atrevido que le rompió la panza a la piñata todavía está con los ojos vendados, pero al escuchar los gritos de los demás, también se lanza al piso y empieza a manotear para conseguir su montoncito de chicles, dulces, colaciones, natillas y tantas golosinas. Y al grito de “Yo no quiero oro, ni quiero plata; yo lo que quiero es romper la piñata”; el entusiasmo era cada vez mayor.
Esos años maravillosos y esos momentos mágicos que nos hicieron vibrar, esperamos que se puedan volver a repetir, pero en esta ocasión, … Ni oro ni plata, sino contar con la vacuna, y con ella la libertad… mientras tanto, angustias, desconsuelo, llantos y pesares por doquier; la pandemia nos ha golpeado despiadadamente, a tal grado que el miedo nos invade; el temor nos paraliza y nos sentimos rodeados por miles de bichos que irremisiblemente nos atacan.
Dormir con tranquilidad y soñar con cosas maravillosas; temer incluso el tener que levantarnos a media noche para ir al sanitario… Sentimos que los monstruos nos están acechando y creemos que nos van a contagiar saliendo de entre las sombras. Tememos comer las delicias que hace un año perseguíamos o de los tacos que hacíamos enormes colas para alcanzar algunos. Ya ni se diga de ir a los restaurantes; a los cines; a los teatros; a los parques de diversiones; y ya no podemos pensar en la posibilidad de las tradicionales posaditas.
Sin embargo, en todo este año (desde febrero a la fecha), hemos aprendido a convivir y a encontrar cosas importantes qué hacer en casa, y nos hemos enclaustrado lo más posible, enterándonos por la radio o la televisión o las redes sociales, de personas que conocemos; amigos y parientes que han sido víctimas del contagio y muy pocos son los que se han salvado. Y ahí, en el encierro, hemos aprendido a aquilatar los abrazos, los besos, las demostraciones tantas, de cariño; y hemos necesitado de calor de amistad, de afectos, de comprensión, de recibir una palabra de aliento…
Por eso decimos que no queremos oro, ni plata, ni romper la piñata; sino que ya esto se acabe y podamos volver a ser felices en la libertad, reírnos a carcajada abierta y echar gritos de júbilo y de algarabía infinita, esperando que pronto la vacunación nos dé la oportunidad de sentirnos nuevamente vivos. Queremos hacer ¡Que viva México!