Diciembre 2009
 
 
 
San Manuel
 
Rufino Rodríguez Garza.

Llegar a San Manuel, antiguo rancho ahora abandonado, es ponerse en contacto con la naturaleza, con la flora propia del semidesierto y observar aves, reptiles, y algunos mamíferos como ardillones, zorros, liebres, conejos, gato montés, etc., y los que se han alejado o extinguido como el berrendo, pero que los nativos dejaron plasmado en las rocas, las huellas y las astas. También en algunas ocasiones, muy contadas, se dejan ver venados cola blanca. De este mamífero hay muchas evidencias que nos indican su presencia desde tiempos ancestrales. Los chamanes, jefes o curanderos nos dejaron grabados y pinturas de este cérvido, cuando no es el asta o cornamenta, vemos grabadas sus huellas o pisadas, o en algunas ocaciones el venado completo.

 
     
  Para llegar a San Manuel hay que tomar la carretera 57 y antes del Arroyo de Patos dar vuelta hacia el Oriente, pasar el ejido Alto de Norias, la Hacienda El Capricho, la presa y llegar a los cerros Molinillo Picudo y Molinillo Mocho, y ya se verán las ruinas de San Manuel. Uno de estos cerros sirve de marco a la presa, pero en su lado oriente localizamos un sitio con pinturas y en la parte superior encontramos una buena cantidad de petroglifos, algunos son de llamar la atención como veremos más delante. En las partes planas del valle, que es atravesado por el Patos, se observan algunas parcelas donde se cultivan plantas forrajeras y maíz. Aquí también se cuentan por cientos las chimeneas o fogones donde los antiguos se calentaban en invierno o preparaban sus alimentos.

Entre los Molinillos hay un arroyo en el que se observan unos morteros fijos en donde las mujeres de los indios borrados, aprovechando los mezquites, hacían harina rica en proteinas y buena para la dieta de toda la tribu. En el frentón del Molinillo Picudo, en la parte media, se encuentra un abrigo rocoso que los nativos aprovecharon para dejar sus mensajes. Aquí por lo reducido del espacio, sólo podemos pensar en un sitio para celebrar algunos ritos o ceremonias religiosas para pedir por las lluvias y por la salud del grupo. Aquí podemos observar un dibujo en color rojo de un personaje hincado pidiendo por el éxito de las cacerías.
 
     
 
Lo más llamativo son los motivos en los que se usaron tres colores. A diferencia de otros sitios en que el rojo predomina o es el único color, aquí el blanco ocupa el 60% de los dibujos. Al decir de los especialistas este color se lograba moliendo dióxido de titanio, mineral difícil de conseguir; el negro, producto del carbón y el rojo usando minerales de fierro (Hematita) abundantes en la región y fáciles de conseguir.

En color rojo sólo dos motivos: una asta de venado y una línea quebrada doble como una greca. En color negro sólo tres motivo que corresponden a astas de venados cola blanca. En cambio en color blanco se observan más dibujos, unos abstractos y otros que representan venados, también cola blanca, usando las astas como motivo central.

Entre las figuras geométricas destacan las cuentas a base de pequeñas rayas. El color que más destaca es el rojo. El lugar agreste ha ayudado a que se conserven en buen estado.
 
 
     
  En la ladera se localizan petroglifos, algunos geométricos y abstractos y en otros se observan herramientas como navajas enmangadas y puntas de flechas finamente grabadas. También, sin que se repita en otros lugares del rumbo, una figura humana en posición horizontal a la que se le grabaron las costillas. Con seguridad se refiere a la muerte, a la que los antiguos pobladores guardaban un gran respeto.

Aquí no se han encontrado tumbas, las cuevas son inexistentes, sin embargo a los difuntos los enterraban en sitios arenosos o de terrenos suaves, pues no contaban con herramientas similares a una pala; luego de depositar el cuerpo, lo acompañaban con sus armas y sus utensilios de uso diario para el viaje en donde ellos suponían que había que cazar para sobrevivir. En Coahuila ha sido en las tumbas donde más se ha conocido la forma de vivir de nuestros antepasados. Son famosas la Cueva de La Paila y la cueva de La Candelaria, la primera en el municipio de Parras y la otra en el municipio de San Pedro. Éstas fueron debidamente estudiadas por arqueólogos del INAH en los años cincuentas del siglo pasado. En San Manuel está la rinconada en la que encontré la cornamenta de venado y que con toda seguridad narra la aparición del ser humano engendrado por uno de los animales sagrados: el venado.
 
     
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