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MAYO 2011
Edición No. 267
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El valle de las tortugas

José Flores Ventura.    

Pareciera que el nombre de este lugar evoque a una zona de pantanos con verdes exube- rantes en una cálida región tropical, pero no. Este nombre se lo dimos extraoficialmente mis compañeros Daniel Posada y el profesor Claudio De León a una zona desértica enmarcada entre pequeños lomeríos con abundan- cia de fósiles de dinosaurios, y en el valle entre otras muchas cosas hay tortugas marinas petrificadas de hace 72 millones de años.

En una larga veta de concreciones de siderita que marcan un sendero de restos fosilíferos esparcidos uniforme- mente se encuentran las tortugas; lo primero que sobresale son los caparazones con sus clásicas suturas superficiales que hacen unir los escudos individuales para formar el armazón completo; ocasionalmente saltan a la vista los cráneos en excelente estado de conservación, pero en otras sólo son restos esparcidos sin forma alguna.

El hallazgo parecía prometedor dada la perfecta conservación de cráneos encontrados por mis compañeros citados, ya que esto podría definir a nivel especie el tipo de tortuga aquí encontrada. Fue así que el doctor Brinkman del Museo Royal Tyrrell de Alberta Canadá escaneó los restos petrificados, y basándose en los elementos craneales y post craneales, permitió describir cinco años después del descubrimiento una nueva especie de tortuga marina para el mundo llamada Euclastes coahuilensis, y reconstruir el modo de alimentación que era basado en moluscos siendo su descendiente actual la tortuga verde que habita en los mares tropicales (Donald Brinkman y otros, 2009). Resultó que muchos de los restos de tortugas conocidas hasta ese entonces eran de esta especie, pero a falta de una pieza diagnóstica como resultó ser el cráneo, no se sabía siquiera del género a la cual pertenecían.

Otros dos tipos recientemente descritos de tortugas marinas pertenecen al género Toxochelys que sólo se conocía en el mar interior de los Estados Unidos en el Cretácico superior (Jorge Herrera y Rubén Rodríguez, 2010), esta era una tortuga muy robusta con pico óseo muy desarrollado y de aspecto diferente a la Euclastes. Otros restos están siendo estudiados o están en espera de estudio y seguramente en los años próximos el acervo de conocimientos sobre estos reptiles se verá enriquecido grandemente.

En una reconstrucción paleo ambiental según los restos asociados al hallazgo, la Euclastes coahuilensis habitó en ambientes marinos abiertos, con relativa calma, muy cerca de la plataforma costera y de los deltas de ríos provenientes del continente junto a los amonites llamados Sphenodiscus lobatus que alcanzaban a medir hasta un metro de diámetro, uno de los fósiles característicos de la región, además de peces, tiburones, mosasuarios e infinidad de moluscos de los cuales se alimentaban.

Este ambiente no prevaleció por mucho tiempo ya que el mar retrocedía formando lagunas con manglares y fauna terrestre como tortugas de agua dulce, cocodrilos y dinosaurios junto a una gran diversidad de plantas con frutos, todos ellos fosilizados en subsecuentes capas de roca al lugar descrito, hasta hace aproximadamente unos 70 millones de años donde el mar prevalece dejando cientos de metros de capas arcillosas y de arenisca, pero de nuevo el mar retrocede hacia los 65 millones de años, aunque la fauna rica y variada hasta ese entonces habitual en estos lares nunca más asomaría, ya que la extinción de los dinosaurios junto al 60% de la vida terrestre dejó para otras criaturas el dominio de Coahuila y del mundo.

                     
                             
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