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Mayo 2012
Edición No. 279
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AMLO

Alfredo Velázquez Valle.

Las declaraciones vertidas por el candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, en Monterrey, el 22 de abril, llevan mucho de compromiso y, también mucho de demagogia.

En efecto, un compromiso o alianza definitiva con los empresarios en los cuales encuentra un sector imprescindible para sacar al país adelante. Hacer crecer la economía a un ritmo del 6% anual con el resultado de un incremento ocupacional de 1.2 millones de empleos sólo son posibles con el concurso de la iniciativa privada, aclaró.

Dando toda clase de seguridades a una pandilla de explotadores, especuladores y consumados evasores de impuestos, el “candidato de las izquierdas” pretende apaciguar los infundados recelos de quienes han sumido al país en la actual crisis económica porque a través de la política neoliberal implementada desde fuera y ejercida desde dentro por el binomio empresarios-gobierno es como hemos llegado a cifras record de desocupados (5.6 millones de desempleados) y marginados sociales (60% de pobres).

Esta declarada “alianza” con los empresarios lleva en su esencia la claudicación total de un hombre -y sus soportes políticos- a un modelo de “desarrollo” que tristemente sólo ha dejado una estela de desamparo, de indefensión social pocas veces igualado en la historia de la nación. Desarrollo aderezado, además, con la acelerada pérdida de soberanía nacional, síntoma irrefutable de claudicación de esa iniciativa privada “nacionalista” y “dinámica” (en la que tanto confía AMLO) al diktat imperialista norteamericano. 

En una economía de mercado como la nuestra, donde el sector empresarial se ha impuesto por sobre los demás actores de la producción por más de 70 años, resultaría ocioso reiterar dicha alianza de privilegios si no fuera porque el candidato tabasqueño, temeroso de despertar desconfianzas en quienes ya una vez le vedaron el acceso a Los Pinos, pretende no ya confrontar sino acercarse de manera franca a quienes deciden, en última instancia los destinos económicos… y políticos del país.

Es este estratégico y definitivo acercamiento con la derecha  la que da en definitiva los argumentos para cuestionar el proyecto Lópezobradorista; plan denunciado como oportunista en octubre de 2011 por el Sub Comandante Marcos quien afirmó que en la medida en que siga extendiendo su amorosa mano al sector empresarial y religioso, la vereda, cien veces transitada por los mexicanos volverá de nueva cuenta a ser caminada, quizá por la “izquierda” pero con el mismo punto de llegada, el cual ya todos conocemos. 

Cuando los verdaderos intereses de clase (antagónicos, irreconciliables) permanecen ocultos, las diferencias, los matices que “oponen” a las distintas organizaciones políticas que compiten por la administración del aparato gubernamental, se transforman en los “grandes tópicos” que acompañan a candidatos e intelectuales. Estos, en aparente confrontación, terminan por no saber que es realmente lo que los opone porque medularmente sus plataformas son un mismo proyecto disfrazado en los socorridos lugares comunes.

Así, entre los distintos candidatos actuales, que se descalifican en infinitud de declaraciones bobaliconas, no encontramos más que cortinas de humo que sólo empañan la vista y no permiten ver lo que realmente tiene vital relevancia: el propio cuestionamiento del modelo económico neoliberal,  sustancia de todos los males que aquejan al pueblo trabajador de México. Modelo con el cual  López Obrador ha hecho un compromiso formal en Monterrey.

Por otra parte, la demagogia, parte medular del discurso partidista en las democracias burguesas, cumple a cabalidad su función al inducir a las masas a creer en los aparatos ideológicos del Estado, como lo son los partidos políticos y el propio IFE, que engañando someten y encadenan la conciencia del proletariado a los propios intereses del Estado clasista y opresor.

En este infame embuste participa la dirigencia del Frente Progresista que, abanderada por el propio López Obrador, maneja un discurso populista que, en Monterrey, volvió a ofrecer los cambios que (bien sabe), no  pueden ser ejecutados, al menos dentro de las propias estructuras, mismas en las cuales ellos están inmersos.

Porque decir ante el público regiomontano que “existen empresarios con vocación productiva y dimensión social”, o que “todo depende (la erradicación del desempleo, la pobreza y la inseguridad) de que se manejen los recursos con honradez”, o que “no hay otra alternativa de cambio  que la vía electoral” o, por último, “que si no se vota se está apoyando de manera directa al mismo régimen”, es hablar como demagogo y  al hacerlo, en ese mismo instante, el candidato de las “izquierdas” deja de ser tal para convertirse en un Peña Nieto cualquiera. 
 
El colmo en el uso de este recurso discursivo electorero sobrepasó el engaño plausible para arribar al absurdo, al punto mismo de insulto a la razón. Porque, si decir que hay empresarios caritativos (sobre todo con sus trabajadores), políticos desinteresados y honrados o Institutos electorales imparciales y justos es realmente una abominación, resulta poco en relación a lo que afirmó Andrés Manuel ante un sin número de personas ávidas de justicia social en la capital regiomontana.

En efecto, haciendo a un lado el propio discurso que da fundamento teórico al movimiento social que pugna por la revolución social, la izquierda, el aspirante presidencial progresista invocando la honradez a manera de conjuro mágico, hace de ella la vacuna para todos los males que nos aquejan, entre ellos, el de la desigual distribución de la riqueza.

Tiempo mal invertido el de Carlos Marx (prácticamente su vida entera) para dilucidar las leyes que rigen el desarrollo de las sociedades modernas que generan pobreza, hambre y marginación; que la teoría del valor, que las mercancías, que la plusvalía, que la acumulación de capital y su ciclo reproductivo (auge, depresión, crisis y reanimación), etc., etc., son cosa olvidada, son minucia, necedad pura, es incuestionable al pío criterio de este profeta de nuestro tiempo. 

¿Para qué tanto análisis?, ¿para qué tanto quebradero de cabeza? si para darle a los pobres no hace falta quitarle a los ricos; sí, en efecto, no hace falta expropiar bienes de particulares para apoyar a la gente humilde. No señor, todo depende del manejo honrado de los recursos, pregonó don Andrés Manuel.

En esta tesis doctoral el aspirante a Presidente de México proclama que los bienes no son para remediar los males, como dice el conocido refrán. No, terrible abominación aquella de quitarle a los ricos explotadores y evasores de impuestos para apoyar a los pobres mexicanos explotados; hacer el mínimo intento por desarticular el entramado que hace posible la injusta distribución de la riqueza acabaría llevando a una revolución, palabra mayor para un “progresista” amoroso del orden jurídico que sanciona pactos leoninos y avala rapiñas de una élite (política y/o económica) que desdeña “al prole”.

Y es que, astutamente el hombre pone el acento sobre la distribución de la riqueza pero nos esconde el hecho de su producción porque es en este complejo proceso de creación donde está la explicación del por qué hay ricos acaparadores del trabajo no remunerado, robado al obrero. Expropiar a los expropiadores sería un acto de total y absoluta justicia, de honradez elemental; si se buscara una República amorosa, como se dice, habría que empezar por devolver a los trabajadores no migajas del hurto de su trabajo sino la totalidad de la jornada laboral vilmente escamoteada. ¿Aceptaría el sector empresarial?

Qué relativo resulta entonces querer aplicar como guía de acción criterios como el de la honradez cuando son otros los parámetros que definitivamente hacen posible el  (des) orden que nos devora a sociedad y naturaleza en aras de la opulencia de los menos. Qué haya empresarios ladrones, sí pero que roben menos; que no haya ricos desmesurados, que apliquen la cordura; que se reduzca la pobreza porque imposible abatirla; que se ayude a la gente humilde, sólo eso, más no.

Para ofrecer sermones de honradez y otros criterios morales y cristianos ya está ganada la plaza por las Iglesias, y el pueblo trabajador de México necesita mucho más que crisis periódicas de conciencia para sacudirse el lastre que le oprime, que le esclaviza y hoy como ayer la “izquierda” institucional demagoga no es en definitiva, el camino que  le conduzca a su liberación.

Por último, en La Jornada del lunes 23 de abril, Víctor Flores Olea  resalta la importancia que para Andrés Manuel López Obrador tienen las cualidades éticas del político y gobernante además de la visión crítica de la realidad que deberán tener… cuando gobiernen.

Triste y pobre discurso proselitista que apuesta a criterios dudosos de conducta particular como respuesta a una realidad que ha rebasado hace mucho, pero mucho tiempo, las consideraciones hacia el prójimo. Para que la dignidad del hombre llegue a ser respetada, sagrada, es imprescindible acabar primero con el régimen social que la oprime, decía León Trotsky, y yo creo eso.

 
filodenecrus@live.com.mx
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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