Fernando Fuentes García.
Es tiempo de desterrar el régimen del silencio, ubicuo de las sociedades conservadoras y totalitarias, en las que aquel que se aventure a cuestionar el statu quo, generalmente es castigado, marginado o etiquetado. Los estudios demuestran que el silencio tiene un alto precio fisiológico en los individuos y sociedades, pues genera sentimientos de humillación, inseguridad, enojo pernicioso y resentimiento; lo que en consecuencia, mina las interacciones, limita la creatividad y el pensamiento crítico y genera una sociedad apática y “manipulable”.
Calladito te ves mejor, reza el dicho. En los grupos sociales se declara el silencio respecto de la opinión política, en especial de aquella que crea controversia, por temor se dice, al enfrentamiento y división; cuando en realidad el verdadero riesgo es el mismo silencio que empuja a los individuos a esconder debajo de la superficie las diferencias y pone en marcha la espiral destructiva que disgrega, limita la construcción de la unidad y abre el campo a la manipulación y a la corrupción.
Remplazar el régimen del silencio por la espiral virtuosa de la comunicación y libre expresión “exige” crear un clima en el que las personas valoren, acepten y entiendan la expresión de las diferencias; adopten la madurez que permita evitar el insulto y las descalificaciones y promuevan la libertad y la participación argumentada que haga a un lado el pensamiento único, la calumnia y la mentira impulsada por los bloques operativos de la llamada infodemia.
Pero sobre todo “exige” que todo individuo reconozca su principal responsabilidad como parte de una sociedad, la responsabilidad de estar bien informado sobre los acontecimientos políticos y si le es posible participar con un granito de arena, pues de ello depende de que nunca más nos gobiernen políticos trapaceros, granujas, corruptos y serviles de las empresas nacionales y multinacionales, como citaba Bertolt Brecht, el célebre dramaturgo y poeta alemán del siglo XX.
Más sin embargo, en este ejercicio contemporáneo de información, el receptor tiene que aprender a escuchar (la capacidad del individuo para poner atención y hacer a un lado el ruido y así mejorar su entendimiento) y a distinguir la desinformación (acción y efecto de procurar en los sujetos el desconocimiento o ignorancia de hechos contundentes y verificables) fruto de la globalización y del control oligárquico de los medios de comunicación que impulsa la manipulación de la información y la censura para garantizar la prevalencia de sus intereses.
El ejemplo más claro es la supresión que con tal de implantar “su verdad” le impusieron los medios de comunicación al Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su discurso del 5 de noviembre del 2020 y el día 6 de enero del 2021 durante el proceso constitucional de certificación de los comicios presidenciales. La expresión más clara de totalitarismo que define el orden político de esa nación. La democracia que nunca fue y que contundentemente nos recuerda el sociólogo y analista político, Marcos Roitman (https://www.jornada.com.mx/2021/01/08/opinion/013a1pol), el imperio en profunda decadencia espiritual y moral, cuya sociedad capitalista depredadora lo ha degradando todo, en palabras del profesor en filosofía publica de la Universidad de Harvard, Dr. Cornell West (https://youtu.be/jHW0Q0CPpqQ).
Lo anterior nos obliga a preguntarnos: ¿Cómo es posible tal sincronización y poder de veto? ¿Qué intereses están detrás? La respuesta se obtiene si se sigue el rastro del dinero y el análisis del empresario y youtuber de negocios Mr. Santos, Daniel Santos Córcoles, nos la clarifica (https://youtu.be/1nva_jmPrtg). Los grandes bancos trasnacionales que han formado “seis” poderosos conglomerados de gestión de activos que se han apoderado de los medios de comunicación y conformado un oligopolio de “ocho” corporaciones mediáticas (Walt Disney. ViacomCBS. AT&T. Netflix. Alphabet. Amazon.com. Twitter y Facebook) que controlan el flujo de la información a nivel mundial; una verdadera amenaza para las libertades de la humanidad.
Los titiriteros de los medios de comunicación y de la humanidad se revelan en una entrevista de la activista, investigadora y periodista Abby Martin al profesor en sociología política por la Universidad de Sonoma State, Peter Philiphs, por su sagaz libro Gigantes, la elite del poder global (https://youtu.be/ZUGh1Su7-ok). Tan solo un puñado de menos de 200 personas que conforman los consejos de administración de estas transnacionales de gestión de inversión, controlan el 90% de la riqueza global e imponen sus políticas neoliberales que impactan al mundo (globalización, privatización como mantra y saqueo) a través de las diversas instituciones como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y el Consejo del Atlántico.
La protección del capital global, es decir la defensa del sistema neoliberal que favorece a tan solo un 10% de la población mundial, es lo que está en juego ante la presión de un 90% de la población mundial que sobrevive con tan solo un 18% de la riqueza del mundo (Credite Suisse, 2019). De aquí que el control de las masas y de los Estados rebeldes, resulta determinante para esta elite. Para ello han confiscado la libertad de expresión y se han confabulado con la clase política estadounidense que desprecia la democracia para apoderarse del poder evidentemente de forma ilegítima y conformar un sistema oligárquico (totalitario) a su servicio (Thierry Meyssan, https://www.voltairenet.org/article211926.html).
Entre tanto en México el nivel de hipocresía y cinismo de la “mafia neoliberal” que usurpó el poder no tiene límites. La declarada prensa independiente, pero solo independiente hoy del poder del Estado, más no de la corrupta y oportunista clase política y de “una parte” de la oligarquía empresarial mexicana, a la que Marcos Roitman llama acólitos de Pinochet y detractores de la democracia (https://www.jornada.com.mx/2020/09/23/opinion/020a1pol), hoy se crece bajo el manto del poder supremo de los grades capitales globales que consolidan y evidencian su control mediático y en confabulación con la más abyecta clase política pretenden silenciar a todo aquel que no coincida con su verdad.
La muestra más antidemocrática del decadente sistema de corrupción que la mafia neoliberal desea mantener, es el vil ataque a la “libertad de expresión” que el Instituto Nacional Electoral (el órgano que se dice promotor de la democracia pero que nunca fue en la realidad) pretende dar amordazando al Presidente de la República en sus conferencias de prensa mañaneras con la falacia de que se trata de propaganda gubernamental. Es esta mafia neoliberal la que pretende también vendernos la idea de que estamos en un gobierno autoritario sin resultados, cuando de ese sendero el pueblo mexicano se ha logrado salir. Su retórica del comunismo es por demás ridícula e inocente, pues no consideran que el peso de los hechos y de la realidad, aplastan sus teorías de conspiración.
Los guardianes del neoliberalismo, esos que hoy se muestran en la alianza PRI-PAN-PRD junto al eje empresarial encabezado por el magnate Claudio X González y la Confederación Patronal de la República designado como “Sí por México”, son quienes configuran el comunismo en toda su esencia. Son ellos los que representan y aplican a conciencia los principios del sistema comunista. Quienes han buscado apropiarse de los medios de producción y de los bienes y servicios que son un derecho de la sociedad; no es por demás que el sistema neoliberal promovió la privatización como mantra y la eliminación de las funciones del estado como garante del bienestar. Lo que permitió concentrar el 82% del PIB del 2017 en tan solo un 1% de la población de México (Oxfam, 2018) y dejó sin oportunidad de desarrollo económico y social a más del 90% de la población, dejando a esta mayoría bajo la explotación del capital y en cierta medida dejando avanzar la esclavitud, por medio de la deuda pública y privada.
Es esta mafia la que se ha valido de la mentira, la demagogia, la represión, la simulación, el gatopardismo y el fraude electoral, para mantenerse en el poder. Una mafia que no tiene remordimiento, pues su afán de poder y dinero los ha transformado en antipatriotas, por no decir traidores al servicio de los intereses globales. Muestra de ello es la obstaculización intencional del desarrollo del campo y la tecnología, la entrega de nuestros recursos energéticos y la implantación del sistema de saqueo global que se llama terrorismo, el cual se puso en marcha a través de la “Iniciativa Mérida”, de operativos como “Rápido y Furioso”, la declaración de guerra contra el narcotráfico y la infiltración y actuación “sin restricción” de agentes extranjeros en territorio nacional a la que hoy, con gran patriotismo se le ha puesto un alto con la reforma a la Ley de Seguridad Nacional. No es un error o un hecho carente de importancia primero, las consignas de designar a los carteles del narcotráfico como células terroristas y segundo el que nuestra bandera haya sido izada al revés en el Campo Marte, durante la ceremonia 197 de su conmemoración.
Estamos pasando por momentos históricos en los que el mundo se encuentra al borde de variaciones radicales que impulsan un nuevo orden económico y político mundial. Es en este contexto que nuestro juicio sobre algunos de los acontecimientos políticos y económicos nacionales o internacionales, se deben de evaluar. Un ejemplo claro a considerar son los sucesos que atañen al caso del ex secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos Zepeda. Hoy más que nunca, nuestra nación y el mundo entero, requieren de nuestro compromiso de “escuchar” su acontecer, pues de nuestro nivel de conciencia y acción, depende el sendero por el cual caminaremos: el del interés de la humanidad y de los mexicanos o el del interés de los titiriteros.
Sobre el Autor
Fernando Fuentes Garcia es un escultor autodidacta especializado en el bronce, comprometido a transmitir la aportación única y vital del arte y la escultura a la sociedad y a contribuir a un mejor México. Convicción que ha ejercido publicando artículos y ensayos en el blog de ciencia y tecnología Reporte Ciencia UANL, en la Revista Levadura y El Periódico de Saltillo.