Fernando Rangel de León.
Hace alrededor de 18 años que nuestro buen amigo el periodista Raúl Amador Sifuentes, fundó en Torreón, con mucha visión, el semanario “Sin Censura”, de amplia circulación en la Laguna; y quién iba a pensar que ahora a partir del 6 de enero de 2021, el nombre de ese hebdomadario adquiriera una importancia mundial porque Twitter y Facebook, bloquearon las publicaciones al Presidente estadounidense Donald Trump, con motivo de los lamentables sucesos ocurridos en El Capitolio, en Washington, D.C.
Las razones por las cuales fue ese bloqueo, son discursos de odio y la incitación a la violencia, que le achacan a Trump, sin que hasta la fecha haya pruebas idóneas y fehacientes para acreditar su responsabilidad; pero eso será materia de un juicio ante las instancias legales; pues lo que ahorita importa de eso es saber si el hecho de sacar esos mensajes del presidente norteamericano de esas plataformas digitales, constituye o no una censura a la libertad de expresión, que es un derecho humano con el que nacen todas las mujeres y hombres; y la cual puede sentar un mal precedente para todos los que tienen que comunicar sus sentimientos y pensamientos a otros, por los medios de comunicación a su alcance.
La censura es un tema materia del derecho nacional e internacional, que está hecha ley en convenciones y tratados internacionales, firmados por México, y en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas ONU, en donde se ha reiterado que la censura no tiene más limites que la apología de la guerra, la discriminación, los discursos de odio y la incitación a la violencia.
La constitución mexicana garantiza la libre manifestación de las ideas, sin más límite que el “ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”; pues aunque la libertad de expresión es un derecho humano, no se puede ejercer arbitrariamente toda vez que violaría los derechos humanos de los otros; es decir, una cosa es la libertad y otra cosa es el libertinaje; toda vez que el derecho de uno llega hasta donde empieza el derecho del otro; por lo que la armonía de los derechos humanos de todos, entre todos, es la base de la paz.
Hasta ahorita el control de Twitter y Facebook, lo tienen empresarios particulares, y con lo que acaba de pasar con Trump, es necesario que la misma ONU y todos los países del mundo, empiecen a regular su uso mediante legislaciones que faculten a los estados su regulación; pues la humanidad no puede depender de los intereses y de los criterios de esos y otros consorcios privados que manejan las plataformas digitales.