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Diciembre 8, 2010
DICIEMBRE 2010, No. 261

La falsa historia de Tejas
(con J no con X)


Mario Alonso Prado Cabrera.
A fines de los noventas, tuve ocasión de entrevistar por Radio Nuevo León al actor ya retirado Carlos Baena, quién presentaba su libro “Los colorados de San Patricio”, sobre la historia del famoso batallón formado por irlandeses durante la intervención norteamericana.

Comentaba, y asi pude comprobarlo posteriormente al leer el texto, que los inicios de dicho grupo se originaron no a partir de la deserción de soldados del ejército de Zacarías Taylor, sino más atrás, a partir de la guerra de Tejas y los antecedentes que llevaron a la misma; fue entonces cuando conocí la realidad del embuste histórico que los esclavistas y especuladores de tierras gringos han propalado en todo el mundo como su verdad en un conflicto que no fue más que un robo descarado previo al mayor de 1848.
Una eficaz quinta columna de provocadores infiltrados entre gente que sólo quería tierras y escapar de la intolerancia inglesa y norteamericana, fueron suficientes para levantar con mentiras a los indígenas locales; y como señala Baena, exterminar a la gente leal a México que se habían agrupado en la población de San Patricio.

Sin embargo no fue suficiente para intimidar a los colonos que sentían como su casa y hermanos a los pobladores originales; por lo cual cuando llegó el ejército de Santa Anna, la mayoría rechazaron los llamados de Sam Houston y Esteban Austin, sobretodo tras ver cómo para tomar San Antonio no dudaron en disparar sobre mujeres, niños y ancianos inocentes a los que consideraban inferiores y despreciables por el color de su piel.

Posteriormente, manipularían las cifras de muertos y heridos en las batallas para mostrar que eran superiores a los mexicanos; a pesar de que la única batalla que ganaron fue contra reclutas bisoños a los cuales masacraron en San Jacinto, y a partir de entonces no volvieron a obtener un triunfo sobre nuestro ejército más que con el respaldo de Taylor en 1846. La expedición a Nuevo México y la batalla de Mier serían los mejores ejemplos de que los tejanos nunca pudieron invadir con éxito México más que con ayuda externa.

También manipularon los triunfos obtenidos en El Alamo, Llano del Perdido, Goliath por Santa Anna, con embustes como el de haber masacrado ciudadanos inocentes y luchadores de la libertad, cuando no eran más que filibusteros que no representaban a la mayoría de la población que sólo quería paz y tranquilidad, sino a los de la calaña que posteriormente intentarían invadir Baja California, Sonora y Centroamérica, los cuales tuvieron el mismo fin que los de 1836, ser fusilados como piratas.

La derrota de San Jacinto, la posterior del 48 y el trauma que provocó la amnesia de los mexicanos sobre ese periodo, hizo olvidar injustamente a decenas de héroes y brillantes triunfos que merecerían ser citados en la historia nacional, y provocó que los triunfadores arreglaran todo a su favor.

Nos tragamos la historia de El Alamo con John Wayne, y olvidamos a Adrian Woll que en 1843 recuperó San Antonio para el honor nacional a sangre y fuego, se nos vendió el mito de que Nuevo México se entregó en brazos de los gringos sin luchar cuando sin recursos y olvidados por el centro, rechazaron una invasión tejana aquel mismo año; y el sacrificio de los tamaulipecos al mando de Arista que acabaron con una horda de ladrones y asesinos que entre Laredo y Mier no dejaron un solo habitante vivo.
Los “luchadores de la libertad”, reflejados en un friso estilo griego homérico en Austin, luchaban por ser libres, pero para mantener esclavizados a los negros y mexicanos como señala el casi desconocido informe de la Comisión Pesquisidora de la Frontera Norte presentando en 1872 al gobierno de Lerdo de Tejada, además de haber exterminado a todos los indígenas comanches que siempre mostraron lealtad a México.

Finalmente tres detalles que ponen en evidencia a quienes siempre han buscado mostrarse ante la opinión pública mundial como honrados y justos personajes, como señala la citada Comisión prolijamente:

Primero: los grandes hatos de ganado con los cuales se construyeron los gigantescos ranchos tejanos, fueron producto del robo hasta 1870 de rebaños mexicanos en Tamaulipas y Coahuila.

Segundo: el petróleo que los volvió ricos hasta el clan Bush, salió de tierras robadas a propietarios legítimos, como recuerda José Vasconcelos en su biografía de Don Evaristo Madero.

Finalmente, el cacareado tamaño del estado que gustan de restregar en peliculas, libros, revistas y hasta caricaturas, es producto de la rapiña que cometieron con los coahuilenses, tamaulipecos y nuevo mexicanos, apropiándose de terrenos y poblaciones que nunca estuvieron dentro de sus límites, como El Paso y Laredo.

De esta forma, caen por tierra los mitos construidos a lo largo de más de ciento cincuenta años por un grupo de bandoleros y piratas que no sólo se robaron la mitad de Coahuila sino que siguen presumiéndolo descaradamente; ¿y los mexicanos?, bien gracias, seguimos yendo de shopping todos los fines de semana a Mcallen, que por cierto tiene ese nombre de un especulador gringo que les estafó y quitó sus ranchos a los dueños para construir su ciudad particular.

 
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