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Febrero 2011
Edición No. 276
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La batalla de la Angostura

Alfredo Velázquez Valle.

Han transcurrido 165 años desde que se perpetrara la primera de muchas agresiones estadounidenses a nuestra patria. Perdido el territorio tejano en 1836 por una guerra que presagiaba el inminente desastre de la intervención imperialista norteamericana, los acontecimientos fueron desbordándose vertiginosamente y los motivos abanderados por la rapaz nación del capital fueron calumniosas maquinaciones apenas disimuladas y que ocultaban el objetivo verdadero: mutilar nuestro territorio en aras de su expansión territorial.

Los deseos anexionistas norteamericanos, materializados por la migración de colonos alentados por el presidente Andrew Jackson, permanecían incubados en la política de la nación anglo-sajona. Ya desde 1802 las autoridades novohispanas daban cuenta de estas intenciones y así lo hacían saber al Virrey en turno para que, previendo peligros que con el tiempo se materializarían en la derrota que llevó a los nefastos tratados de Guadalupe Hidalgo, tomara las medidas correspondientes que frenaran dicha avalancha humana que desde la Luisiana se infiltraba día a día en la provincia de Tejas.

Sin embargo, ni las llamadas de alarma, ni las medidas que se implementaron ya presente el conflicto pudieron conjurar la pérdida primero de Tejas y después de Nuevo México y la Alta California. En efecto, ni el repoblamiento de Nacogdoches, ni el reforzamiento de presidios como el fuerte Goliad o San Jacinto lograron contener las aspiraciones de tierras de los colonos que allende el río Sabina se internaban en suelo mexicano. De poblaciones tan apartadas como Santa Fe, Las Cruces, El Paso, San Diego, San Francisco o Nuestra Señora de Los Ángeles nada se había podido o querido hacer por acercarlas (ni administrativa ni económicamente) a la vida activa del altiplano central, del Anáhuac.

De las anteriores intenciones por acabar con el problema de límites internacionales con norteamérica y el despoblamiento de tan extenso territorio (más de dos millones de kilómetros cuadrados) dan testimonio tanto el gobierno novohispano, durante la Colonia, como la recién creada República. Así, por una parte, el Tratado que en 1819 habían celebrado en Washington John Quincy Adams y don Luis de Onís establecía las fronteras entre la Unión Norteamericana y los dominios de Su Católica Majestad. Por otro lado, el problema de la población mexicana de Tejas que iba en dramático detrimento con respecto a los colonos anglo sajones se trató de solucionar con una medida correcta pero tardía (abril de 1830) y que fue propuesta por don Lucas Alamán, ministro de Relaciones del presidente A. Bustamante, y que prohibía colonizar a los extranjeros cuyo territorio colindara con el de Tejas.

Este drama en actos que sufrimos los mexicanos y que fue el conflicto bélico más injusto e inmoral de los Estados Unidos en el siglo XIX, dio a luz hechos heroicos como la deserción del bando de la infamia al partido del honor del Batallón de San Patricio, conformado en su mayoría por irlandeses, la heroica Batalla de la Angostura (motivo de este opúsculo), la defensa de Churubusco y el acto final del drama: la pelea por el Castillo de Chapultepec, último reducto militar nacional contra el invasor.

Hoy que llega otro aniversario de La batalla de la Angostura, ofrecemos una cronología de hechos de lo que hemos dado en llamar “La Intervención Norteamericana”:

1825-1834.- Colonización de Tejas, con el beneplácito de los distintos gobiernos mexicanos, por migrantes anglo sajones provenientes de Luisiana, Estados Unidos.

1829.- Pretensión fracasada del gobierno estadounidense, en la persona del ministro de Relaciones de ese país, Joel R. Poinsett, por comprar Tejas al gobierno mexicano.

1830-1836.- Establecimiento de destacamentos militares en Tejas (Galveston, Matagorda y Velasco) para mantener esta provincia dentro de la federación y supervisados por el general Manuel Mier y Terán.

1835.- Declaración de Independencia de la provincia de Tejas en el poblado de Nacogdoches por colonos anglo sajones alegando la falta de atención y el olvido en que el gobierno central mexicano los tenía.

1836.- Derrota de los sublevados en el fuerte “El Álamo” en San Antonio Béjar, Tejas, por el ejército mexicano (marzo) y posterior emboscada del mismo en San Jacinto (abril) cuyo saldo resultó en la captura del general Santa Anna por los sublevados y obligado a firmar el Tratado de Velasco (mayo) por el cual se comprometía a dejar libre el territorio a los colonos usurpadores.

1837.- El gobierno norteamericano reconoce la independencia de Tejas, quedando definitivamente perdido para México aquel territorio.

1838-1844.- Enfrentamientos bélicos esporádicos y negociaciones con los invasores anglo sajones sobre el reconocimiento de la separación de esta provincia tejana del territorio nacional.

1845.- Anexión de Tejas a los Estados Unidos en marzo a pesar de las protestas de nuestro gobierno y, finalmente, rompimiento de relaciones diplomáticas con este país; agravamiento y primeros enfrentamientos al sur de Tejas, cuyo gobierno pretendía hacer correr la frontera más allá de sus límites que acababan en el río Nueces para pretender hacerla llegar hasta el río Bravo. Ocupación de San Antonio Béjar y Corpus Christi por el general estadounidense Zacarías Taylor en agosto.

1846.- Avance del general Taylor hasta el Frontón de Santa Isabel (marzo) y declaración de guerra a México en mayo. Declaración de guerra de nuestro país al vecino agresor hasta julio de ese año. El presidente Mariano Paredes encarga al general Mariano Arista la defensa nacional contra el invasor. Avance incontenible del ejército estadounidense desde Matamoros, Tamaulipas, hasta Monterrey que toman en septiembre y donde destacan por su arrojo los “Lanceros de Aguascalientes”. Sustitución de Arista por el general Pedro Ampudia que se repliega a Saltillo en espera del general Antonio López de Santa Anna que venía desde San Luis Potosí con un ejército de trece mil hombres mal comidos y peor armados. Simultáneamente a esta campaña por el oriente, el cuerpo invasor, al mando del general Freemont, toma en julio la Alta California ocupando San Francisco y el puerto de Monterrey declarando aquellos territorios parte de Estados Unidos. En agosto, Nuevo México es ocupado por el general Doniphan tomando Paso del Norte en diciembre.

1847.- Llegan a Saltillo desde San Luis Potosí las tropas mexicanas que, tras un desastroso viaje a través del desierto y con temperaturas invernales, reducidas a nueve mil efectivos se disponen a batirse contra un enemigo mejor armado, descansado y con la insuperable ventaja psicológica del vencedor, del invicto, del que no ha sufrido derrota alguna.

Batalla de La Angostura durante el 22 y 23 de febrero en la cual el ejército mexicano escribió con su sangre una de las epopeyas más grande de su historia, al derrotar, a pesar de sus innumerables desventajas, a un cuerpo bélico superior. Pese a la victoria de los nuestros y el repliegue del invasor a la hacienda de Buena Vista, el pérfido y cobarde general Antonio López de Santa Anna decide retirarse del campo de batalla y trasladarse a la ciudad de México donde había de enfrentar un motín de grupos conservadores (alto clero y ricos, sobre todo) que pretendían derrocarlo para no ver afectados sus intereses económicos a causa de la guerra.

Bombardeo y capitulación de Veracruz (marzo) a las tropas del general Winfield Scott que avanza, incontenible, hacia la capital tras derrotar a las tropas mexicanas en Cerro Gordo, (abril), Churubusco, (agosto), Molino del Rey y Chapultepec en septiembre 13. En esta última batalla se distinguieron por su arrojo y valor, a parte de los integrantes del Batallón de San Blas, comandados por el Teniente Coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, los cadetes del Colegio Militar que allí funcionaba. De seis de ellos se conservan sus nombres: Juan Escutia, Juan De la Barrera, Francisco Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez y Francisco Márquez.

1848.- Por último, como la casta política mexicana, encabezada por el presidente ilegítimo don Manuel de la Peña y Peña, no quiso oponer mayor resistencia a las demandas norteamericanas, se hizo “necesario” arreglar un infame tratado de paz impuesto por el agresor y que se firmó en Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero. Por dicho Tratado (ilegítimo también), que se llamó Tratado de Paz, Amistad y Límites, México cedió a la nación vecina el territorio de Tejas hasta el río Bravo, y además los de Nuevo México y Alta California: es decir, más de dos millones de kilómetros cuadrados.

A cambio de ello el gobierno mexicano recibió quince millones de pesos como indemnización del país invasor pero, como bien anota el Dr. en Derecho Juan José Mateos Santillán: “No por título de cesión o venta de un solo milímetro de territorio. México no vendió nada y el único derecho por el que los Estados Unidos poseen los territorios mexicanos es por el derecho de conquista”.

Hoy, la Unión Americana cuenta con casi treinta y dos millones de habitantes de origen mexicano que representan el 64% de la población latina en aquel país. Hoy, también, nuestros conciudadanos sufren de discriminación racial y un sin número de vejaciones que han ido en aumento con nuevas enmiendas a leyes que hacen aún más dura su estancia en un territorio que por derecho histórico les pertenece. Aún más, ellos, los invasores, siguen siendo eso, ilegales en una tierra que sigue siendo mexicana.

 
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