publicación Online Marzo 11, 2011
 
 
  ir a pagina principal regresar     
Edicion No. 264 , MARZO 2011
 
   

El desprecio por la cultura

José Luis Carrillo Hernández.

Sin duda uno de los problemas fundamentales del arte y la cultura es la vinculación que en poco o nada existe entre los elementos que la componen, es decir: creadores, instituciones, promoción o divulgación y público o consumidor.

A éste problema que parece simple habría que agregarle los propios de cada una de las partes, los cuales están íntimamente ligados; si funcionaran bien, dibujarían un círculo virtuoso, sin embargo el resultado es un círculo vicioso en el que las partes se han ensimismado y confrontado en su propia problemática, derivando en un desinterés y un desprecio general a los bienes y procesos culturales que en nuestro entorno tenemos y se generan.

Asomémonos un poco a los creadores y a las instituciones, luego nos ocuparemos de los otros dos:

Los primeros, los creadores, con una problemática propia que raya en lo trágico. En algunos por la modorra y la inacción, pero la mayor de las veces la insolvencia económica es el paradigma de los mismos. La oferta es muy baja, y eso ha generado que se peleen las pocas oportunidades en la burocracia, primero para asegurar un trabajo y luego para producir y proyectarse; sin embargo, el resultado es muy escalofriante: los “artistas” dejan de producir, se apropian de los espacios y empobrecen la oferta cultural, limitando e impidiendo, por consecuencia, la manifestación y promoción de los demás. Ésto ha provocado que muchos talentos de todos los niveles se queden en el camino, en otras labores que les permiten un sustento familiar, porque peor es pensar lo que les depara sin salario, sin seguridad social, sin escaparates, sin mercado, sin públicos, solos con su obra. ¡Hay que atreverse!

Ahora bien, a este caldito agreguémosle la problemática propia de las instituciones, que en sus tres niveles de gobierno hacen de la cultura un cuerpo desarticulado y repartido en sus partes, que no sabemos exactamente para qué sirve, pues no se ve proyecto ni coordinación alguna; al contrario, desligados de la realidad del segmento que les corresponde atender, procurar y promover bajo la premisa de la inclusión, en una convocatoria amplia que incentive la participación y generación de un verdadero movimiento cultural propio de nuestro tiempo y con ingredientes propios, que acrecente lo que somos y lo que tenemos.

Con tristeza, a veces con impotencia, los sectores y los creadores pensantes ven, como muchas veces sucede, que los liderazgos políticos tienen poco o nada que decir en estos temas, no proponen nada, sólo se apegan a un mero canón partidista llamado plataforma, un libreto de generalidades que no nos dicen nada, menos que genere compromisos. Los políticos poco ofertan en este tema, es su talón de Aquiles; son faltos de cultura, sólo simulan tenerla, simulan que les interesa. ¿Qué tan ciertas serán las proximas propuestas de nuestra clase política?

Nada qué sorprender. Los políticos no tienen mucho que decir, poco saben del impulso que la revolución le dio a la cultura y al arte, menos si son de derecha, desde entonces nada que valga la pena se ha hecho, sólo simulacros. Sin embargo, no restamos la posiblidad de un milagro ideológico y se nos descubra un líder político capaz, por ejemplo, de impedir la destrucción indiscriminada de los bienes culturales heredados de nuestros ancestros o bien producto de la historia, impedir que sean arrasados por motoconformadoras, destruyendo nuestras zonas arqueológicas ricas en petrograbados de cientos y miles de años; construcciones antiguas e históricas son derribadas ante nuestros ojos, y los tres niveles de gobiernos se culpan los unos a los otros o se pasan la pelotita cuando lo que se destruye es lo nuestro, nuestra identidad, lo poco que nos dejaron, lo que tanto se pondera en el discurso y en la práctica se soslaya, se desprecia para seguir deslumbrados por las cuentitas brillantes de los ajenos a nosotros, imponiéndolos como los modelos a seguir y depositando nuestros recursos en sus manos, lo más para ellos y lo menos para los de aquí.

El anquilosamiento de las políticas públicas es una herencia que la burocracia no quiere cambiar, la han conservado como un lugar generoso en donde los servidores públicos han encontrado un espacio muy acorde con sus necesidades políticas y económicas, manejando algunos grandes beneficios a discreción, nadie se ha atrevido a cambiar esta relación, nadie, ningún liderazgo ha sido capaz de plantear un gran proyecto que no sólo pondere lo que tenemos, sino que parta de la formación de nuestros niños, habría que depositar en las manos de las nuevas generaciones las herramientas de la cultura y del arte, haciéndolas suyas y con ello transformando a nuestra sociedad, pues no basta construir espacios para la cultura si no tenemos público y nada que ofrecer.

La tarea va más allá de lo que actualmente hacen los tres niveles de gobierno, pues se muestran como el reflejo del poco interés y el desprecio que las élites políticas, educativas y económicas sienten por la cultura, por corregir el analfabetismo funcional que parece que, más que querer cambiarlo, desean conservarlo así, en esa deplorable situación en que vivimos los creadores, los artistas y la cultura, en un Estado tan rico culturalmente como lo es Coahuila.

contacto@elperiodicodesaltillo.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino