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Septiembre 2011
Edición No. 271
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Una reforma política insuficiente

Alejandro Robledo Flores.

Cuenta Eduardo Galeano una metáfora que describe la relación gobierno-sociedad. Relata que en una granja se preparaban para tener una gran cena. El manjar sería un pato. El pato fue llamado a la cocina en donde el cocinero le mostró una variedad de salsas y le dio a elegir con cual quería ser cocinado. Después de elegir una salsa el pato volvió al corral a despedirse de los demás animales, estaba muy contento, el cerdo y la vaca le preguntaron el por qué de su felicidad, a lo que el pato respondió: el cocinero me dio poder, elegí la salsa.

En México las cúpulas de los partidos son el cocinero de la metáfora, y la sociedad nos reflejamos en el pato, pues como él, sólo podemos elegir de una variedad de opciones y lo festejamos. Esa idea equivocada de democracia se ha arraigado en nuestro país, porque se piensa que a mayor cantidad de opciones donde elegir hay “más democracia”.

En este tenor, a últimas fechas se ha colocado en la agenda política de México la necesidad de un cambio sustancial del sistema democrático de nuestro país. Sobre el cambio que se propone, se ha originado un debate entre los sectores sociales que impulsan esa propuesta llamada Reforma Política que contempla, entre otras cosas el veto presidencial, la sustitución del Presidente, la iniciativa ciudadana y la consulta popular.

En esta reforma destacan dos puntos polémicos que han generando diferendos: las candidaturas independientes y la reelección legislativa. La polémica se ha centrado en cuestiones de formas como: financiamiento de candidaturas, la equidad, la rendición de cuentas de legisladores y las leyes accesorias sobre la reelección.

Los promotores de la reforma política han publicitado las candidaturas independientes y la reelección legislativa como un esquema de mayor participación ciudadana, una forma de “empoderar” a la sociedad, y para que los ciudadanos accedan al poder. La realidad es que la propuesta pretende reformar la superestructura del poder, dándole más poder.

Con el argumento de “reelegir o castigar” se promueve la reelección legislativa. Según sus promotores, obligaría a los legisladores a “rendir cuentas y a mejorar su desempeño”. Según esta idea, la reelección da el “poder” a los electores para no votar otra vez por el legislador que tuvo un mal desempeño, pero es ingenuo. ¿Cuántos legisladores lo han sido en varios periodos y siguen mostrando el atraso de nuestra “clase” política? Lo cierto es que la reelección ayudaría a que se perpetuaran en el poder algunos personajes impidiendo la movilidad política; algunos legisladores reforzarían sus lazos con grupos de interés, se fortalecerían las cúpulas partidistas al darles oportunidad de mantener por más tiempo su puesto.

En las circunstancias actuales del país, donde las decisiones las toman los grupos económicos y políticos, las candidaturas ciudadanas o independientes serían la apertura para que los empresarios financien a sus propios candidatos. Los medios de comunicación también podrán encumbrar sus candidatos “independientes”, así ya no tendrían que rentar partidos, como el PVEM, para tener telebancadas, y los “intelectuales orgánicos” podrían acceder al poder y a sus comodidades, algo que anhelan desde hace tiempo. Los jerarcas eclesiásticos, cumpliendo el requisito de no ejercer su ministerio algunos años, pueden ser candidatos sin tener que “mancharse” con las siglas de un partido. Mas aún, se le abren las puertas al crimen organizado para participar “legalmente” en procesos electorales. Pensar que las candidaturas independientes ciudadanizan la política es muy simplista.

Esta simplicidad se muestra en el razonamiento de que basta ponerle el apellido de “ciudadano” para exigir a nombre de toda la sociedad y hacer usufructo del poder. Con ello han querido limpiar su imagen algunos políticos, partidos y grupos de interés.

Una verdadera reforma debe ser planteada para ciudadanizar la política y socializar el poder. Un planteamiento básico es que se debe trasladar la acción política a la comunidad. La reforma que ahora se discute no contempla empoderar a los ciudadanos a través de leyes de participación y decisión, sólo fortalece el viejo esquema de elegir a quienes deciden por nosotros.

Actualmente uno de los temas urgentes es rehacer el tejido social. Para algunos, ese concepto sólo sirve para su retórica discursiva. Rehacer el tejido social se logra creando comunidad, y para lograrlo poco se propone desde el poder. Una forma de rehacerlo es legislar una reforma política que otorgue derechos a las comunidades y a sus habitantes, es decir, darle poder de decisión a los ciudadanos, promoviendo la organización comunitaria, en donde siempre habrá diálogo y debate. A través de estas organizaciones los ciudadanos decidirán sobre el presupuesto, sus necesidades y las obras comunitarias.

Poner los intereses electorales por encima de los comunitarios provoca que se coloque lo individual sobre lo colectivo; privilegia la pasividad de elegir por encima de la participación efectiva para alcanzar una ciudadanía plena.

La condición de ciudadanía plena requiere de la participación. Los individuos identificados entre sí y organizados deben tomar las decisiones para mejorar su entorno. La comunidad organizada influiría en los asuntos de Estado. La construcción de estas organizaciones y su goce pleno de derechos, es la forma en que se puede redefinir el rumbo del país, crear un contrapeso a los poderes establecidos y a los fácticos, y dar equilibrio a la vida política de México.

Se requiere de una reforma política profunda, la que ahora se promueve es insuficiente, pues sólo son nuevas reglas electorales para la estructura de partidos. El significado de democracia es el ejercicio del poder por parte del pueblo, y el derecho de éste a ser protagonista de su propia historia…

 
twitter: @alexrobledof
alexrobledof@hotmail.com
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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