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Enero 2011
Edición No. 275
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indios de norteamericaLos indios de Norteamérica (4)

Rubén Dávila Farías. 

Los últimos guerreros
Entre junio y julio de 1881 se realizó prácticamente la última de las grandes campañas contra los indios ordenada por el Gobierno Federal mexicano.

El mayor Blas María Flores escribió una detallada crónica de estas acciones en un manuscrito que pasó a la oscuridad en los archivos del General Bernardo Reyes, y rescatada muchos años después por su hijo don Alfonso Reyes.

Ese documento se encuentra ahora en la Capilla Alfonsina de la ciudad de Monterrey y cuando don Alfonso lo localizó había también un retrato a colores del Apache Arzate, sin embargo no se sabe dónde quedó esa foto ni si existen copias de la misma.

Gerónimo
Al morir Victorio y Arzate, Gerónimo se consolidó como último gran jefe de los apaches. Había luchado al lado de los otros grandes caudillos indios e igualmente era un gran estratega que dio serios golpes a mexicanos y estadounidenses.

Acompañado sólo por un puñado de guerreros, Gerónimo seguía asaltando y robando a ambos lados de la frontera. Este hombre guardaba en su ser un especial odio hacia los blancos porque en una incursión de las tropas estadounidenses mataron a su familia.

Esto originó que el último jefe apache desatara toda su furia contra los blancos ya fueran mexicanos o estadounidenses, y a pesar de su reducida tropa fue el causante de numerosas muertes en ambos lados del Río Bravo.

En abril de 1886 y acompañado de tan sólo 20 guerreros y 13 mujeres comenzó la última de sus grandes correrías. En esta ocasión, Sonora y Arizona conocieron de la furia de Gerónimo. Mató tantos gringos y mexicanos como pudo.

El gobierno mexicano o más bien los gobiernos locales trataron de capturar a Gerónimo, y el ejército de Estados Unidos destinó cinco mil hombres cuya labor prioritaria era la captura o aniquilación de los últimos guerreros apaches.

Ni esos cinco mil soldados yanquis ni los numerosos mexicanos pudieron encontrar a los guerreros que siempre escapaban luego de ataques relámpago.

Inclusive en 1884 Gerónimo se rindió al general estadounidense George F. Crook, pero al ver que no cumplían los ofrecimientos hacía su tribu escapó para continuar la guerra con mayor ferocidad porque lo engañaron nuevamente.

Finalmente no fueron los soldados mexicanos o norteamericanos los que encontraron a Gerónimo. Fueron exploradores apaches contratados los que permitieron a las tropas de los Estados Unidos cercar a los guerreros.

En septiembre de l886 y luego de nuevos ofrecimientos de paz por parte de los Estados Unidos que aseguraron a Gerónimo que se les permitiría permanecer en Arizona gozando de libertad y respetando sus costumbres, se rindieron al general Nelson Miles en el Cañón del Esqueleto, en Arizona.

Sin mayores trámites, Miles detuvo a Gerónimo y a menos de 30 personas que aún seguían a su lado. Acto seguido desarmó y encarceló a los exploradores apaches que lo ayudaron a encontrar y capturar a Gerónimo, y todos fueron enviados a Florida que sirvió de prisión al jefe indio y que sólo fue liberado ya viejo y regresado a Oklahoma donde murió en 1909, luego de pasar sus últimos años sirviendo de atractivo turístico y vendiendo su foto.

¿Y después de Gerónimo?
Los apaches broncos
La detención de Gerónimo, sin embargo, no acabó con los indios ni con su odio. Grupos diversos escaparon de las reservas o de los trenes que los conducían presos y se refugiaron en la Sierra Madre de donde bajaban para robar y asaltar ranchos, básicamente para poder sobrevivir. A estos se les llamó apaches broncos porque no pudieron amansarlos.

Y aunque parezca increíble fue hasta la década de 1930 cuando las autoridades de ambos países consideraron por terminado definitivamente el problema indio al asesinar a los famélicos restos de los otrora orgullosos e invencibles apaches.

En 1933, 450 kilómetros al sur de la frontera de Sonora y Arizona, vaqueros y hacendados se enfrentaron a un grupo de más de veinte indios a los que aniquilaron sin mayores problemas.

Este grupo que dio pelea hasta que cayó el último indio, estaba integrado casi en su totalidad por mujeres apaches porque hombres ya no había. Todos habían sido muertos o capturados. A esta matanza sólo sobrevivieron dos niños pequeños que fueron entregados en adopción a familias mexicanas de Sonora.

Y por último en el crudísimo invierno de 1935, rancheros de Arizona esperaron que los últimos indios bajaran de la sierra para conseguir alimento y sin más los aniquilaron. Este último grupo no pasaba de doce personas, igualmente en su mayoría mujeres y ancianos.

Así terminaron las llamadas guerras indias. Los nativos que sobrevivieron fueron confinados a reservas que aun prevalecen y en donde se asegura que existen descendientes de todos los grandes jefes, incluidos de los mestizos Victorio y Arzate.

De esta forma terminó la existencia como guerreros de grupos que durante siglos defendieron su tierra contra los invasores y que finalmente los Estados Unidos cuyos ancestros, de alguna forma u otra estuvieron vinculados a las guerras indias sucumbieron para ser parte de la historia y la leyenda que los mantiene vivos en la memoria colectiva de los hombres del norte de México y sur de los Estados Unidos.

 
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