publicación Online
 
 
  ir a pagina principal regresar     
Noviembre 2012
Edición No. 285
ir a ediciones anteriores  

La cueva de las niñas
y el palacio de los gobernantes




Apolinar Rodríguez Rocha.


He recogido esta vez, la historia nada agradable de una familia saltillense. La anécdota empieza a media tarde en Saltillo, septiembre de 2012.

El sol brillaba en todo su esplendor en la cúspide del firmamento; enfilamos rumbo a la carretera a Monclova, reincorporándonos por el Libramiento norponiente al sur, pocos metros y por terracería al Poniente dos kilómetros; descendimos del vehículo y fui conducido a las cuevas, un lugar que me habían contado que existía por donde antaño habitó una familia de saltillenses: el padre, la madre y cuatro hijas, cuyos nombres omitiré.

Despoblado, fascinante entre el silencio y el sonido de la naturaleza semidesértica de Coahuila, ataviada en el lugar con collares de cerros y colguijes de lechuguilla y mezquite, enormes peñas rojas le adornan más (la imaginación es pequeña cuando se compara con la realidad).

El lugar, como habitación resultó infrahumano: un tercio de cuevas pequeñas, de sur a norte en su orden en el barranco del interior de un arroyo. La primera es una cueva de aproximadamente metro y medio de profundidad por metro y medio de alto y uno de ancho excavado a mano, se me indica que ese era el dormitorio del padre. En seguida una pequeña cueva de un metro y medio de alto, por dos metros de profundidad detalladamente excavada su parte superior en forma de arco, un metro de ancho, y uno y medio de profundidad; hasta ese momento no alcanzaba mi entendimiento a dilucidar, sólo estaba ahí impávido viendo. Fui conducido a la tercera pequeña cueva de aproximadamente dos metros de alto, por dos de ancho y dos de fondo, con una entrada un poco más reducida: “El dormitorio de las Niñas”, de la impavidez mi ánimo pasó a verdadero enojo, me sentí humillado, me pregunté ¿Quién, cómo, cuándo, dónde y por qué permitió tal crueldad?

¿El hacinamiento social será excusa suficiente para que como ésa, un sin número de familias y niños vivan en nuestro México en situaciones de marginación extrema?

La omisión gubernamental es inexcusable ¿acaso estúpidos y no gobernantes es lo que hemos elegido en los últimos setenta años y otros tantos nos habrán sido designados? pequeños reyezuelos, bribones. La crueldad se manifiesta en ostentosidad, mientras miles de niños, hombres y mujeres viven en México en situación de extrema pobreza; en cambio nuestros gobernantes duermen entre almohadas de plumas y sábanas de seda, resguardados por regimientos de fuerzas públicas, servidos por una multitud de sirvientes públicos y privados.

Lo reprochable no es que así sea, sino que éstos no entiendan en sus pequeños espíritus y mentes que si les prodigamos tales prerrogativas y beneficios, no es para que vivan de ociosos per se, sino para que estén descansados, para que todas sus energías físicas, biológicas, fisiológicas, psicológicas y morales sean utilizadas para gobernar, no para jactarse del poder y envilecerse con él.

Algún día entenderán que no son más que parte de la heredad; que no son más que asnos bien cuidados y alimentados para que jalen del arado, barbechen, siembren, escarden y cosechen; y a luego descansen, sean cuidados y alimentados para la nueva faena del año siguiente. “Por lo pronto, dejen la silla y salgan a salpicarse de tierra sus zapatos, no se ocupen de que se dañen, ya el pueblo les comprara otros, busquen y saluden al menesteroso”.

 
abogadoapolinar@hotmail.es
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino