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Septiembre 2011
Edición No. 271
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La democracia a la mexicana

Apolinar Rodríguez Rocha.

La vida en México, es igual en sus distintos roles sociales, que ocupamos como sujetos neutros o pasivos de la violencia. El origen del estado actual de violencia, que invade nuestro territorio, tiene decididamente origen político capitalista. México es un híbrido en su estructura; posee instituciones importadas y adoptadas de todas partes. Ausente de identidad nacional y originalidad; no existe un lineamiento, sino una multitud de lineamientos que siguen diversas teorías de políticas públicas; esto crea un ser horrendo, cual “Frankestein”.

La democracia: La participación de todos en las decisiones públicas, tiene en las instituciones adoptadas su peor enemigo, por tal no se vive en México una auténtica democracia, sino una farsa democrática o “democracia a la mexicana”.

Capitalismo y socialismo son dos corrientes manifiestamente opuestas; la alquimia mediante la cual se ha pretendido adoptar ambas en el medio social y cívico en México, crea un estado de caos. Los principios del capitalismo, establecen la regla de libre mercado, regida por la Ley de la Oferta y la Demanda; pugna por el individualismo, permite el enriquecimiento personal y la desigualdad económica.

En el Estado social el mercado se rige por principios de bienestar común, no permite el enriquecimiento personal, ni la desigualdad económica. Parece simple, más no lo es, cada una de estas teorías al ser adoptada como política pública, exige la adecuación normativa necesaria para la consecución de sus ideas y fines.

En el socialismo no existen delitos contra el patrimonio de las personas, porque no existe derecho al patrimonio personal. En el capitalismo por el contrario existen delitos que protegen al patrimonio de las personas. Muy similar hablemos de la sociedad conyugal y separación de bienes. El primero es un Estado absolutista y paternalista. El segundo un estado liberal no paternalista, sólo interviene en caso extremo. Algunos actos criminales, son comunes en ambos regímenes económicos.
En el capitalismo, la elección de representantes no es democrática, sino corporativa, se rige por intereses de grupos de poder y se equilibra entre ellos; en tal sentido influye al voto ciudadano, y no ve por el bien colectivo, sino por el mejoramiento o conservación de su propio estatus económico, y así vota, se elige y se es electo.

La democracia en un Estado socialista, debido a los valores altamente solidarios, que existe en esos pueblos, se elige tendiendo al bien colectivo, al mejoramiento general; eligiendo al más apto para manejar las finanzas colectivas, y que brinde un gobierno protector al pueblo; se exalta el sacrificio individual y de los derechos individuales en pro del conglomerado. Se estima el sacrificio propio en pro de la colectividad como un honor y no como sacrificio vano y es generalmente voluntario.

Hablemos de Leyes: las leyes socialistas tienden a la regulación y protección de la sociedad sin clases, ejerciendo una Justicia Legislativa que tiende a la equidad entre las personas, a la igualdad legal, económica, profesional, de oportunidades y evita la discriminación; esta igualdad se lleva también en las leyes procesales y en los procesos mismos, así como en la ejecución de las sentencias de los tribunales.

La sociedad capitalista por el contrario, tiene leyes que protegen al patrimonio, lo elevan al rango de bien jurídico protegido; fomentan la competencia económica, la desigualdad, el enriquecimiento personal, regula la estratificación de clases sociales y lo exalta como algo deseable -en su tiempo justificó el esclavismo- permite y fomenta los estereotipos de éxito asimilándolos al ser humano altamente consumista.

En México tenemos, sorpréndase, la primera constitución social del mundo. Somos un país socialista -ahora contaminado de capitalismo-. Nuestra constitución en sus garantías, ahora denominados derechos humanos, protege la igualdad, el reparto equitativo de la riqueza, el acceso a la educación, al trabajo, el reparto de las utilidades de las empresas, prohíbe la discriminación, enseña la dignidad humana, incita a la libre asociación, al derecho a la información, al voto, a ser elegible y elegido, a la gratuidad de la educación, a la salud, la vivienda, la justicia; el libre tránsito, la libertad individual, el servicio militar y cargos electorales, a la democracia, a la libertad de opinión, de prensa, etc.

En el proceso de democratización que todos esos principios significan, México se ha visto contaminado por el capitalismo que infecta a las instituciones, a los ciudadanos y a los políticos. La cultura capitalista ha sembrado en México el deseable “caos”, bajo el lema “a río revuelto ganancia de pescadores”, pero quiénes son los peces y quiénes los pescados. Auscultar la historia contemporánea, permite apreciar que el malinchismo impera, los políticos salidos del pueblo se convierten -al asumir los cargos de elección y puestos públicos- en auténticos lobos feroces, queven al pueblo como ovejas de las cuales alimentarse, como seres sacrificables a su mandato en sus derechos y a su antojo.

Esto ha generado dos estructuras sociales paralelas y opuestas: el sistema legítimo -Estado- se saturó en su estructura económica, y no permite -por nepotismo, corrupción o monopolio- la movilidad social; así surge una estructura social alterna de los excluidos -el crimen organizado-, clandestino al inicio, que se vale de la propia corrupción de las estructuras, impulsado también con fines capitalistas, que al cobrar fuerza reclama para sí la titularidad y el poder sobre el régimen capitalista establecido, exigiendo sumisión.

Y ese es el estado de la cuestión: La batalla es entre una y otra estructura que persigue la protección de prerrogativas entre los miembros de uno y otro bando. Los políticos están preocupados, porque en esta guerra está en riesgo su “hueso”, mientras para el ciudadano es su seguridad; lo que en realidad se pelea no es la paz, sino cuál de las dos estructuras gobierna a los mexicanos aun cuando para determinarlo mueran un gran número de personas.

Ambos bandos son de mexicanos, los políticos y los contrarios. La guerra es entre ellos, deberían ver con respeto al pueblo. Ahora legislan a posteriori para legitimar la guerra y las muertes

 
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