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Noviembre 2012
Edición No. 285
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sindicalismo en mexicoVirtudes y desviaciones del Sindicalismo
en México (III)



Una sociedad de alma
heroica no permanece
gran tiempo sin héroes
José Enrique Rodó.



Jesús M. Moreno Mejía


En anteriores entregas de esta serie nos referimos a los antecedentes históricos del sindicalismo en nuestro país hasta la época de Porfirio Díaz, en que la clase obrera y los peones campesinos se rebelaron en contra de la opresión de que eran víctimas, impulsados por los ideales de los hermanos Flores Magón y el ejemplo de los mártires de Chicago.

Con la revolución de 1910, impulsada por Francisco Ignacio Madero se dieron los primeros pasos encaminados a establecer la justicia social que requería México, pues la economía nacional podría ser de avanzada dados los modernos cambios tecnológicos de esa época (ferrocarriles, telégrafo, electricidad, etc.), pero nada que beneficiara a la clase obrera y campesina.

Una de las escasas ramas económicas que resultaron poco afectadas por la revolución fue la petrolera (en manos de empresas extranjeras), debido a que las regiones de extracción no hubo importantes luchas militares. En consecuencia, fue el único sector de la economía que siguió creciendo, pero a costa de la explotación de los trabajadores y del recurso natural que se llevaban ingleses y estadounidenses.

Emiliano Zapata y Francisco Villa (Doroteo Arango, su nombre real) lucharon por la clase campesina, pero poco fue lo que lograron pues si bien el primero de ellos reclamaba “tierra y libertad”, los grandes hacendados siguieron siendo los dueños de extensas superficies, apoyados por la clase gobernante. Lo mismo ocurrió con Villa.

No se puede desconocer que el 30 de agosto de 1913, el general Lucio Blanco fue el primer revolucionario que decidió repartir tierras en Tamaulipas, sin autorización del jefe constitucionalista, Venustiano Carranza, quien consideraba prematuro la entrega de superficies de cultivo a los campesinos, como tampoco lo consideró Francisco I. Madero, tal vez por ser hacendado.

Sin embargo, gracias a las demandas de campesinos los diputados constitucionalistas, y no obstante haber derrotado al agrarismo zapatista, se incluyeron en la Carta Magna muchas de las reivindicaciones de obreros y campesinos, tales como la Reforma Agraria y la mejora de los asalariados.

El decreto emitido el 6 de enero de 1915, para dar paso a la Reforma Agraria, constituyó un intento de Carranza por atraerse la simpatía de los campesinos del centro y norte del país, pero a su vez derrotar a los que consideraba sus enemigos: Zapata y Villa. Sin embargo, la nueva ley tenía limitaciones.

La Constitución de 1917 incluyó en el Art. 27 el derecho y defensa de los recursos naturales (la tierra, aguas, minas y riquezas naturales) y, en consecuencia, sienta las bases de la reforma agraria, pero en el inicio de la Ley Fundamental fue letra muerta pues no desapareció el latifundio y fue hasta años más tarde que se hizo la entrega de tierras a los campesinos que las reclamaban.

Para ello fue necesario que surgieran las uniones, cámaras. ligas y sindicatos hombres del campo, como también lo hicieron los trabajadores fabriles y asalariados del sector productivo.

En la Comarca Lagunera se establecieron organizaciones tales como la Cámara del Trabajo y la Unión de Sociedades Ejidales, entre otras, que encabezaban Pablo Mejía Moreno y Arturo Orona Gámez.
 
A partir de 1920, ante el lamentable estado en que vivían, algunos campesinos se afiliaron al Partido Comunista Mexicano, iniciándose así una efectiva concientización entre los trabajadores de la región lagunera, pues casi todos sufrían una despiadada explotación por parte de los terratenientes y los dueños de fábricas y empresas.

  Para ello se formaron diversas organizaciones sindicales, con la finalidad de luchar al amparo de las leyes en la búsqueda de mejores condiciones de salario y de trabajo, pero como respuesta a esa lucha se constituyeron las tristemente célebres “Guardias Blancas” creada por los propietarios de haciendas y rancherías, reforzándolas el gobierno con fuerzas de tipo paramilitar que entonces se les conocía como “La Acordada”.

No obstante, las organizaciones sindicales siguieron adelante en su intento por redimir a la clase trabajadora, y para ello se acordó una manifestación el 29 de junio de 1929, la que al realizarla fue reprimida con brutalidad, con un saldo de 21 personas muertas, incluyendo a una mujer embarazada.

  Lo anterior no amedrentó a los trabajadores sindicalizados, y para el año de 1935 se empezaron a dar los primeros movimientos de huelga en las haciendas de “Santa Fe”, municipio de Torreón, Coah., y “Manila”, municipio de Gómez Palacio, Dgo., apoyados por sindicatos de obreros, tales como la jabonera “La Unión” y la hilandera “La Fe”, así como los gremios ferrocarrileros, petroleros, electricistas, entre otros.

 De lo anterior tenemos documentos que nos dejó Pablo Mejía Moreno (abuelo del autor de este artículo), quien dirigía la “Cámara del Trabajo de La Comarca Lagunera”, y lo declarado a la prensa en vida por el líder campesino Arturo Orona Gámez.

  Este último recordaba que en 1935 se había logrado el pago de un peso cincuenta centavos por jornada a los campesinos, dato corroborado con los documentos que dejara nuestro abuelo. Ese logro fue obtenido inicialmente por gestiones de Manuel Murúa en el llamada Perímetro Lavín”, de Gómez Palacio, Dgo.

  Anteriormente se les pagaba a los jornaleros 37 centavos en el peor de los casos, o bien 75 centavos diarios por parte de pocos hacendados “conscientes”, si bien había otros peores que en lugar de dinero efectivo entregaban “vales” a canjear en la llamada “tienda de raya” en donde se expendían artículos de primera necesidad a precios exorbitantes. 

La jornada de los peones se iniciaba a las cuatro de la mañana, con un desayuno por demás pobre en alimento, y al despuntar el alba tenían que estar en la labor, terminando 14 horas después cuando el sol se ocultaba.

Los campesinos vivían en jacales hechos de carrizo y lodo, sin los servicios básicos de agua y drenaje; durmiendo en el mejor de los casos en una vieja  y antihigiénica colchoneta tendida en el suelo de tierra, y sin contar con ropa adecuada, pues carecían de calzado (a lo mas huaraches) y por ello eran llamados “patas rajadas” pues andaban descalzos desde niños, con los pies agrietados. 

Antes del reparto de 1936 algunos hacendados “magnánimos” cedieron algunas de sus tierras, pero eran las más improductivas por la falta de agua y por ser superficies constituidas, en su mayor parte, de piedras o de arena.

Luego que estallaron las huelgas campesinas, que en un principio fueron declaradas inexistentes por las autoridades locales, se dieron las represiones en contra de los dirigentes, quienes fueron encarcelados y fue entonces cuando intervino el Presidente de la República, general Lázaro Cárdenas del Río, quien a cambio de terminar los movimientos de huelga ofreció a los campesinos la aplicación efectiva de la ley agraria, hasta entonces “letra muerta”.

  El 6 de octubre de 1936 se inició el reparto de tierras en la Comarca Lagunera, para lo cual vino personalmente el presidente Cárdenas, llegando directamente a la hacienda “Santa Fe”, municipio de Torreón, acompañado del jefe del Departamento Agrario, Gabino Vázquez; el gobernador de Coahuila en ese entonces, Jesús Valdés Sánchez, y el ministro de guerra (hoy Secretaría de la Defensa), Gral. Eulogio Ortiz. 

En las semanas subsiguientes se fueron entregando más tierras a los campesinos, pues el proceso expropiatorio ya era una realidad, a pesar de las protestas de los afectados, estando a cargo del mismo el  titular del Departamento Agrario, y posteriormente vino a corroborar la entrega el Gral. Cárdenas del Río.

  Posteriormente se hicieron intentos para apoyar al campesino libre (ejidatario), dotándolo de aperos de labranza, crédito financiero y otras medidas, que en un principio rindieron frutos, pero luego vino la cancelación de programas agrarios, con resultados negativos para el hombre del campo, que fue atrapado en la vorágine de la corrupción y el olvido. 

Sin embargo, no podemos cerrar los ojos a la historia del agro lagunero, recordando el intento por rescatar a la familia campesina de La Laguna, lográndose dar un paso adelante en su condición social, pues hubo quienes lograron avanzar si no en el campo agrícola, si en la educación personal de quienes son ahora profesores, ingenieros, etc., lo que antes les hubiera sido imposible lograr.

En posterior entrega nos referiremos a los sindicatos que fundaron la Casa del Obrero Mundial, como muestra del apogeo y crisis de ese tipo de organizaciones que han devenido en la historia de México, hasta nuestros días.

Nuestra intención era llegar a la situación actual del sindicalismo en nuestro país, sobre todo ahora que se debate en torno a la reforma laboral en el Congreso de la Unión, cuyo proyecto modernizador habrá de quedar, seguramente, congelado por un buen rato a pesar de los intentos de cambio, para bien o para mal, de la clase trabajadora y de los empresarios del país.

 
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