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Septiembre 2011
Edición No. 271
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Humberto Moreira solo y desgastado

Jorge Arturo Estrada García.

El campeón está contra las cuerdas. Acorralado, el bravo fajador lanza volados al aire, tras recibir una andanada de golpes contundentes. Confundido y “tocado”, el norteño voltea a su esquina. Espera recibir una señal, un consejo, apoyo. Pero, está solo. Nadie está ahí para animarlo o para aportar una estrategia. La golpiza es enorme. Y el desenlace parece inminente.

¿Humberto Moreira está al borde del nocaut? ¿De qué lo bajen del ring y detengan la pelea? ¿O de que se recupere y finalmente gane? Como sea, quedará muy desgastado, severamente marcado.

En política las circunstancias mandan. En el poder, no hay amigos, sólo aliados, Y para escalar las cumbres, lo primero que se hace es deshacerse de los lastres, rumbo al asalto final. En ajedrez todas las piezas son prescindibles, menos el rey. Y sólo al rey es a quien se cuida.

Humberto, irrumpió en la escena nacional por sorpresa. Su estilo sacudió la escena nacional. Sus promotores lo llevaron con Enrique Peña Nieto. Lo presentaron como el perfil ideal para dirigir el Nuevo PRI que tratan de construir para arropar al gobernador mexiquense. Moreira es un indiscutible ganador electoral, y un gobernador bien calificado en su estado. También es carismático, un excelente comunicador y experimentado trabajador en las bases de su partido.

En suma, era la pieza ideal para ese puesto. Su extrovertida y sencilla personalidad contrasta con la acartonada de Peña Nieto. En teoría, su llegada completaba una dupla invencible para reconquistar Los Pinos.

Sabemos que Humberto es un hombre de acción y un político de mecha corta. No es un estratega ni un ideólogo. Tampoco es ordenado y calculador. Él es un personaje audaz que confía en la fortuna. Esa audacia y fortuna lo han llevado a las alturas en una no muy larga carrera.

Desde hace muchos meses escribimos que Humberto debería ser cuidadoso y bien administrado en sus movimientos en las Grandes Ligas. Que tenía madera para hacer carrera nacional. Que había que blindarlo. Sin embargo, sus colaboradores lo dejaron solo y además lo traicionaron. Egoístas y desleales, se dedicaron a engordar sus negocios personales y a quedar bien con Rubén Moreira.

No sólo no lo cuidaron, sino que además produjeron resultados de pésimos a mediocres, y llevaron a Coahuila a la inseguridad de alto rango y a la insolvencia escandalosa.

Lo que más ha pesado a Humberto son los derroches, las evidencias de corrupción, el mal manejo de la deuda, las trampas infantiles; y los episodios de inseguridad como las balaceras del estadio del Santos, las de las calles de Saltillo el día de su ascenso al PRI, los cientos de desaparecidos y la enorme violencia que abruma las calles de Coahuila, que se traduce en malestar de los ciudadanos hacia sus desprestigiadas autoridades y policías.

En unos cuantos meses, Humberto pasó de representar a una emergente nueva generación de políticos del PRI, encarnada por jóvenes exitosos; gobernadores mediáticos con buenas y ejemplares gestiones, ganadores, a símbolo del Viejo PRI, mañoso, oscuro, autoritario, inescrupuloso y hasta nepotista.

Sabemos que en política los amigos son de a mentiras y los enemigos de a de veras. Los que debieron cuidarlo y blindarlo eran sus “amigos” coahuilenses. Lo dejaron solo. Sus nuevos “amigos”, en el plano nacional, son políticos. Ellos, ni las manos meten por él. Para ellos es prescindible.

La suerte no lo ha abandonado. En medio de la refriega, por lo menos tres eventos de alto impacto nacional han servido de distractores: el pánico en el estadio del Santos, Las Ladies de Polanco y la muerte de 52 personas en un casino en Monterrey. Sin embargo, el tema de su deuda se ha colocado firme en la agenda política nacional. Quién sabe si esta vez la fortuna le alcance.

El Gobierno de la Gente se desmorona. Los problemas financieros lo agobian. No hay dinero. Los programas sociales, su orgullo y emblema, son cancelados. Es imposible seguirlos manteniendo. Se dan despidos masivos. La tropa de burócratas que llevaron a ganar las elecciones estatales del 2011 es obligada a firmar renuncias en blanco.

La inseguridad se apoderó de nuestras ciudades. En las escuelas y universidades se enseñan protocolos de sobrevivencia. La paz de las familias coahuilenses ya no existe.

Durante años se trató de esconder el monto de la deuda. La opacidad fue la regla. Durante el último año se quemaron más de tres mil millones de pesos, sólo en pagos de intereses, por deudas de corto plazo. Los ingresos anuales por tenencia en la entidad, 600 millones, sólo alcanzarían para pagar dos meses de intereses.

Las ejecuciones, balaceras, extorsiones, secuestros también fueron ocultados y siempre negados. Hasta que estruendosamente se hicieron siniestramente visibles. La Marina y el ejército tuvieron que llegar a ayudarnos.

Los problemas de insolvencia financiera se alargaron hasta pasar las elecciones, la sangría de recursos fue brutal. Las maniobras para obtener los créditos podrían llevar a procesos penales a varios funcionarios.

Coahuila es un estado muy dividido, polarizado. La contienda electoral fue muy cruenta. Rubén Moreira ganó con buena ventaja y sin dudas. De 3 a 2 fue la proporción de su victoria. Pero no fue fácil. Las heridas fueron profundas. No han sanado todavía. El sector que votó en contra el mayor de los Moreira es grande. Es un 40 por ciento que avanza hacia el 50.

La postguerra, por decirlo así, ha ido in crecendo. Cada golpe a Humberto sacude al Gobierno de la Gente. Y a la herencia que administrará Rubén, en lo político y en lo económico.

Las medidas que se implementan para corregir los embrollos que deja la administración saliente, lastiman la imagen de Humberto y desgastan al próximo gobernador. Dañan la imagen de Humberto en su momento de mayor vulnerabilidad.

El Gobierno de la Gente terminará envuelto en escándalos y zozobra. Es una lástima.

Rubén Moreira se desmarca, y promete orden y austeridad. El nuevo gobernador mueve sus piezas, hace ajustes, elabora planes y hace cuentas.

Rubén llegará al Palacio Rosa en medio de una potencial crisis financiera mundial de importantes proporciones. Coahuila es sumamente vulnerable a las turbulencias globales, por su perfil exportador y dependiente de las manufacturas.

Además, el servicio de la deuda será un pesado lastre que consumirá entre el 8 y el 10 por ciento del presupuesto anual, durante los seis años de su gobierno. Y así lo será durante 30 años.

La deuda de Coahuila es enorme. Es adecuada, sólo para las calificadoras y para los bancos, porque es pagable. 34 mil millones de pesos equivalen a un año de presupuesto del gobierno estatal.

Su monto limita la ejecución de macro obras estratégicas, como la infraestructura para la competitividad en la economía del Siglo 21, el metro, las terminales intermodales, los parques de tecnológicos con centros de investigación, innovación y desarrollo, las ciudades del conocimiento, las universidades y el sistema educativo de excelencia, el abatimiento de la brecha digital, la conectividad y las ciudades digitales.

Esos 34 mil millones se extrañarán para evolucionar. Nuevo León nos lleva ya 15 años de ventaja en la Sociedad del Conocimiento. El resto del mundo no nos va a esperar, desperdiciamos seis años. Se deteriora la calidad de vida y los ingresos de nuestra sociedad de obreros.

Estas nuevas circunstancias, deberían poner a reflexionar al nuevo gobernador. Sería oportuno que replanteara sus prioridades. Y sobre todo, que evaluara si sus amigos, ayudantes y excompañeros están a la altura de los retos de Coahuila para este nuevo sexenio.

Coahuila ya no aguanta resultados de regulares a malos. Ya no basta hablar de miles de millones gastados y de miles de beneficiarios o porcentajes de coberturas. Tampoco es tiempo de manipular cifras y maquillarlas. Se trata de dar saltos de calidad con estándares de Clase Mundial. Verificables.

Y de reconstruir la viabilidad de Coahuila para el futuro.

 
jjjeee_04@yahoo.com
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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