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Enero 2011
Edición No. 275
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¿Cómo olvidar...?

Adolfo Olmedo Muñoz.

Me hallé recientemente una escena callejera que vació de pronto mi consciencia, mi alma, mi espíritu y sacudió mi corazón en un dilema que exprimió una lágrima, de esas que queman conforme recorren la mejilla mientras nos ahoga la desdicha con un nudo en la garganta.

Mi estúpido racionalismo aun influye en mi consciente y me dicta que debo contener mis sentimientos, pero francamente a veces no puedo ante un debate interno que lucha por sus prestatarios valores, el bien y el mal, lo bueno y lo malo, la verdad o la mentira, la bondad o la crueldad.

El móvil lo constituyó la prosopopeyica imagen de un muchacho de quizá catorce años. Un púber espigado, relativamente alto, de tez quemada no sólo por el sol o el frío, sino por la concentración de grasa y mugre, tierra y desperdicios de pírricos triunfos contra la endémica hambre.

Se encontraba apoyado en el antebrazo derecho asomándose a la ventanilla de un auto tripulado por supuestamente dos vigilantes de la casa de un recién sustituido alto funcionario de la administración estatal. Su andrajosa ropa, evidentemente regalada pues nada le era acorde a su talla. Dos pedazos de suelas raídas en su base y al frente, por donde se veían los dedos de los pies fingían como zapatos. Con un cepillo en una mano y un pedazo de trapo en la otra, suplicaba una oportunidad de servir a cambio de unas cuantas monedas que le ayudaran a sobrevivir, aunque sea de tan ignominiosa forma.

No era difícil hacer una historia de los escenarios de una vida fallida, quizá tanto o más que la de cualquier pequeño o joven de esos que han salido tanto en la televisión para mover el sentimentalismo de un pueblo miope, descerebrado y manipulado por los medios de comunicación, a beneficio tras bambalinas de las clases pudientes, que se dan baños de consciencia a través de “teletones” y otras jornadas, que constituyen paliativos oportunistas que disfrazan la lacerante desigualdad social que vive nuestro país, inmerso en un capitalismo salvaje de mercado, publicidad y espectáculo.

¿Qué fue en la niñez de ese impúber que lo llevó a esa condición? Los ricos le dirían “holgazán”, “mediocre”, “fracasado”, y hasta “peligro social”. Muy frecuentemente escuchamos a “humanitarios” ciudadanos a los que la vida les ha “sonreído”, lícita o la más de las veces ilícitamente, que se atreven a decir: “Yo no le doy dinero a esos flojos. Que se pongan a trabajar, que luchen por superarse; Deben retirarlos de las calles porque afean nuestra ciudad”. Además de muchas otras estupideces que son pretexto para cubrir su verdadera pobreza, la del espíritu, de desdichados mediocres que lo único que tienen es dinero, que exhiben para poder cubrir, muy frecuentemente, el pasado de corrupción del origen real de “sus” capitales.

Los enfermos y discapacitados que dan motivo al teletón tienen “padrinos” dentro del poder privado y los privilegiados medios de comunicación. Los pobres, seguramente no tienen ni madre, aunque si muchos perros que les ladren.

¿Cuándo van a hacer un “teletón” para acabar con la pobreza que produce diez veces más “enfermos” sociales; células de un cáncer tan doloroso como el que han padecido muchos de nuestros seres queridos en lo individual. El cáncer social de la pobreza.

Cáncer que el precandidato panista Ernesto Cordero niega que exista para luego afirmar que una familia mexicana puede vivir con “tepalcates” y que por el contrario, se ufana de que contamos con más de 142 mil millones de dólares como reservas internacionales de dólares, “para soportar cualquier desestabilización en los mercados internacionales”.

¿Cómo olvidar que tenemos reservas internacionales por más de 142 millones de dólares, pero se desconoce con cuánto vive una familia mexicana?

¿Cómo olvidar que se dilapidaron más de mil millones de pesos en un “monumento a la estulticia, mientras se sataniza a un Estado porque se endrogó en aras del progreso?

¿Cómo olvidar los miles de asesinatos, producto de un guerra nacida para perder merced a la ineficiencia, la improvisación, el oportunismo y la falta de capacidad político-social de un partido que no surgió de las grandes masas sociales?



Se ufana también de la solvencia de una economía “sana” pero no dice que se basa en la tremenda y vergonzosa desigualdad, y la inequitativa carga tributaria que nos obliga hoy a pagar el 100 por ciento más que en el sexenio pasado, como tampoco hace mención a la “megatónica” alza de los precios internacionales del petróleo que en las administraciones anteriores al 2000, se pagaba a alrededor de 14 dólares el barril y hoy se vende a más de cien dólares por barril. Aumento de más de un ochocientos por ciento, que contrasta con los miserables aumentos de, si acaso, un promedio del cinco por ciento a los salarios de los trabajadores en los últimos diez años.

Se trata de una burla no sólo a la inteligencia de los mexicanos, sino a su dignidad, pues bien pueden valorar el alud publicitario y los ardides mediáticos para trampear a candidatos opositores, con sucias zancadillas “seudo culturales”.

No se trata de defender a ninguno en particular, pues creo que nadie ignora el número de millones de mexicanos que no leen más de un libro al año (si bien va). Creo que hay preguntas y planteamientos de mucho más valor humanístico, social y político que la banal “ocurrencia” de algún obtuso “periodista” aleccionado como “corderito”

Por otra parte, amenazan mucho con lo que yo considero un “petate del muerto”, el desplome de la popularidad del priísta Enrique Peña Nieto por supuesto “contagio” del “desprestigio” del coahuilense Humberto Moreira y su “desfalco despilfarrador”.

De nueva cuenta, sin tratar de hacer una defensa oficiosa, creo que vale la pena decir que no es tan idiota el pueblo como para no ver que el estiércol que tiran esos panistas es para cubrir sus propias cochinadas y más aun, su mediocridad, pues como ex secretario de Hacienda, debió conocer el tal corderito, la complicidad de sus funcionarios que facilitaron préstamos, no sin ton ni son, pues nadie da nada a cambio de nada…

A Coahuila le interesaba crecer y crecer de una manera acelerada, moderna para ser más competitiva, no sólo en lo político, sino en el concierto económico de la nación y como fuente o destino de espacios propios para la inversión nacional o extranjera, y si para ello había que pedir crédito, se ejerció en la medida que las autoridades federales dieron facilidades.

En cambio, el “borreguito de peluche” de Calderón, tuerce la vista (a la mejor por eso se ve así) en ese caso de mega corrupción donde se hallan coludidos ratones de alcantarilla infiltrados en PEMEX; guarda un silencio, que, se lo adelantamos, le será lapidario a la hora de hacer selecciones políticas, tal vez no en el proceso interno panista pues ahí se tejen otras artimañas.

Finalmente, yo creo que todos quisiéramos olvidar este sexenio de terror; de descuartizados, de decapitados, de secuestros y desapariciones, de matanzas y entierros clandestinos, de abuso y relajamiento moral.

No será fácil recomponer el rumbo. Por fortuna se abre una pequeña luz de esperanza con la elección de tres destacados y comprometidos luchadores sociales, como los consejeros con que se da el pleno del Consejo General del Instituto Federal Electoral, que habrá de arbitrar la próxima elección presidencial, crucial en el devenir de nuestro país.

Tres mentes privilegiadas en el conocimiento de las ciencias sociales, al cual más, brillante. Pero cuya mayor coincidencia es su objetividad científica, y su sanidad moral como para garantizar una objetividad responsable de la tarea que se les encomienda.

Sergio García Ramírez, Lorenzo Córdova Vianello y María Marván Laborde cuyas filiaciones: priísta, perredista y panista no ocultan y que dignamente en cambio blanden como significativa de su ideario político-social.

Los tres merecen respeto, pero tuve el privilegio de conocer personalmente a ese estimabilísimo ser, humano y profesional, don Sergio García Ramírez cuando fue Procurador General de la República, puedo sentir la confianza que merecerá la función del IFE en el resultado de las elecciones presidenciales que se desahogarán este año.

A pesar del supuesto riesgoso de la presencia de la llamada “delincuencia organizada” (coincido con la sarcástica pregunta de: ¿habrá una delincuencia desorganizada?) y de que tal hecho ha servido ya para que esos “corderitos” incrustados en los medios de comunicación hayan comenzado a esgrimir, sobre el “peligro” de una complacencia del crimen organizado por parte de quien fuera Procurador de Justicia durante un sexenio donde se elevaron los índices delictivos.

A manera de otra oficiosa intervención de mi parte, destacaría para esos “periodistas” precisamente el valor de Sergio García Ramírez, como esas aves que cruzan el pantano y no manchan su plumaje, le tocó convivir con la creciente mafia que al amparo de una policía absolutamente corrompida bajo la égida de aquel “Negro Durazo” al que en el Estado de California, en los Estados Unidos… le dieron alguna vez un “doctorado honoris causa”.

García Ramírez, quien venía del Estado de México con la innovadora tesis (demasiado avanzada para entonces, e incluso hoy día) de las cárceles sin rejas. Con todo un respaldo de investigación científica como experto de las ciencias penales, sabía y sabe, cómo, cuándo y dónde, combatir a la delincuencia, así como prevenir sus nefandas acciones.

Sobrevivió limpio entre la cloaca policiaca y política que iniciaba el proceso de corrupción que provocó el tropiezo del PRI luego del cobarde asesinato de Luis Donaldo Colossio.

Don Sergio conoce las entrañas de la historia, negra y también la blanca de su partido, pero siempre ha estado del lado del humanismo y del sano y prudente ejercicio de la función pública.

Los tres designados son valiosos, pero el maestro García Ramírez, puede usted asegurarlo desde ya, será el fiel de la balanza en la honorabilidad de las actuaciones del IFE. Ojala se cuide con el celo que merece, la integridad física y moral de todos los integrantes del Consejo General del IFE.

 
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