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Noviembre 2012
Edición No. 285
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La diversificación de las plantas con flor


Texto y fotos: José Flores Ventura


Hace muchos millones de años atrás sólo existía un manto verde en las colinas cercanas a los cuerpos de agua, año con año y por miles no cambiaba, era siempre el mismo verdor que que hacia monótono el paisaje sin ninguna variación de color; sin embargo, un día ocurrió un hecho espectacular: el advenimiento de la primera flor parecida a una magnolia que aparecía de la nada como si un arcoíris se hubiera parado a descansar en esa planta, los insectos se maravillaron al verla y se posaban en ella para observarla de cerca favoreciendo su reproducción lo cual aseguró su existencia, los otros animales le tuvieron miedo por tanto colorido que rompía la monotonía del entorno y evitaban hacerle daño, es así que nació la flor (La leyenda de la Flor, Ventura 1997).

Los recientes hallazgos, principalmente frutos y semillas fósiles, hasta ahora inéditos, obligan a hacer un semblanza del origen de las plantas en nuestro territorio, particularmente las que echan flor llamadas Angiospermas que en la época cuando Coahuila era habitado por dinosaurios tuvieron un impresionante desarrollo, apareciendo algunos grupos importantes en la economía actual.

México posee uno de los grandes polos de biodiversidad de flores siendo cuna de muchas especies, su evolución y posterior domesticación que ayudan a facilitar la vida y alimentar a las naciones hoy en día. Los pueblos y civilizaciones que habitaron nuestro país antes de la llegada de los europeos supieron aprovechar sus propiedades llegándolas a domesticar de tal forma que cuando se perpetuó la dominación a través de la transculturización, el conocimiento pasó fácilmente a todo el mundo.

Esta diversidad no se creó de la noche a la mañana, tuvo su origen hace millones de años producto de migraciones e intercambios de asociaciones de flores desde zonas templadas, cálidas y tropicales de diversas latitudes, favorecidos por su posición geográfica y climática de nuestra región, ideales para el desarrollo de plantas que luego se diversificaron siendo el mar el medio de transporte para las semillas que viajaban miles de kilómetros hasta encontrar tierras lejanas. La flora actual de México y Centroamérica tuvo su origen principalmente en el Cretácico, pero quedó complementada hace relativamente poco cuando Suramérica se unió a Norteamérica por el istmo de Panamá.

Hace 120 millones de años, una invasión espectacular de las flores (habían aparecido unos pocos millones antes) sucedía en el hemisferio norte en ambientes costeros y pluviales de agua dulce, mientras el nivel del mar fluctuaba por los movimientos geológicos producto de la separación de las masas continentales, registros fósiles indican que este hecho provocó que alguna de la flora hasta ese entonces nativa se fuera rezagando hasta una eventual extinción.

Norteamérica se dividió en dos franjas de norte a sur con un océano intermedio que comunicaba las aguas del Ártico con las del Golfo de México, cada porción tenía su flora característica; Coahuila se ubicaba al sur del extremo oeste formando una península de baja profundidad. Sudamérica se estaba separando de África y un gran océano estaba extendiéndose desde el Sahara pasando por el medio oriente hasta Asia llamado Mar de Thetis; Europa era un conjunto de islas separadas entre sí por un mar somero. Cada continente poseía su flora típica siendo el común denominador las corrientes oceánicas que distribuían las semillas; así por ejemplo la fauna tipo Gondwana caracterizaba las tierras al norte de la Antártida, mientras en el norte de África y Suramérica la flora tipo tropical predominaba, impulsada por las corrientes del sur del Thetis. En Norteamérica, Europa y este de Asia crecía la flora tipo Ártica respectivamente.

Aunque los paleo botánicos no se ponen de acuerdo dónde fue el origen de las plantas con flor, se sabe que éstas tuvieron suma importancia en la evolución de la foresta y consecuentemente de la fauna. Quizás la posición estratégica que ocupó Coahuila favoreció el desarrollo y evolución de este tipo de flora en los siguientes millones de años.

Cerca del fin del Cretácico en los tiempos del Maastrichtiano hace 70 millones de años, el norte del océano Ártico se abrió facilitando aún más el intercambio de asociaciones de flores que permitieron el desarrollo exponencial de las Angiospermas, evidencia que se observa en los fósiles de plantas, particularmente de frutos y semillas para el caso del sureste de Coahuila; muchas familias se desarrollaron en este tiempo dando pie a la flora que hoy existe, pero muchas otras se extinguieron quedando sus registros fosilizados como raros pero bellos frutos en ocre oxidados, nunca como antes ni después habría tan diversidad de espectaculares plantas y aunque desconocemos cómo se debieron haber visto, los frutos dejados por ellas son por si solos de una gran belleza y complejidad, eran los tiempos de los antecesores del plátano, el liquidámbar, del ave del paraíso, la tintilla, las euphorbias y otras tantas desconocidas aún.

Antes de 1980 casi no se conocía nada acerca de las plantas fósiles de Coahuila hasta que empezaron a aparecer frutos excelentemente conservados en los desiertos del sureste, tuvieron que pasar 25 años más para completar el estudio por parte de paleo botánicos de la UNAM, estableciéndose que pertenecían a familias que ahora habitan predominantemente el sur de Asia y África así de Norteamérica.

Posteriormente, desde la descripción del último de los cinco grupos en el 2005, el hallazgo de nuevos frutos y semillas se incrementó cinco veces más, es decir un 500%. Los estudios preliminares dan la razón de que Coahuila fue un lugar de distribución de muchas plantas como el caso de las Euphorbias (grupo al cual pertenece la noche buena o la candelilla entre otras), ya que anteriormente se habían encontrado en Inglaterra y Egipto con una antigüedad de 50 millones de años, pero las encontradas en nuestro Estado son más antiguas con una edad de 67 millones de años.

Los nuevos descubrimientos incluyen polen, carofitas (algas), frutos, semillas, flores, madera y hojas; la relación con otras plantas alrededor del mundo aún no está bien definida para la mayoría, y muchos de ellos quizás sean de familias extintas o primigenios, ya que a nivel mundial los fósiles de Angiospermas para esta edad (entre 80 a los 65 millones de años) son escasos y se limitan a impresiones en lajas.

Más importante aún es que algunos de los nuevos frutos encontrados establecen una secuencia iniciada ya en el Campaniano hace 80 millones de años hasta los 68 millones de años donde se encuentran los mismos tipos, pero con notables diferencias a nivel especie o genérico, producto de los 12 millones de evolución que tuvieron atrás, un fenómeno pocas veces visto en cualquier tipo de fósiles. En la actualidad, los descendientes de estas plantas se desarrollan en diversas latitudes como los litorales de Norteamérica y el Caribe, el sureste asiático o sur de África.

Conforme se busca con más detenimiento en los secos sedimen- tos donde la madera, como rastro más elocuente, ha quedado fosilizada, van saliendo los frutos y semillas de la foresta que tapizó los litorales del sureste de Coahuila, una gama amplia que compite con la abundancia de cualquier selva moderna con notables diferencias, ya que la vida en ese tiempo estaba experimentando con nuevas plantas para abrirse el camino hasta nuestros días, y con ellas los nuevos seres que vendrían a sustituir a los reptiles y dinosaurios.

Se puede decir en cierta forma que el hombre debe su existencia gracias a estos ensayos ya que las plantas con flor, con sus frutos alimentó en sus orígenes a nuestros ancestros haciéndolos cada vez más inteligentes al resto de los animales.

 
                         
             

           
                             
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