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Enero 15, 2011
ENERO 2011, No. 262

Se fue el año patrio

David Guillén Patiño.

Más allá de las anécdotas que dejan las fiestas propias de esta época del año, queda en nuestra memoria colectiva el nostálgico recuerdo de las conmemoraciones relativas al bicentenario de la Independencia nacional y al centenario de la Revolución Mexicana.

En efecto, ya tenemos algo muy importante que contar a nuestros nietos acerca de la manera y circunstancias en que celebramos ambos hechos históricos, cosa que, sin duda, nos preguntarán.

Me veo a mí mismo describiendo el espectacular (y dispendioso) desfile “independentista” en la capital del país, y narrando la cruzada artística y cultural desarrollada en todo el territorio nacional, especialmente por el sector educativo, con motivo también de la guerra civil de hace un siglo.

Les hablaré del innecesario traslado y posterior exhibición, en el Palacio Nacional, de los restos mortuorios de los héroes de la Independencia, los cuales permanecían en el Castillo de Chapultepec, tras ser extraídos de la Columna del Ángel.

Por cierto, en el mausoleo del obelisco se encuentra la estatua del primer promotor y mártir de la Independencia de México, el irlandés de ascendencia judía Guillén de Lampart, quien constituyó, según ciertos investigadores, la principal fuente de inspiración del cura Miguel Hidalgo.

Este año debió haber servido, entre otras cosas, para reescribir nuestra historia, para profundizar en ella objetivamente, para limpiarla de prejuicios partidistas, para reforzar nuestra identidad y, sobre todo, para desmitificar a los héroes nacionales… pero no fue así.

Estamos como siempre: seguimos creyendo que el llamado “Padre de la Patria” fue el Moisés que liberó a su pueblo para llevarlo por el camino de la emancipación y de la justicia social. Obviamente, esos beneficios jamás han existido en nuestro país. No pasan de ser meros ideales.

Hoy México sigue subyugado, si bien no por la corona española, ni por medio del uso abierto de las armas, sí a través del llamado “imperialismo económico” estadounidense. Nuestro país carga al menos con dos descomunales yugos denominados “deuda externa” y “TLC de América del Norte”.

Como antaño, también es sabido que hoy la Unión Americana, no conforme con transculturizarnos, vuelve a armar y predisponer sutilmente a los mexicanos para desestabilizar al país y así poder vulnerarnos cuando lo desee. Altos mandos del Ejército Mexicano ya dieron la voz de alerta.

Por otra parte, hay quienes piensan que esta vez no se cumplió la “maldición de los diez”, es decir, 1810-1910-2010. Ciertamente, los dos anteriores lapsos o ciclos nos han significado vuelcos históricos que desgraciadamente han tenido como común denominador el derramamiento de sangre.

Sin lugar a dudas hoy se vuelve a cumplir el viejo refrán popular de que “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que los aguante”. La Revolución Mexicana no trajo a la sociedad lo que en el fondo se proponía, es decir, la igualdad. Prueba de ello es la insultante brecha entre ricos y pobres.

En general, vivimos prácticamente las mismas condiciones que originaron la lucha de 1910. La novedad es que la miseria detonó al crimen organizado y sus 30 mil víctimas mortales. Sí, la historia se sigue escribiendo, y con sangre. ¿Qué fue lo que en realidad celebramos en el 2010?

 
columna_palabrasmayores@hotmail.com