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MAYO 2011
Edición No. 267
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La transculturización de los cholos

Fidencio Treviño Maldonado.

Desde la noche de los tiempos, el hombre se retrata en sus Dioses.    

Los modos, costumbres y tiempos imponen modas y formas en la cultura del comportamiento humano. Los pachucos allá en los años 50s, cuya imagen protagonizó muy bien “Tin Tan”, tal vez como una forma de protesta, como lo fueron aquellos Rebeldes sin causa, los hippies (hipis) y ahora otra cultura de los barrios, los llamados “cholos”, los rancholos, cultura heredada de la frontera norte, un híbrido entre el pachuco, vagos y ninis.

Nunca estan solos, son pandillas, gambas y cada grupo se diferencía en la mayoría de la veces en la forma de vestir, de actuar, de caminar, de escuchar música que sólo ellos entienden, y hasta un modo muy peculiar al hablar. Pantalones, shorts, camisas o playeras holgados, demasiado holgados de tres hasta cinco tallas superiores a su corpulencia, amén de las señales con las manos y sus dedos al saludar, inclusive gorra o pañuelo en la cabeza, mostrando cicatrices de batallas pasadas como trofeos, artes, tatuajes en dedos, y en el pecho u espalda la imagen de la Virgen de Guadalupe, presente el atavismo tribal y la religión pagana.

A finales de los 80s se tomaron como novedad los pantalones demasiados bombachos y hasta se anunciaba en algunas tiendas “Ropa para Cholos”. Tijuana, Juárez, Acuña, Nuevo Laredo, La Laguna, etc., también fueron escaparate de esta moda a la última y máxima expresión, con el afán de sobresalir e inclusive irritar a la misma sociedad, a la que con esa exageración pretendían rebelarse o se estaban rebelando. Pronto las colonias periféricas y rancherías o ejidos fueron cultivo fértil para que prosperaran los miembros adherentes a esta cultura.

Los Ángeles, California fue el iniciador de esta moda, la llamada Banda Azteca, Chicana, Raza, Mejica y sus filiales exigían a su miembros pasar pruebas, entre ellas estar delgado para que la ropa holgada pudiera ser notada. Usaron el graffitti como método de expresión, con la consabida molestia de los dueños de bardas y fincas. La formación de bandas es común, inclusive otorgándoles un sello especial a cada banda con una mujer que actua como matriarca (jefa de las mujeres ).

De pronto llega lo peor, la cultura de los cholos y rancholos sufre la metamorfosis que persiste hasta la fecha. Las bandas, gambas y gavillas con algún mote que proliferan en barrios y colonias con sus territorios y coordenadas marcadas, armados algunos con pistolas y fusiles de diferentes calibres y sostenidos por los grandes jefes de las mafias de la droga. Otras bandas sólo protagonizan pleitos de barrios, con palos, navajas e inclusive regresan a la edad prehistórica con piedras. La ociosidad como madre de todos los males y vicios es sin duda el detonate de estos grupos en que predominan los jóvenes, al grado de que se han infiltrado migrantes aun más terribles que los cholos, como son los kaibiles y los Maras Salvatruchas.

La descomposición de esta cultura chola es el uso común de las drogas más baratas: resistol 5000, thinner, alcohol y mariguana, pero con la afiliación a las mafias grandes en la actualidad está presente el consumo de cristal, cocaína, anfetaminas, chiva, soda y hasta morfina, y estos jóvenes ahora son usados como distribuidores, halcones y burreros. En el cholo, su moda y comportamiento tal vez sean una protesta que subyace en el pensamiento de los grupos marginados, dejando que su cultura raza perdedora y miseria acumulada por siglos y ahora atribulada, sea portadora de esa rebeldia, pues mientras que para ellos encarna la libertad, lo prohibido y el desorden, para la sociedad es el terror, el horror y el rechazo de esta moda contradictoria en donde no se excluye la agresividad.

Al cholo se le atribuyen virtudes artísticas poco comunes, y un ser mítico, híbrido (mexicoamericano) mal encaminado, desarraigado en su propio suelo, soslayado por el sistema, marginado por la sociedad; sin embargo para la mayoría es una figura rechazada, agresiva, escandalosa, inclusive algunos predicadores, cléricos y jefes de la iglesia consideran al cholo un pecador.

El cholo en si no afirma nada, no defiende nada, sólo carga consigo su voluntad a toda prueba de no ser nada, sólo justificado por la sinrazón, la irrealidad y su existencia como único testigo ante el rompimiento de la estructura social tangible, y hacer notar la figura y la moda que impone y tal vez también influya en ellos la forma de protestar y escapar de la “petrificación” que nos impone la moral conductista y aséptica que nos marcan a la débil sociedad de cómo vestir, qué y cómo comer, qué oir, qué ver, por quién votar, a dónde ir y qué comprar, inclusive etiquetar a nuestros hermanos por su color, vestido y presentación, y más cosas de nuestra muy endeble y común incapacidad de reflexionar y decidir.

Esta transculturación de muchos jóvenes y adolescentes aunque simples y modestas son una ventana más a esa resistencia a lo que impone la sociedad “civilizada”, y tal vez para los cholos sea sólo una pequeña y transitoria esperanza ligada también a nuestra actual pobreza existencial tan reiteradamente aplastada por las estructuras del sistema.

kinotre@hotmail.com
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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