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Diciembre 2011
Edición No. 274
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moreiraRecuperar la confianza de los coahuilenses, prioridad del gobierno de Rubén Moreira

Jorge Arturo Estrada García.

Con ánimos de revancha. Lastimados y divididos. Indignados y recelosos. Con simpatía y azoro. La entrada de Rubén Moreira al Palacio Rosa y la estrepitosa caída de su hermano Humberto, causaron fuerte impacto en los diversos sectores sociales coahuilenses. Los dos personajes son las figuras más poderosas en la vida política de Coahuila.

Por ser hermanos y haber compartido el poder durante años, su destino político está muy ligado. Para Coahuila, Humberto es el pasado y Rubén es el presente y el futuro. Humberto tuvo su oportunidad y fracasó. La llegada de Rubén no fue una fiesta y existe pesimismo.

Es claro que no son iguales. Sus perfiles y trayectorias son muy diferentes.
Humberto fue el pilar fundamental para que Rubén llegara a la gubernatura de Coahuila. Sin embargo, ahora, el exgobernador es el principal lastre para que la administración de Rubén despegue. Los enconos y la megadeuda serán condiciones y limitantes que complicarán el desarrollo terso y brillante del nuevo gobierno. Existe un divorcio entre un amplio sector de la población y el grupo gobernante. Como hace muchos años no sucedía en la entidad. Se requiere recuperar la confianza.

Humberto tiene frente a sí una guerra política y judicial, por pelear. Serán meses desgastantes y fragorosos. Rubén tiene una responsabilidad con todos los coahuilenses, no sólo con los priístas. El hermano mayor deberá tomar una difícil decisión.

Enrique Peña Nieto tomó la decisión de deshacerse de Humberto Moreira. El candidato presidencial no estuvo dispuesto a pagar de precio del desgaste y desprestigio que el coahuilense aportaba a sus aspiraciones. No era su amigo, fueron colaboradores de conveniencia.

Así lo escribimos desde hace muchos meses. Los cabos sueltos que dejó en Coahuila Humberto lo hundieron. Sus colaboradores lo abandonaron y lo traicionaron. No lo cuidaron, no le blindaron la salida, y ahora es el símbolo del peor PRI.

A los personajes los conocemos y les asignamos un lugar en nuestra mente por sus acciones, y por las posiciones que adoptan ante los diversos temas que interesan o afectan a los ciudadanos. No por sus palabras o por su propaganda. Si sus palabras no coinciden con sus acciones, éstas pierden peso y se convierten en retórica y demagogia solamente.

Cuando un gobierno afecta a los ciudadanos, éstos reaccionan molestos. Cuando se les miente y engaña sistemáticamente se pierde la confianza. Y recuperar esta confianza es lo más difícil.

Así, el gobierno de Rubén Moreira deberá tomar una posición respecto a Humberto. Una posición que le permita sumar a los cientos de miles que están muy inconformes con la forma en que manejó los recursos públicos de Coahuila. De esta decisión dependerá la forma en que será percibido el nuevo gobernador.

Rubén es una persona de afectos. Sólo así se explican numerosos nombramientos y oportunidades a políticos y excompañeros con pésimos resultados y escasos merecimientos en sus trayectorias. Sólo así se explica la presencia de Fernando de las Fuentes, Noé Garza, Gregorio Pérez Mata, Jesús Torres Charles, Jorge Alanís y Miguel Riquelme, por poner algunos ejemplos.

Rubén hereda un estado estancado en su desarrollo. Una entidad inmersa en la inseguridad, la insolvencia, la corrupción, la opacidad, las falsificaciones, el fraude, el desorden financiero, el derroche, el desempleo y la baja calidad en la educación.

Seguramente el nuevo gobernador ya sabe ahora cómo se hicieron las cosas en el sexenio de su hermano. Sabe cómo se contrató la megadeuda a escondidas. Y cómo miles de millones se gastaron en asuntos ajenos a la inversión pública de Coahuila. Seguramente, ya tiene el conocimiento de los millones y millones que Javier Villarreal acarreaba en su maletín para repartir en donde Humberto indicaba.

También, Rubén hoy debe conocer de los negocios al amparo del poder que produjeron fortunas, mansiones, autos de lujo y vida de millonarios para los colaboradores de Humberto. Por otra parte, muchos coahuilenses piensan que el nuevo gobernador dejará sin castigo estas irregularidades y corrupción.

Rubén Moreira propone orden y austeridad; transparencia en el manejo de los recursos públicos, también expresa la necesidad de un nuevo Contrato Social y hasta una nueva constitución.

El nuevo gobierno esboza metas ambiciosas, programas y políticas públicas que lucen buenas en el papel, todo esto respaldado por acuciosos diagnósticos. Sin embargo, los ciudadanos permanecen indiferentes. La clase política de Coahuila está completamente desprestigiada. El moreirismo la desprestigió.

Al igual que Humberto, Rubén gobernará sin contrapesos. Él podrá cambiar todas las leyes que quiera. Los poderes legislativo y judicial están sometidos a él. Los organismos ciudadanos desaparecieron y sus empleados los dirigen. Los coahuilenses quedaron en calidad de observadores. Las medidas que anuncia quedan en retórica ante la sumisión de los diputados.

Ya fuimos testigos de cómo muchísimas leyes fueron cambiadas para perjudicar a los partidos opositores, para ganar elecciones y construir candidaturas, para estorbar la transparencia, para politizar los organismos ciudadanos y hasta para contratar más deuda sin que los coahuilenses sepamos para qué se usó.

Las leyes se modificaron para facilitar acciones a favor del grupo gobernante, y en perjuicio de los ciudadanos. Se convirtieron en un abuso.

También vimos cómo se crearon y se movilizaron enormes ejércitos electorales. Se inventaron promotores sociales que fueron asimilados a la estructura del gobierno. A través de ellos se bajaron programas sociales populistas y clientelares. En los hechos desapareció la línea entre el PRI y el gobierno.

Por qué habrían los coahuilenses de confiar ahora en el nuevo gobierno, si son casi los mismos los que están en el poder. Y son los beneficiarios de aquellos excesos.

Vimos durante seis años cómo los diputados y los alcaldes fueron movidos y removidos a voluntad de los Moreira.

Fuimos gobernados por improvisados. Irresponsablemente. Con base en ocurrencias. Sin visión, sin diagnósticos serios y acertados, sin capacidad y sin conocimientos. Los funcionarios nunca aprendieron sus encomiendas. Fueron cambiados a capricho a otras carteras, a candidaturas, a cargos en el PRI, todo ello en detrimento de la correcta operación de las dependencias y los programas. Los resultados están a la vista. Y los padecemos todos.

Las excusas, el engaño y la simulación fueron la constante del Gobierno de la Gente.

¿Por qué creer ahora, que las cosas serán diferentes? ¿Por los discursos, por las palabras bonitas, por las invitaciones a ser felices y a sonreír?

Sólo las posiciones y acciones que se adopten ante los temas que lastiman, indignan e importan a los ciudadanos abonarán a la confianza. Sólo entonces se sumarán al nuevo gobierno y sus proyectos.

El gobernador de Coahuila deberá decidir de qué lado está. Del lado de sus gobernados, o del lado de quienes falsificaron los documentos para contratar 35 mil millones de deuda a escondidas y se enriquecieron descaradamente. La credibilidad de su administración está en juego. Y apenas, estamos en los primeros días del Gobierno que Sonríe.

 
jjjeee_04@yahoo.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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