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Enero 15, 2011
ENERO 2011, No. 262

Centro Histórico: ¿Espacio para la especulación o rescate cultural?

Jesús Salas Jáuregui.
Usualmente cuando se habla de patrimonio cultural edificado, se piensa en cómo lograr su rescate y conservación, así mismo usualmente se atribuye su deterioro al hecho de que una buena parte de ese patrimonio ha sido utilizado por muchas generaciones como una vivienda colectiva para personas de escasos recursos.

Entonces las soluciones deben enfocarse a la problemática social que ahí subyace. Hasta ahora cuando bien nos va, los enfoque son técnicos, arquitectónicos y urbanos, pero con esta visión lo que realmente estamos conservando son las raíces del deterioro y la destrucción de nuestro acervo arquitectónico, ya que la pérdida de edificios se explica más en términos de la revaloración del suelo, que por cuestiones de tipo físico ambiental o incluso por el uso que se le ha dado.

Es de este modo, que el rescate y la conservación, se han convertido en mero recurso discursivo que sólo expresa la presión que el capital inmobiliario y comercial ejerce para así liberarse de obstáculos y legitimar operaciones urbanas, en las que el centro motor queda muy lejos de toda noble aspiración cultural.

Las intervenciones gubernamentales han sido muy superficiales y siempre han evadido el problema de la tenencia del suelo y de los inmuebles, se ha tratado de acciones que conllevan la valorización de ciertas áreas del centro histórico, y se ha descartado toda acción referida a la preservación de los modos de vida que allí se han dado.

El dinero público se utiliza para remozar algunos edificios de interés turístico que se convierten en museos o dependencias gubernamentales (Museo del Normalismo, Museo del Sarape, etc.), cerrar algunas calles, regenerar algunos pavimentos, algunas instalaciones hidráulicas, así como el alumbrado público, quitar algunas marquesinas que el funcionario en turno siente que perjudican la escenografía, instalar algunos cestos de basura en algunas calles, esto por supuesto no es inadecuado, pero no toca de ninguna manera la raíz del problema.

Su orientación tiene poco o nada que ver con las aspiraciones de la gente (que realmente al gobierno poco le interesan), lo hecho en un gobierno casi siempre es deshecho por el siguiente, lo que denota un gran desprecio por lo humano, se habla de la gente y en nombre de ella se practica la cirugía a la ciudad, pero es a la gente que padece y disfruta del espacio, a la que nunca se le consulta.

Lo que consideramos que está en juego es precisamente la elevación de la calidad de vida de la población, y vemos con tristeza que en la concepción gubernamental no está implicado este concepto, solamente apreciamos en el discurso la salvaguarda de intereses económicos y políticos que en ocasiones llegan a coincidir con algún rescate cultural.

El deterioro del patrimonio cultural cada vez se agudiza más, lo que muestra la prioridad que se le ha dado a la revaloración del suelo urbano, que va provocando la eliminación de actividades que no se consideran rentables, la vivienda para sectores de bajos recursos y los vendedores ambulantes, incluso están también en tela de juicio los criterios de rescate de algunas calles y edificios considerados símbolos arquitectónicos, pues sigue prevaleciendo la valoración del inmueble en términos financieros, por sobre los habitantes, dejando de lado el ser humano.

Por todo ello consideramos que: La recuperación del centro histórico debe hacerse con los habitantes de la ciudad, organizando redes de ciudadanos para la recuperación de la memoria histórica, dejando de lado la concepción museística del centro histórico, para que la gente se encuentre consigo misma y entre si, convirtiendo a este espacio que es patrimonio social, en un lugar para la recreación y el descanso, para la comunicación y la integración social.

 
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