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Julio 20, 2010
Junio 2010, No. 255

Mariano Abasolo, el traidor

Mario Alonso Prado Cabrera.

Una de las calles más importantes de Saltillo lleva su nombre, el cual también ha bautizado municipios en Nuevo León, Guanajuato, Coahuila, Chiapas, Tamaulipas, incluso se ha inscrito con letras de oro en la Cámara de Diputados, y uno se pregunta, ¿Por qué otros personajes con menos pecados y errores han sido defenestrados y borrados de la historia oficial, y Mariano Abasolo que traicionó a los próceres de la independencia continúa ubicado en un privilegiado sitio que no le corresponde?.

Cierto que Abasolo fue uno de los primeros que apoyó a Hidalgo en sus planes desde las juntas de Querétaro, y posteriormente acompañó tanto a éste como a Allende y Aldama a lo largo de la insurrección desde Guanajuato hasta el desastre de Puente de Calderón y la retirada hacia el norte con el cargo de mariscal de campo aunque nunca participó en combate (en la toma de la Alhóndiga estaba tomando chocolate en casa de un amigo).

Sin embargo, tras la traición (ésta si mencionada con todas las letras) de Ignacio Elizondo, el antiguo insurgente (casado por cierto con una rica realista, Doña María Manuela Taboada) cambió su actitud ante la perspectiva de ser fusilado; aunque como señalaremos más adelante, desde Aculco y Puente de Calderón ya tenía pensado desertar.

Cabe aclarar que hasta entonces, y eso esta bien documentado, los jefes realistas ignoraban la categoría en importancia de algunos de los prisioneros, por lo cual posiblemente hubieran salvado la vida aunque reducidos a prisión o en el exilio.

Pero es señalado en el artículo biográfico publicado en el tomo 1 de la Enciclopedia de México en la página 5, tras de ser mandado a Monclova y luego a Chihuahua donde se ubicaba la intendencia de las provincias internas, durante el proceso ante el juez Ángel Abella se presentó cobardemente como víctima, dando múltiples detalles del movimiento, con lo cual condenó a muerte entre otros a José María Chico, secretario particular de Hidalgo, detenido junto a los otros insurgentes en Acatita de Baján.

Esto y la gran fortuna e influencia de su esposa sirvió para salvarlo pero se le condenó a prisión en Cádiz, donde murió encadenado en 1816.

Al respecto, el historiador Alejandro Villaseñor y Villaseñor en sus “Biografías de los héroes y caudillos de la independencia” (Imprenta El Tiempo de Victoriano Agueros. México. 1910) considera que en su actuación pudo influir su mujer, de entrada opositora al movimiento y la cual posiblemente convenció a Abasolo de actuar contra sus excorreligionarios para salvarse, haciendo el contraste con la mujer de Allende que siempre lo apoyó hasta el último momento y a la causa independentista, lo cual venía haciendo prácticamente desde que se casaron y éste comenzó por influencia del citado a concurrir a las reuniones de conjura; tan grande presión y diligencia hizo la esposa que a decir de Villaseñor, tras la derrota en Aculco ésta venía arreglando un indulto que Abasolo prácticamente ya portaba en Saltillo firmado por Calleja pero prefirió escapar al norte a esperar una resolución y esto provocó que cayera prisionero en Baján; sólo que para entonces su antiguo amigo así como Aldama y Jiménez ya lo miraban con desconfianza, llegando a pensar en su próxima huida por la presión conyugal.

“Su esposa quedó en Saltillo, pues Allende prohibió que siguiese al ejército y hasta que hablase con alguien por temor de que consiguiese la deserción de algunos insurgentes”, expresa en el texto el autor.

Hechos al fin prisioneros, no duda en afirmar que siendo el primer enjuiciado, Abasolo “Sólo trató de salvarse y no escatimó las acusaciones contra Allende y sobretodo contra Hidalgo”, callando que él mismo era conspirador desde 1806, llevando al cadalso con sus declaraciones además de Chico al doctor Castañeda “y otros que habían hasta entonces pasado inadvertidos a los jueces”, lo cual a la postre le salvó la vida más que las influencias que movió su esposa, pero lo llevó al castillo de Santa Catalina en Cádiz de donde nunca regresó a la Nueva España.

Afirma que desgraciadamente todo lo positivo que realizó en su momento y que para algunos lo hace acreedor a la categoría de héroe, no disculpa lo que hizo al final.

“La debilidad de carácter que Mariano Abasolo manifestó, dice un biógrafo suyo, puede atribuirse a su corta edad y a las influencias opuestas de Allende, que lo hizo entrar a la revolución, y de su esposa que lo inclinaba a abandonarla; más si esto disculpa un tanto su conducta, nunca lo vindica”, concluye Villaseñor.

Sin embargo la justicia histórica se cumplió tarde o temprano, a pesar de que se intentó en 1910 llevar sus restos a la Columna de la Independencia (dejando de lado a quienes sacrificó su infamia), jamás se encontraron; pero la ausencia de un juicio más riguroso que aclare la verdad sobre este personaje ha permitido que se le hayan dado reconocimientos que otros hombres y mujeres injustamente olvidados que dieron la vida por la libertad de México merecen mucho más que Mariano Abasolo.