Diciembre 2010

Una ciudad es...

Jesús Salas Jáuregui.
La ciudad no solamente es espacio físico inerte y sin ninguna relación con el ser humano que la habita, no es simplemente un lugar donde habitan personas que trabajan, satisfacen sus necesidades, comen duermen y crían a sus hijos, la ciudad también es espíritu, alma y cuerpo vivo que respira, es una subjetividad, un lugar vinculado a nuestros más íntimos afectos y sentimientos, la ciudad es una pasión por un espacio revestido de amor, de esperanza, de utopía, de deseos, es un estado de la conciencia que a cada rato nos recuerda que está ahí, que siente lo que hacemos o dejamos de hacer, porque todo le concierne y afecta, la ciudad es un cuerpo colectivo que se constituye en un nosotros, cuando dejamos de verla como una suma de edificios, calles y avenidas para comenzar a percibirla como “el vientre materno” que nos aloja, nos nutre y nos mantiene, pero también es un espacio para la creación y la recreación de la vida, es un espacio-memoria, es una memoria espacial, visual, sensorial, afectiva y fundamentalmente una memoria histórica que nos reconcilia con una identidad colectiva, dentro de la cual se sitúa la identidad personal.

La ciudad como hábitat natural del ser humano en la civilización contemporánea, exige la apertura de un debate que nos lleve a plantearnos, como problema central, la cuestión de la naturaleza y racionalidad del estilo de vida urbano ante el carácter demoledor de identidades colectivas e individuales que el proceso civilizatorio denominado globalización implica. La ciudad debe ser el espacio de resistencia a este proceso de homogenización social y cultural que significa la globalización a través del concepto de memoria colectiva y la estrategia de construcción de ciudadanía desde lo eco-cultural y convivencial.