Coahuila recibe en forma brutal el impacto de las crisis. Sus principales ciudades perdieron la seguridad y la ruta ascendente del progreso. La calidad de vida de sus ciudadanos se deteriora cada día.
Lo que llama la atención es que la obra materia deslumbra mientras que las sombras se ciernen sobre la tranquilidad económica y la seguridad de las familias coahuilenses.
Si bien estas crisis tuvieron su origen fuera de la entidad. Las condiciones de nuestro estado fueron las más propicias para que nos afectaran profundamente. Mucho más que a muchas otras regiones del país.
Y por supuesto, tardaremos más en superarlas.
Esto nos ha dejado interesantes lecciones. La complejidad y dinamismo del mundo globalizado, no permiten descuidos, falta de visión, ni mucho menos incompetencias. Las consecuencias son monumentales. Y las paga la población.
De esta forma, cobran una relevancia especial los perfiles de quienes son y serán nuestros gobernantes. Y de manera decisiva, quienes lo acompañan y acompañarán en las tareas de gobernar, en los puestos clave.
Ya no basta con escoger a personajes con ciertas cualidades, es preciso que ellos se comprometan a nombrar funcionarios competentes para formar un gabinete de alto desempeño.
En el actual sexenio tenemos un gobernador que ha hecho una impresionante obra pública. La mayor en la historia de Coahuila. También ha contado con miles y miles de millones en sus presupuestos anuales.
Humberto ha trabajado mucho, eso es indudable. Sin embargo los resultados son disparejos. De grandes contrastes.
Por un lado vemos ciudades y comunidades con modernas vialidades y servicios básicos completos. Y por el otro, pérdida de competitividad, estancamiento, desempleo, recortes, paros, robos, secuestros, extorsiones y comandos de sicarios asesinando ciudadanos y periodistas en calles, centros comerciales y de diversión.
La explicación es muy sencilla, no basta el trabajo o la voluntad de hacer bien las cosas de un gobernante, es preciso que se cuente con un equipo capaz que lo respalde.
Lo mismo aplica para el gobernador que para los presidentes municipales.
El principio de Peter rige en la política. Y rige de manera implacable.
A medida que el actual sexenio gubernamental avanza a su fin, se va conformando el balance. Sin embargo, los graves problemas son atendidos actualmente por personajes de dudosa capacidad. O más bien de probada incapacidad.
El progreso y la seguridad en las ciudades se van perdiendo. Las excusas y el reparto de culpas son la esencia de la línea discursiva de los colaboradores clave del gobernador, y de los nuevos alcaldes.
A pesar de contar con presupuestos enormes y sin precedentes. El gobierno estatal vive sobresaltos financieros enormes. Se hacen mal los presupuestos, se retrasan los pagos de las obras públicas y proveedores, el Monedero de la Gente truena y no hay recursos para nuevas obras. Tal vez, ajuste sólo para terminar lo programado por Humberto. Javier Villarreal falló como secretario de Finanzas y puso en riesgo el brillante cierre de sexenio que Moreira merecía.
Jorge Alanís no trabajó, no construyó los nuevos clústers del Siglo XXI, no abonó a la competitividad, no mejoró la logística de los polos de desarrollo. Ahora padecemos desempleo, recortes, bajos salarios y oferta de mano de obra barata, exenciones fiscales y terrenos como atractivos principales para la inversión extranjera directa.
Jesús Torres Charles no creó policías confiables ni capaces y ahora nuestras calles y ciudades son tierra de nadie a merced de la delincuencia.
Los ex alcaldes José Angel Pérez, Ricardo Aguirre y Fernando de las Fuentes empinaron sus municipios. Los endeudaron, desmadraron sus finanzas y dejaron corporaciones policiacas incapaces de enfrentar las problemáticas actuales. Derrocharon los recursos en proyectos personales que también fracasaron.
Lo peor del caso es que ni Eduardo Olmos, ni Ramón Oceguera, ni Jericó Abramo han presentado proyectos con metas tangibles que abonen a la competitividad y a la seguridad de las principales ciudades de Coahuila. Lo más que se puede esperar de ellos es que le sigan el paso a las obras y programas de Humberto.
Es momento de analizar qué futuro queremos para Coahuila. Y sobre todo, encontrar cuáles personajes cuentan con la capacidad y la voluntad de hacer lo que se requiere. No sólo lo que se les ocurre.
Hay que encontrar no sólo al más capaz, sino al que cuente con los mejores colaboradores.
Los reciclables, los “milusos”, los “Juanitos” y los improvisados no podrán con el paquete. Ya lo vimos. No basta tener un buen gobernador si su equipo no responde. Ellos ya fallaron.
Todo el trabajo de su jefe queda en entredicho al cambiar las circunstancias, externas e internas. Los resultados son desbalanceados. De la brillantez a la penumbra.
Coahuila se ha rezagado y perdido impulso. No podemos ser una eterna sociedad de obreros. Debemos aspirar a construir una sociedad de clase media con trabajos de alto valor agregado.
Debemos superar la era de las maquilas y de la mano de barata. Hay que pasar de la manufactura a la mentefactura.
Requerimos una clase gobernante de alto nivel, que comprenda al mundo actual. Y sobre todo, que se fije metas de clase mundial. Metas que al cumplirlas nos inserten con ventaja en los mercados globales.
Ya se perfilan los aspirantes a suceder a Humberto. Lo cierto es que hay muy pocos nombres. Pero de ello escribiremos en otra entrega.