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Octubre 2011
Edición No. 272
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El último Bosque

José Flores Ventura.

Las montañas del sur - este de Saltillo y Arteaga fueron dominios de bosques de pino y encino hoy casi exterminados por el fuego que a través de los años de “civilización” han eximido este, uno de los últimos reductos de un ecosistema, paradójicamente vital para el desarrollo humano. Sin embargo aún quedan algunos manchones escondidos en la Sierra de Zapalinamé, área protegida que busca  conservar el último gran bosque de Coahuila.

Uno de tantos pliegues de la serranía Madre Oriental se encuentra en la comunidad de los Encinitos hasta Cuauhtémoc, aun lado de la carretera federal hacia México con picos de 3000msnm y bosques poco perturbados bajo su manto verde oscuro se resguarda fauna típica y endémica como el oso americano, zorra gris, venado cola blanca, jabalí; la endémica cotorra serrana, el perrito de la pradera, algunos reptiles y muchas plantas que solo aquí crecen como el pinabete o abeto Douglas y el oyamel cenizo cuyos parientes más cercanos se hallan en Canadá. La razón de que exista un gran endemismo es precisamente la altura de las serranías que actúa como islas que por miles de años han aislado especies otrora comunes a Norteamérica durante la Era del hielo pero ahora han evolucionado de forma distinta a sus congéneres siendo baluartes de la fauna mexicana.

Hemos comprobado la existencia de las maravillas que se esconden bajo las copas los pinos: gran cantidad de aves migrantes o residentes en esta temporada visten multicolor el entorno haciendo eco en los farallones escarpados de las montañas con su alegre trino. Algunas mariposas temporalmente hallan santuario en recónditas estadías elevadas así como los reptiles se resguardan entre las rocas o foresta y los hay completamente arbóreos. En temporadas de lluvia las hierbas y demás plantas explotan en miles de tipos diferentes de flores y colores al pie de los pinos haciendo un espectáculo visual único que contrasta con la sombría textura de los troncos.

Sin embargo el aporte no solamente es la biodiversidad que posee; sobre las alturas de la sierra las nubes se juntan y condensan formando una gran masa gris que luego por las tardes de verano u otoño caen en lluvias torrenciales que avanzan hacia Saltillo por el este alimentando los valiosos acuíferos que mitigan la sed de los miles de pobladores de la región y aún hasta la de la metrópoli de Monterrey. Otro aporte importantísimo es la gran generación de oxigeno que limpia el humo de las actividades humanas y que refresca las tardes de otoño e invierno en la ciudad.

El mar verde del bosque hace juego con el azul profundo del cielo y el rojizo café de las parcelas tapiza el municipio de Arteaga, el nido de las nubes suspendidas, la región fría de Coahuila casi al borde del colapso por el descuido e ignorancia humana,  sobre las cenizas de las anteriores quemazones se ven los rebrotes tiernos de una esperanzadora nueva era de futuros bosques, en nuestras manos y más en nuestras mentes esta su crecimiento.

                         
                     
                             
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