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Septiembre 2011
Edición No. 271
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Sin tregua

José María Mena Rentería.

In memoriam
Heriberto Domínguez Aguilera.

Elevar muros circundantes de casas habitación en todos los puntos del área conurbada de la Comarca Lagunera es actualmente actividad realizada -sin tregua- un día sí y otro también. Igualmente el reforzamiento de las puertas de acceso y ventanas de los hogares cuyos moradores optan por chapas y sistemas de alta seguridad.

Así pues, albañiles, herreros y cerrajeros no se dan abasto. Tienen continuadas órdenes de trabajo para la construcción de rejas, canceles y cuadrículas con el material más reforzado posible.

Tal “auge” provoca la inseguridad que actualmente deriva en la comisión de todo tipo de latrocinios entre los que destaca el robo a casas-habitación en colonias populares, residenciales o sectores de élite sin que a los amantes de lo ajeno les preocupe su ubicación.

Entre los “cacos” no faltan los que “aprovechan” las horas de calor más intenso; cuando calles y avenidas quedan desiertas, lapso que les permite no ser vistos cuando trepan, frente a la vía pública, a las azoteas, para introducirse a los domicilios y robar a placer, tal y como ha sucedido repetidamente en los alrededores de la Clínica No. 16 y Hospital 71 del Instituto Mexicano del Seguro Social, (IMSS), al parecer coto de caza de cucarachas de dos patas siempre, con la vista y zarpas puestas en lo ajeno.

Los afectados por el robo a casas habitación, o sea, la mayor parte, ya no se apoyan -ni de broma- en la policía. Al contrario; al igual que a los malandrines, la ciudadanía teme a sus agentes, de ahí que ilícitos como los mencionados no sean denunciados bajo la certeza de que hacerlo no resuelve nada, salvo engrosar los montones de las querellas que llegan a presentarse, pero sólo para quedar hacinadas y olvidadas en dependencias oficiales.

Así pues, el “trabajo” realizado por funcionarios públicos integrados -se supone- al rubro de seguridad pública, consiste en cobrar sueldos no devengados; en permanecer en el cargo -hasta la ignominia- con tal de “no vivir en el error”, y en mantener, a capa y espada, su atentatoria condición de lujo innecesario para los contribuyentes.
¿Nombres? ¿Para qué? La comunidad los conoce y reprueba de sobra.

 
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