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Junio 2012
Edición No. 280
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cristeros

Los cristeros



Alfredo Velázquez Valle.

El inicio de las hostilidades entre el gobierno federal y los distintos grupos armados llamados “cristeros” dio inicio a finales de junio y principios de julio de 1926 y tuvo como escenario principal el centro y occidente del país. 

En esta atroz guerra civil que costó 250 mil víctimas, el uso del proletariado campesino fue indiscriminado y sin algún atisbo de consideración moral por quienes sintiéndose agraviados en sus intereses recurrieron al apoyo  de aquellos en los que, por motivos diversos, ejercían poder o  influencia.

El Estado mexicano, llevado por las circunstancias a la aplicación de los artículos constitucionales que limitaban la injerencia pública de la Iglesia Católica en la sociedad, pronto encontró otro Estado en su interior dispuesto a defender sus prerrogativas apoyado en dos armas sumamente peligrosas: la ignorancia y el fanatismo.

En efecto, ante el peligro de perder prerrogativas e influencia -que una revolución triunfante amenazaba con arrebatarle-  la jerarquía católica apoyada por el Estado Vaticano, lanzó al campesinado a una nueva y encarnizada lucha fratricida donde se explotó al máximo los más profundos sentimientos populares en aras de este mismo sector retrógrado que, teniendo ya una larga lista de agravios a la nación, había logrado sobrevivir a pesar de las Leyes de Reforma y a través del porfiriato.

Así, en 1926, ante la reglamentación y la pretendida aplicación del artículo 130° de la nueva Constitución que negaba toda personalidad jurídica a la Iglesia (privando de derechos políticos y civiles a los ministros de culto así como de toda injerencia del clero en la vida política del país) la jerarquía católica pasó a la ofensiva con una serie de medidas, como el cierre de templos y suspensión del culto, como protesta y medio de presionar al gobierno federal para que no aplicara dichas disposiciones constitucionales. 

El desarrollo de los acontecimientos pronto llevó al empleo de las armas por parte del Estado en un intento por reducir a los distintos grupos armados llamados “cristeros” que incitados por el alto clero y al grito de “Viva Cristo Rey” enfilaron sus fusiles contra  el ejército que la revolución había creado, el ejército constitucionalista. 

Después de tres años de hostilidades, las partes contendientes entraron en negociaciones y, lastimosamente los derechos eclesiásticos aunque sujetos al Estado quedaron intactos y,  aún más, afianzados entre las capas campesinas que llenaron sus hogares de héroes, de mártires y milagros que empleados hábilmente colocaban al Estado laico como el criminal enemigo de la fe.

Hoy, a más de ochenta años de los sucesos y de quedar pactado un mutuo entendimiento de respeto  o “modus vivendi” entre las autoridades civiles y eclesiásticas, , la Iglesia Católica vuelve, animada por el viento neoliberal que la impulsa, por sus fueros y pretende retrotraer la rueca de la Historia en más de cien años.  

En efecto, y en este volver al pasado el Estado mexicano, a través de los distintos gobiernos que se han sucedido, ha ayudado pactado con los sectores más reaccionarios del país (entre ellos, el clero)  y, en muchos sentidos, traicionado los logros populares consignados en la Constitución del ´17. En este sentido, ni la religión se separó del Estado ni este eliminó a aquella.

Doscientas cincuenta mil víctimas cargan sobre sus espaldas la Iglesia Católica y el Estado mexicano cuyos  intereses han ido estrechándose conforme las circunstancias, en su devenir histórico, han hecho confluir en un mismo caudal los beneficios, las prebendas.

Dos maneras de enajenación que se imbrican e impiden al propio hombre su reconocimiento como sujeto creador de su realidad.

Este poder en sotana,  tiene nuevamente posibilidades constitucionales de influir de manera decisiva y negativa en la vida pública de  nuestra nación, de tomar la educación en sus manos, los medios de difusión y legalizar el culto católico fuera de los templos además de poder adquirir, conservar y administrar propiedades.

En un mundo que parece está dejando los atavismos del pasado a través de sus jóvenes, y donde pareciera, también, que el espíritu que animó a los constituyentes del ´17 se encuentra, por fin acorde con los tiempos, resulta que en definitiva se camina mirando hacia atrás.

Como argumentación de principio presentada por la casta política para implementar estas reformas, se aduce que ninguna Constitución debe ser pasiva o estática, sino viva y dinámica y debe cambiar de acuerdo con las transformaciones que sufre la comunidad sobre la cual debe imperar conservando siempre los principios esenciales que le animan.

Pero, cuando el principio rector que animó a una Constitución se transforma en su opuesto por medio de enmiendas, entonces hemos de decir que también muere con ello el motivo que la originó y que, nuevamente aquellos sectores que se creía dejados atrás han vuelto nuevamente para imponer su visión e intereses sobre los demás.

Es la propia lucha de clases la que crea pactos sociales o los destruye para crear otros y las revoluciones y contra revoluciones están detrás de Constituciones y Reformas. A épocas de injusticias sociales corresponden eventos subversivos, revolucionarios; a períodos de reacción y oscurantismo se asocian acciones de represión y control social promovidos por toda lacra de políticos oportunistas que por medio de enmiendas a la Ley Suprema terminan sirviendo al propio Estado opresor.

Bajo ésta óptica, la Revolución de 1910 y sus conquistas, expresadas en la Constitución de 1917, están por desdibujarse del todo y si no hemos dicho “ha muerto” es porque aún late algo de ello en algunos de sus Artículos no reformados.

Este largo agonizar comenzó apenas concluida una década de aclamado el nuevo pacto social; tristemente, el nuevo Estado (producto de un movimiento popular)  pronto encontró canales de entendimiento con poderes de facto y en ese mismo momento comenzó su tarea demoledora de las disposiciones originales plasmadas en la Carta Magna de 1917.

1926-29 sólo representa un reacomodo en el entendimiento entre Iglesia y Estado y no un rompimiento. Un entendimiento que no requería tantas víctimas, tanta amarga lucha civil, he ahí parte del crimen.

Señala Marx en “La Ideología Alemana” que las formas sociales de épocas anteriores nunca desaparecen completamente con el triunfo de la nueva forma: sólo se subordinan a ella y siguen moviéndose durante siglos a su lado.

Quizá hayamos llegado hoy hasta este punto de quiebre porque al no aniquilar, cuando se debió hacerlo, las estructuras económicas e ideológicas del pasado,  hemos perdonado y con ello dado otra oportunidad al oscurantismo. ¿Seguirá moviéndose durante siglos a nuestro lado?

Hoy, cuando es más que urgente e impostergable la liberación del hombre de las ataduras que le impiden liberarse y liberar al Mundo de las cadenas que le oprimen, pareciera ser que los fantasmas del pasado recorren el orbe, en franco desafío a aquél otro espectro  con el que inicia el Manifiesto Comunista de Carlos Marx: “un fantasma recorre al Mundo….”

Fantasmas, pesadillas vueltas realidad en un Mundo deshumanizado, desnaturalizado, profundamente atomizado y destinado a la degradación total si las condiciones generales no cambian de giro desterrando del todo las fuerzas regresivas y las ideas que les animan y violentan contra el hombre mismo y la naturaleza.

El discurso que justificó el genocidio poca relevancia tiene a ochenta y seis años de iniciada la cristiada. Demagogia y fanatismo fueron de la mano y la ignorancia de un pueblo fue aprovechada

por ambos bandos que no tuvieron empacho en el derramamiento de sangre que tristemente se perdió en nada.

El Estado, usurpador de las conquistas de una revolución triunfante, poco podía contra un poder que, amurallado en la conciencia ignorante y fanática, disputaba privilegios inmorales que se negaba a dejar. En efecto, el propio Estado que reglamentó y posteriormente intentó aplicar de forma irrestricta los artículos constitucionales que minaban el poder eclesiástico debió prever los alcances de ello y no lo hizo, he ahí la otra parte del crimen.

 
filodenecrus@live.com.mx
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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