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Edición No. 266 , MAYO 2011
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Crece la desesperanza

Salvador Hernández Vélez.

En pleno domingo de Resurrección conocimos la lamentable noticia del asesinato de Carlos Valdés Berlanga. Esta muerte mueve y conmueve a la sociedad lagunera y particularmente a la torreonense. Carlos era muy emprendedor, un empresario exitoso. Gente muy sencilla, como decía mi mamá “de esos que no le hacen mal a nadie”. Lo conocí en 1994 por su hermano Mario. La persona que me dio la noticia me comentaba con gran aflicción y un nudo en la garganta: ¿Por qué a él si era tan noble? La última vez que lo saludé fue hace dos semanas en un reconocido café en Saltillo, estaba muy contento compartiendo con unas personas.


Este crimen le echa leña al fuego de la desesperación y la indignación de los ciudadanos ante la falta de escrúpulos de los delincuentes. Al mismo tiempo exhibe la ineficacia de las estrategias, programas y esfuerzos gubernamentales que el Secretario de Gobernación Francisco Blake Mora nos expuso a los laguneros hace apenas un par de meses. Todavía la semana pasada Calderón recibió el reclamo de los empresarios: por qué no tenemos el apoyo de las fuerzas federales que desde hace meses se le han estado solicitando. El presidente eludió la respuesta frente a este fenómeno de la delincuencia.

Días después de su visita a Torreón en relación al brutal asesinato de Juan Francisco Sicilia y seis personas más en Morelos, Felipe Calderón fijó su posición sobre que estas protestas y reclamos había que dirigirlos hacía la criminalidad: “Hay que condenar a quien debe condenarse y decir ‘ya basta’ a los criminales, porque no podemos confundirnos: los que asesinan son ellos, son los criminales; los que matan jóvenes inocentes son los criminales, los que secuestran y asesinan migrantes son los criminales, los que tienen asoladas grandes partes de nuestra sociedad o de nuestro territorio es la delincuencia”.

Esta respuesta de Calderón exhibe más una actitud de enojo e impotencia, que una de jefe de gobierno, pues está claro que en los regímenes republicanos las autoridades de los tres niveles de gobierno deben ser las únicas que reciban las peticiones y las exigencias de los ciudadanos. Es el Estado el que tiene la fuerza para someter al orden a los que violenten
la ley.

Las muestras de solidaridad que ha recibido la familia Valdés Berlanga por tan lamentable pérdida, son a la vez actos espontáneos de los ciudadanos torreonenses frente a la desdicha ajena que sienten como propia, misma que se traduce en un reclamo a las autoridades por la situación de inseguridad que estamos padeciendo. En el caso del asesinato de Alejandro Martí, el periodista Jorge Zepeda Patterson, sostiene que las manifestaciones y las protestas fueron una especie de “referéndum contra la política de seguridad del gobierno de Calderón”.

Esto provocó de parte del ejecutivo y del legislativo federal un endurecimiento de las penas contra el secuestro y la apertura de consejos de participación ciudadana para la observación y medición de la inseguridad.

También este mismo periodista sostiene que la señora Isabel Miranda de Wallace “evidenció, mejor que cualquier diagnóstico, las fallas en los procedimientos y prácticas del Ministerio Público y policías. Más importante aún, constituyó el mejor estímulo para cientos de familiares que en todo el país obcecadamente persisten en buscar a los suyos o a sus victimarios” (El Universal, abril 10 2011, p. A17).

El poeta Javier Sicilia con su convocatoria y exigencia ciudadana ha evidenciado la escasa efectividad de la estrategia de combate a la delincuencia organizada y la actitud terca del ejecutivo federal para buscar nuevas opciones para terminar con la ola de violencia, incluso en su impotencia puso sobre la mesa un tema muy controvertido: pactar con los criminales. Sicilia, ha hecho que todos volvamos los ojos sobre el más duro y lamentable mal de México: la inseguridad pública, materializada en miles de muertes y una ola de violencia y miedo a lo largo y ancho del país.

El asesinato de Carlos Valdés Berlanga tal vez no sea más importante que las otras muertes que han acontecido en nuestra comarca. Cada una tiene su propia dimensión y su propia historia. Pero el dolor, la impotencia y la indignación del cobarde crimen de un ciudadano de bien han exaltado una vez más un estado de reclamo social más allá de identidades personales, sociales, ideológicas y partidistas y han hecho crecer la desesperanza en esta ruleta rusa que estamos viviendo.

jshvelez@hotmail.com
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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