Los creadores y la burocracia
José Luis Carrillo Hernández.
Abrir el diálogo involucrando a toda la sociedad en su conjunto, sería el principio de una verdadera propuesta de reforma cultural, definir la interlocución entre los distintos sectores es particularmente importante, pues de esto depende que los encuentros, análisis y propuestas sean verdaderas, no de simuladores con voces a modo que salgan de gargantas gastadas ya muy conocidas, y que son representativas de un selecto grupo de beneficiarios del presupuesto llamados por sí mismos promotores culturales, en otras palabras burócratas que por causas de politiquería, amiguismo y lisonja, y no por méritos, son a quien se les encarga la graciosa tarea de dirigir y aplicar los recursos que para la cultura y las artes se destinan del erario.
La convocatoria a participar en la creación de un proyecto cultural debe ser de amplio espectro, incluyendo todas la voces del concierto social hoy convulsionado por la violencia, la falta de oportunidades, la pobreza y la ignorancia que nosotros mismos permitimos por renunciar a los pocos elementos histórico-culturales heredados de nuestros ancestros inmediatos y los anteriores a estos. Hoy tenemos una juventud educada sólo para leer, escribir, contar y trabajar. Sin idea de la historia y carentes de identidad, sin entender los valores éticos y estéticos que van de la mano del espíritu humano que busca la felicidad.
Nuestra población tristemente no tiene las herramientas ni la destreza de la inteligencia y la razón, son sólo masas educadas para una sociedad de consumo que está al servicio de un mercado global, donde los patrones rebasan al estado mexicano y tienen a su servicio las instituciones nacionales administradas y dirigidas por la derecha panista y tecnócratas neoliberales del FMI disfrazados de priistas.
En estas condiciones pretender una verdadera propuesta cultural y transformadora de nuestra sociedad, no es ni debe ser por mera coyuntura electoral partidista, ni debe comenzar y terminar por escuchar y resolverles sus problemas inmediatos a los creadores, donde por cierto el estado tiene una deuda histórica.
Un proyecto cultural que transforme el estado desde su bases tiene que comenzar por la educación, por los niños, por los educandos, por los educadores y por los contenidos, por la reinserción de los talleres de artes y oficios que pongan en contacto a nuestros niños con el sentido de la belleza y la destreza, ligadas al civismo, a los valores y a la historia harán ciudadanos más íntegros e identificados entre sí y en sí mismos. Niños con más habilidades y un mayor control de su inteligencia emocional la cual invariablemente moldea nuestras respuestas ante los estímulos del medio ambiente.
El arte es una alternativa capaz de transformar sociedades, la nuestra está demandando una urgente intervención, pues de no ser así lo próximo será el caos, por lo pronto nuestra juventud ya se está matando y no se muestra con claridad el sentido de tantas miles de muertes. Es urgente recuperar espacios para la convivencia y expresión social, generando también oportunidades para los muchos desplazados que la aldea global a expulsado de su paraíso. En ese sentido los creadores están demandando oportunidades que les permitan enriquecer y vivir de su trabajo, y van desde lo básico hasta la profesionalización las demandas de capacitación de todos los sectores que tienen que ver con la cultura:
Los actores demandan una escuela de teatro; los artesanos requieren de un taller profesional de joyería como ya se tiene en Torreón; los artistas plásticos, músicos y poetas están solicitando la realización de cursos y talleres que les permita nutrir su trabajo y llevarlo a niveles de excelencia. Por otro lado ¿Qué pasa con el producto cultural de los creadores? ¿Dónde está su trabajo, su obra? ¿Quién la adquiere o admira? ¿Quién la escucha o lee? ¿Quién la divulga y promueve?
Para que el creador tenga la posibilidad vivir de su trabajo, si con los espacios, escenarios y recursos existentes sólo se beneficia a un reducido grupo de creadores cuyo mérito es ser amigo, pariente o canchanchán de alguno de tantos burócratas corruptos que los gobernantes se permiten, porque les endulzan los oídos. Así va la cadenita y no tenemos mercado ni público, porque lo que se hace no trasciende las paredes de la institución cultural. Una verdadera divulgación y promoción comenzaría por abrir y convocar a los encuentros de creadores en los espacios públicos, de tal manera que su trabajo pueda ser acercado a la gente, un ejemplo de ello sería un Corredor del Arte en el centro de la ciudad, para que los artistas plásticos puedan ofrecer su trabajo y ser admirado por la gente que por lo general no visita las galerías.
Otro ejemplo sería que a los músicos no se les cobre el sonido por presentarse en los festivales del Icocult por parte de funcionarios menores cuando no se les da recibo como ya le ha ocurrido a algunos grupos locales.
En pláticas entre creadores de distintas disciplinas, nos hemos dado la oportunidad de intercambiar ideas y puntos de vista, como garantizar y transparentar una adecuada redistribución y fiscalización en la aplicación de los recursos, permitiendo una mayor cobertura en la satisfacción de las necesidades de los creadores locales por sobre los creadores importados, o en su defecto que éstos no se desvíen en forma discrecional en actos de corrupción.
Otra demanda es el rescate y conservación del patrimonio arqueológico, paleontológico y arquitec- tónico, no podemos continuar en esa simulación de Centro Histórico con un reglamento inútil que el Alcalde no hace valer, y sólo seguimos viendo cómo nuestra arquitectura vernácula de bellas fachadas de ladrillo únicas en el país, son arrasadas y destruidas por la falta de un verdadero e eficaz instrumento jurídico que impida ya!, esta voraz y despiadada actitud de propietarios, constructoras e inmobiliarias que le niegan a la ciudad lo que otras como Monterrey con su barrio antiguo le envidian, bellas reminiscencias del pasado.
Ya agotamos lo más importante, y sólo fotografías de aquel Saltillo vemos. Qué poco valor le damos a lo que tenemos, es por esto que es importante que el gobernante sepa a quién pone al frente de estas tareas, pues el éxito de una empresa está en un líder calificado y sus operadores también, bien calificados.
Aunque un grupito propone ser ellos a través de un “Consejo Ciudadanizado de Dirección Rotatoria” quien administre y decida la aplicación de los recursos. Creemos que esto sería más efectivo y se evitaría mayor corrupción y manejos discrecionales, rotando continuamente a los que operan los recursos de cada entidad adminis- trativa, esto no se ha hecho anterior- mente, pero valdría la pena considerar la idea, seria muy saludable, daría más certeza y confianza a los involucrados en cualquier tarea, ya que gran cantidad de intereses se van tejiendo en torno a los personajes que deciden la dirección de los recursos.
La tarea no es fácil, y la definición por parte de los agentes políticos en torno a este tema y otros más despierta amplias expectativas en la gente de buena fe, que a sabiendas que un proceso electoral es la oportunidad de ser escuchado, saben también que atreverse a manifestarse es un riesgo que incomoda a algunos favorecidos por el silencio, impide el diálogo y el trabajo de los creadores.
Romper con estas inercias, cotos de poder y corrupción que los anquilo- sados burócratas construyen en su beneficio, para incorporar políticas y programas culturales que realmente tengan una acción transformadora en nuestra decadente sociedad.
Por ahora es la política la que tiene la última palabra, y es momento de honrarla y dignificarla con la verdad. Por eso esperamos de Rubén Moreira su defi- nición, ya que los azules ya se mostraron con su programa de más de treinta y cinco mil muertos en cinco años. |