Nada que festejar

J. Jesús Santos González.
Después de la represión al movimiento estudiantil del 68, las universidades del país entraron en una etapa de valoración sobre los alcances democráticos de sus órganos de autoridad, en la que las Juntas de Gobierno, al depender de los gobiernos estatales y estos ser considerados apéndices e instrumentos del gobierno federal etiquetado como autoritario, antidemocrático y represor, sacaron la peor parte.

De esta manera, los ideales de libertad y democracia en la elección de sus autoridades surgidos en las universidades sudamericanas, con la autonomía como fin último, pronto llegaron a las universidades mexicanas de provincia, reclamando sus estudiantes frente al Estado, el derecho para elegir libremente a sus autoridades, y reorientar de paso los fines de dichas casas de estudios de compromiso con los sectores más desprotegidos de la sociedad.

A principios de 1971, el movimiento estudiantil universitario había tomado fuerza con la liberación de los primeros presos del 68, mientras la mayoría de sus principales dirigentes seguían desterrados en Chile. Sin embargo, el germen de la rebeldía e inconformidad que había suscitado el 68 en las universidades de provincia, empezó pronto a manifestarse. Así en Nuevo León los estudiantes de la universidad estatal se opusieron a la ley orgánica que trataba de imponer el gobernador Eduardo Elizondo, quien a final de cuentas ante el descontento estudiantil se vio obligado a renunciar, mientras que en la Universidad Autónoma de Nayarit, aunque por causas distintas, sus estudiantes ponían en serios aprietos a la administración del Gobierno Estatal.

Con tales antecedentes, en Coahuila dos años después, se empezaron a agitar las aguas cuando en Saltillo, la FESUC que aglutinaba a los estudiantes de las diferentes escuelas de la Universidad, bajo el liderazgo de Pablo Reyes Dávalos, Mario H. Arizpe, José Guadalupe Robledo Guerrero, Juan Sánchez Segovia y Carlos Fonseca entre otros,aprovechando el fin del rectorado del Dr. Arnoldo Villarreal Zertuche, al ser éste designado el 8 de marzo de 1973 como candidato del PRI a Diputado Federal por el Tercer Distrito Electoral, se declaraba lista para participar en la sucesión rectoral en ese entonces a cargo de la Junta de Gobierno, enarbolando la bandera de la autonomía, y postulando como su candidato al Lic. Armando Fuentes Aguirre, al tiempo que para ocupar dicho cargo, se mencionaban también los nombres del Dr. Felipe González Puente, así como de los licenciados Valeriano Valdés Valdés, Jorge Mario Cárdenas y Dávila Villavicencio, estos dos últimos apoyados por los grupos estudiantiles radicados en Torreón.

El día 15 de marzo de ese año, el Rector Villarreal Zertuche presentó su renuncia al cargo, al tiempo que la prensa local empezó a manejar el tema de la sucesión a la rectoría, destacando entre dichos comentarios, el de Don Antonio Estrada Salazar, decano del periodismo saltillense, quien como viejo lobo de mar, y con un colmillo retorcido por su larga trayectoria en los medios, aseguró al día siguiente en su columna “Muralla” del diario Independiente de esta ciudad: “la autonomía se ve venir en forma inminente. Este será el último Rector que elija la Junta de Gobierno”.

En los días posteriores, el ambiente estudiantil entró en plena efervescencia, como también la actividad de los citados candidatos que empezaron a hacer acto de presencia en las diferentes escuelas de la Universidad, destacando el efectuado el miércoles 21 en el Auditorio de la Escuela de Medicina de la ciudad de Torreón, en el que participaron el Lic. Armando Fuentes Aguirre y el Dr. Felipe González Puente, no así los Licenciados Jorge Mario Cárdenas y Valeriano Valdés Valdés, mismo que vino a definir y posicionar la existencia de dos candidatos con gran arraigo: por una parte, “Catón” apoyado por los de Saltillo, y por la otra, Jorge Mario Cárdenas por los de Torreón.

En tal ambiente de efervescencia, el sábado 24 de marzo, a las 10 de la mañana, la Junta de Gobierno inició su reunión a puerta cerrada para discutir el nombramiento del nuevo Rector, al tiempo que los líderes de la FESUC montaban guardia en la plaza de armas a la espera de dicha designación, lo que aconteció a las 14:00 horas cuando se informó que el “humo blanco” había recaído en favor del Lic. Jorge Mario Cárdenas, nombramiento que provocó de inmediato protestas airadas de los estudiantes y líderes de la FESUC, quienes convocaron a su plana mayor a una reunión urgente que se llevó a cabo a las 17:00 horas en el sótano de la Escuela de Ciencias Químicas, donde tras acalorada discusión, en protesta por la elección efectuada por la Junta de Gobierno, se decidió llevar a cabo a las 11 de la noche, la toma del edificio de Rectoría.

Lo que sucedió a partir de esa noche es historia, como también pertenecen a la historia los días posteriores a aquella jornada de 10 días que cimbraron la vida política del Estado, que concluyó el miércoles 4 de abril de 1973, al publicarse en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado No. 27, el decreto No. 335, aprobado un día anterior por el H. Congreso del Estado, mediante el cual el Gobernador del Estado, Ing. Eulalio Gutiérrez Treviño, en un acto de gran sensibilidad social, que lo sitúa como uno de los gobernantes más queridos y respetados y de grata memoria en la historia reciente de Coahuila, otorgó la autonomía a la Universidad del Estado, al instituir al Consejo Universitario como su máxima autoridad, con facultades para designar al Rector.

Más sin embargo, ese bello y quijotesco ideal de toda una generación, tuvo en la práctica una vida desgraciadamente efímera, al tener sólo vigencia con motivo de la elección el primer Rector después de la autonomía, que lo fue el Licenciado Melchor de los Santos Ordoñez, para después caer en desuso a partir del momento en que el entonces Gobernador del Estado, Oscar Flores Tapia, designó para tal cargo al Licenciado Oscar Villegas Rico, mecanismo que ha sido repetido por los demás y subsecuentes gobernantes en turno hasta el día de hoy, perdiéndose así la esencia del ideal democrático de la autonomía con el que soñó y luchó por su logro toda una generación como lo fue que los universitarios designaran efectivamente a sus autoridades sin ingerencia externa alguna, lo que al no ser así ha motivado que la autonomía sea una formalidad aniquilosada más del sistema universitario.

De ahí que en tal circunstancia, 35 años después de lograda en aquella primavera de gratos recuerdos, nada quede de ésta dignamente como para ser festejada.