Un pequeño cuento corto… El espinazo del diablo

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Evaristo Velasco Álvarez.

Eran apenas las tres de la mañana y ya no me podía dormir… Esos gritos desesperados de Manuel al querer alcanzar a Lucía y la desesperación pintada en los rostros de todos los que estábamos presenciando esa ya inminente desgracia de ver a la hermosa Lucía caer al precipicio nos aterraba y mantenía casi inmóviles y pendientes de apenas una cuerda.

Manuel era quien se encontraba al final de la cuerda, la que apenas pendía de un árbol, del único árbol que encontramos en ese escarpado lugar. Y es que Lucía, imprudentemente se soltó de la cuerda para preparar su cámara y poder tomar la fotografía que, según ella, sería de campeonato y le permitiría ganar el concurso que tanto esperábamos todos.

Yo ya no aguantaba la angustia y no podía conciliar el sueño… Ya habían transcurrido cuatro días desde que regresamos a casa y Todos: Ángel, Esperanza, Raúl, Manuel y yo no dijimos nada más que: ¡Cuánto lo siento!; Manuel estaba viviendo un infierno y temíamos que pudiera hacer algo de lo que se arrepintiera. Pero la verdad es que todos nos sentíamos culpables de alguna forma, porque si ella falleció y su cuerpo ni siquiera fue encontrado al fondo de aquel lugar del que no se veía el final, ella se entusiasmó demasiado y ninguno de nosotros previó el fatal accidente.

Hortensia, mamá de Lucía, era un puro sollozo y un mar de llanto; cuando salimos en la expedición, como una forma de premio por haber terminado la prepa, no quería que fuéramos, “porque presiento que algo malo va a suceder”; así que salimos con júbilo y con enormes ganas de divertirnos y volver más felices que nunca. Era un viaje al Espinazo del Diablo, como se conoce a ese lugar, que todos anhelábamos realizar.

¿Te imaginas? Bajar en rapel por el lado este y trepar por el lado oeste, guiados por Raúl, quien ya había ido y realizado toda la aventura y a quien le habían entregado un premio por su heroísmo y atrevimiento. Era alto, fuerte, atlético y el mejor amigo de Manuel, novio de Lucía, quienes dijeron de inmediato que sí querían ir. Y estaba el concurso de fotografía que la Universidad estaba promoviendo, con apoyo del Patronato de Desarrollo Deportivo, con un premio principal de $65,000.00 que decía Lucía que seguramente ganaría, así que todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos.

Raúl nos había ya advertido que no nos separáramos y que no intentáramos nada sin su supervisión, pero llegar al risco y amarrarnos de la cuerda mientras Raúl regresaba de preparar el siguiente paso, fue el descuido suficiente para provocar a Lucía y el resbalarse sin poder detenerse de nada y las angustiosas miradas de Manuel y de Lucía, cuando ella se precipitaba al vacío, es una terrible sensación que no me gustaría que a nadie le sucediera.

Cuando volví a ver el reloj, ya eran las 6 y era la hora de levantarse para bañarme y preparar mi desayuno. El grito de mamá que me recordaba que era tiempo de ir a la universidad a concretar la inscripción. Pero me aterraba volver a ver los rostros de mis amigos…