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Febrero 2012
Edición No. 276
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Coahuila vive el peor de los escenarios

Jorge Arturo Estrada García.

Sin rumbo y agobiado. Abrumado por los problemas heredados. El nuevo gobierno de Coahuila parece una locomotora vieja, que agota su combustible. Es como una obsoleta máquina de vapor, en la era de los trenes bala. Su paso es cansino, y las metas son poco claras.

Básicamente, la nueva administración está construida sobre la anterior. Con muchos de los mismos personajes. Y con una estructura, en donde los vicios y deficiencias están sumamente arraigados. Sus cimientos son de gelatina.

En su concepción y operación, los ciudadanos están muy lejos. No se genera liderazgo. No se busca restañar agravios y heridas. Se busca gobernar solos. Desde arriba y sin contrapesos. Se rigen bajo las recetas de El Príncipe, en plena era de la gobernanza. Se les percibe autoritarios y excluyentes.

El gabinete es heterogéneo. Fue integrado con amigos, compañeros, compadres, cuotas, aliados, compromisos y protegidos. Y sólo se mueve al paso que el gobernador marca. Se perciben entumidos, pese a los 6 meses que se tuvieron para planear.

Sin experiencia como jefe del poder ejecutivo. Al frente de la ineficiente estructura, Rubén, conduce un gobierno que parece que trae el freno de mano puesto. Muy alejado de la dinámica y de la brillantez. El nuevo gobierno luce como una tortuga desorientada. Mientras, en el resto del mundo, hay quienes trabajan con dinamismo y asertivamente para ser competitivos en la sociedad del siglo 21.

Rubén Moreira, requiere comprender el contexto en el que se encuentra. Los números y datos, nada significan aislados del entorno. Son sólo parte de una ecuación más compleja, en la que la variable principal son los ciudadanos. Y estos ciudadanos lo ven con desconfianza. Lo perciben como alguien que pretende engañarlos. El Gobierno de la Gente hizo mucho daño a los coahuilenses.

El gobernador, está obligado a ganarse el respeto, la confianza y la admiración de sus gobernados. También, está obligado a escucharlos y a obedecerlos. Coahuila vive el peor de los escenarios en lo político y lo social. La clase política está severamente desprestigiada. Los otros poderes están sometidos, no hay liderazgos, sólo hay chambistas y políticos sumisos.

La democracia y los contrapesos no funcionan en la entidad. Las maniobras, las amenazas, el dinero; los cambios en las leyes y muy diversos métodos, las destruyeron casi hasta los cimientos. Los ciudadanos fueron marginados, y se mantienen lejos e irritados. Pareciera que el nuevo gobierno quiere repetir la fórmula del anterior.

Sus funcionarios declaran que requieren más y mayores impuestos e ingresos, para ajustar sus presupuestos. Todos sabemos, que esos aumentos son parte de las condiciones impuestas por los bancos y las calificadoras, para reestruc- turar la megadeuda que contrató su hermano. Y por la que se pagarán casi 3 mil millones al año. Quieren más dinero para manejarlo ellos y no dejarlo en el bolsillo de las familias.

Las policías estatales y municipales son ineficientes y poco confiables. Pasarán seis años para poder contar con ellas para protección de los coahuilenses, afirma Rubén. Torres Charles se encargó de perder 5 años en ese trabajo y de desperdiciar miles de millones. Y aún así, es incorporado como el abogado de cabecera del gobernador. Se premia a los que nos dejaron indefensos ante la delincuencia.

Coahuila, tiene más de seis meses sin programas sociales operando. Un año, sin iniciar obras nuevas. Cerca de un centenar de obras inconclusas. El gobierno estatal sigue con problemas de liquidez. En el Estado de México arrancan obras y programas, y a Rubén le programan visitas a las inconclusas. El contraste es enorme.

El quebranto a las finanzas estatales fue de grandes dimensiones, y los responsables son protegidos por el nuevo gobierno. Se les trata como intocables. Mientras, se legisla cárcel y castigos para los hoteleros. Se legisla para obligar a los padres a apoyar la educación a sus hijos. Pero no se legisla para endurecer las penas de quienes realicen acciones, como las que endeudaron ilegalmente a Coahuila por más de dos generaciones. También debiera legislarse un castigo para los gobernadores y funcionarios, que no se dan cuenta en qué se gastan los miles de millones del presupuesto de los coahuilenses.

El sistema educativo de la entidad ocupa los últimos lugares en el país, y sólo produce masivamente operarios para las fábricas. El discurso habla de hacerla competitiva en los estándares de la OCDE, se pretende involucrar a los padres y hasta forzarlos, pero no se incluye el compromiso de los maestros.

La experiencia personal del gobernador ante el cáncer forma parte importante en su discurso. Es una experiencia que lo marcó, indudablemente. Eso lo ha sensibilizado, de manera especial, hacia la salud preventiva.

Su experiencia ante la inseguridad y los episodios violentos, que siembran el pánico y el dolor a lo largo y ancho de Coahuila; y la insolvencia, la limitación presupuestal para impulsar proyectos estratégicos y el desorden financiero que también le heredaron, deberían producir un efecto parecido. Habría que impulsar leyes que castiguen severamente el mal manejo de los recursos públicos.

En Coahuila hay muy pocas razones para sonreír. Se recauda para pagar los excesos del Gobierno de la Gente. Las policías locales no pueden cuidar ni las escuelas, ni las tuberías de las casas, ni siquiera el cable de alumbrado público en los bulevares, mucho menos brindan seguridad.

La oferta de mano de obra barata e infraestructura gratuita, siguen siendo el atractivo principal para atraer empleos mal pagados y de baja calidad. Estos bajos salarios obligan a ambos padres a salir a trabajar, dejando solos a los hijos. Así, estos crecen sin valores sólidos, sin hábitos alimenticios sanos y sin aprovechamiento académico a la altura de los jóvenes de otras latitudes, que competirán por los empleos en los mercados globales del futuro.

Con este modelo de desarrollo económico y social, empujamos a las nuevas generaciones a las adicciones, a las enfermedades, a los embarazos en adolescentes, a la deserción escolar y a engrosar las filas del crimen organizado. Con este modelo, arrebatamos los sueños a los jóvenes coahuilenses. Insistimos en construir una sociedad de obreros, en la segunda década del siglo 21. En la era de la Sociedad del Conocimiento y la Innovación.

Es evidente que la apuesta del gobierno es de largo plazo, y tendrá que pasar una generación para ver resultados. Pero, hasta el momento sus proyectos se perciban más enunciativos que operativos. Mientras los ciudadanos no se sumen entusiastamente, no funcionarán.

Rubén es una persona culta, metódica y trabajadora. Le gusta mandar y ser obedecido. También cuida que sus órdenes se cumplan. Sus empleados y la clase política lo obedecen y le temen. Pero, eso ya no basta para gobernar bien.

Las circunstancias actuales de Coahuila son ya propicias para una revolución. Una revolución en la que los ciudadanos hartos de engaños, opacidad, autoritarismo y malos manejos financieros, saquen del Palacio Rosa al PRI. O una revolución, que encabece el gobernador, para que junto a los coahuilenses, se construya un lugar que cuente con las mejores condiciones para cuidar a una familia, y cumplir sus sueños de progreso.

Para eso, hay que construir confianza. Contrastar ideas. Salir del encapsulamiento que le genera la corte burocrática que lo rodea. También, hay que ampliar las miras y ganarse ese liderazgo.

El camarada Rubén tendrá la última palabra.

 
 
jjjeee_04@yahoo.com
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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