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Agosto 2011
Edición No. 270
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San Vicente

Rufino Rodríguez Garza.

Con la idea de ir completando un catálogo de sitios con Arte Rupestre de Coahuila, emprendimos un apresurado recorrido por sitios arqueológicos ubicados en los municipios de Acuña, Villa Unión, Zaragoza, Cuatrociénegas y San Pedro de las Colonias.

El viaje no se completó por dos poderosas razones: los recursos se agotaron y por la lluvia. De cada sitio iremos construyendo notas, pues todos los lugares visitados son importantes y todos merecen cuidados, protección del vandalismo y sus respectivos comentarios y/o interpretaciones.

El norte de nuestro estado se caracteriza por lo abundante de sus pinturas y en algunos municipios como Cuatrociénegas y San Pedro de las Colonias por sus tumbas. En cambio el sureste de Coahuila destaca por sus petroglifos, pinturas y geoglifos. En el norte del estado son raros los grabados, no porque no los supieran hacer, sino por la dificultad de elaborarlos en la roca caliza y granítica propia de aquellas regiones, pues es imposible el grabado por la rugosidad y dureza de la piedra.

En cambio la geología ha permitido, en el norte, la presencia de cuevas, relices y abrigos rocosos que los nativos utilizaron como habitación, como tumbas y lo más importante, como sitios de eventos chamánicos, para efectos de curación, ritos propiciatorios como la lluvia, etc. Estos sitios especiales se convirtieron en centros ceremoniales, donde se ayudaron de pinturas y grabados, con el fin de de estar más cerca de sus dioses.

Ir al rancho San Vicente es acompañarse de permisos de los dueños, de las llaves para acceder a las puerta y falsetes y por supuesto, un guía que sea empleado de aquellos ranchos ganaderos, para poder llegar al lugar elegido con anticipación. Para el caso de San Vicente, el dueño, Donato Arizpe Cepeda, fue abordado por el investigador de Sabinas Luis García Moreno, para efectos del permiso y el préstamo de las respectivas llaves, y fue tan amable que hasta nos recomendó al guía: Félix Briones, vecino de Acuña y gran conocedor de aquellos agrestes lugares.

La propiedad donde se localiza la cueva con pinturas es de muchas hectáreas, de las cuales los incendios consumieron unas 6000, en los meses de mayo y junio de éste año, en el municipio de Zaragoza. El Sr. Arizpe Cepeda es un amante de los vestigios del pasado, por lo que no es fácil el acceso, ha estado al pendiente de la cueva para evitar el temido vandalismo y por lo que pudimos ver es mínimo. El incendio pasó a escasos 80 metros del altar de las pinturas.

Aquí son contadas las personas que han visitado el abrigo rocoso con las manifestaciones rupestres. Podemos mencionar al biólogo Arturo González junto con el fotógrafo Alfredo de Estefano, los Drs. Solveig Turpin y Herb Eling, el Ing. Carlos Cárdenas Farías, especialistas de National Geografic y otras personas interesadas en el Arte Rupestre. Con los incendios, pasó mucha gente a escasos metros de la cueva para abastecerse del agua para sofocar el fuego. A unos metros del refugio está un manantial que nunca se seca y que el ejército y el personal de diferentes secretarías utilizó para combatir el siniestro, pero nunca maltrataron las pinturas. En el caso de esta manifestación rupestre, el agua fue un factor importante, siempre se relaciona el arte rupestre con la cercanía del vital líquido.

Temprano, después de un ligero desayuno, nos encaminamos al sitio, la cueva de San Vicente. Caminamos por una resbaladiza vereda, enmarcada con helechos, nogales silvestres, madroños, cedros, gatuños, ocotillos y otras plantas propias del semidesierto coahuilense. Por la vereda baja la manguera que conduce el agua para las necesidades del rancho. Son más de 3 kilómetros de manguera y una de las ocupaciones de los vaqueros es estar revisando constantemente este conducto, porque los osos la muerden.

Desde la camioneta, al pie de la sierra, es caminar subiendo para llegar al sitio, fue cosa de una hora y dos paradas a descansar de la empinada cuesta. Llegar fue una delicia, primero por lo fresco del lugar (la tempera- tura subió a 40 grados), y segundo por la belleza de las pinturas. Uno se queda extasiado por la grandiosidad de esta obra de gigantes. Metros y metros de indescifrables figuras, unas pequeñas de unos 10 centímetros o chamanes de hasta dos metros de altura.

Los motivos a la altura de los ojos, luego más alto y por último hasta llegar al techo de la cueva. No se observan vestigios de escaleras o andamios pero con toda seguridad fueron usados, si no, no nos explicamos el tamaño de los dibujos y sobre todo los motivos pintados a 3 metros del piso. Aquí predominan las figura antropomórficas, casi siempre chamanes en diferentes actitudes. Otros quizás representan cazadores, pues se acompañan del atlatl o propulsor, lo que nos da una pista relativa a la antigüedad del sitio, el arco y la flecha son herramientas de cacería muy posteriores. Para los estudiosos, Solveig y Eling, la antigüedad supera los 3000 años, en que fueron pintadas.

Para el fotógrafo Miguel Ángel Reyna, “esto no tiene igual en el estado de Coahuila”. En cambio para el amigo e investigador Luis García Moreno, amante del arte rupestre del norte de México: “esto es muy semejante a las pinturas del rancho San Gerónimo del municipio de Múzquiz, pero grandiosas”. El guía, Félix Briones, conocedor de estos territorios alejados de toda civilización, lo dejaron pasmado y divertido al ver el entusiasmo con que nosotros admirábamos “los monos”. Prometió seguir explorando para localizar otros sitios que él cree están por descubrirse.

                     
                             
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