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Septiembre 2012
Edición No. 283
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Virtudes y desviaciones del
Sindicalismo en México (I)


No basta comenzar bien,
ni sirve mediar bien,
si no se acaba bien
Mateo Alemán


Jesús M. Moreno Mejía


Mucho se habla del sindicalismo corrupto en nuestro país, tomando como ejemplo las organizaciones más importantes de trabajadores oficiales y privados, por las desviaciones de sus principios y funciones tendientes a proteger los intereses de los agremiados.

Y ciertamente, eso es lo que vemos especialmente en los principales sindicatos nacionales de trabajadores de la educación, de los petroleros, de la electricidad, entre otras organizaciones al servicio del poder económico, político y de facto, pero sobre todo de los propios líderes sindicales.

Sin embargo, conveniente es conocer la historia del sindicalismo en México, partiendo de sus orígenes y desarrollo, para ello hemos recurrido a un conocedor del tema, el catedrático e investigador de tiempo completo de la UNAM, José Manuel Lastra Lastra, extrayendo algunos datos de su obra El sindicalismo en México, y de otras fuentes históricas.

La idea de organizar a los trabajadores en nuestro país nace en 1853, a través de las Sociedades Particulares de Socorros Mutuos, pero con la idea de un sistema cooperativo de consumo de los trabajadores, también denominado Sistema Mutualista.

Se afirma que dichas sociedades estaban inspiradas de alguna manera en antiguas organizaciones gremiales de Nueva España, con la finalidad de crear conciencia de ahorro y consumo controlado de los trabajadores en general, y para las décadas de los sesenta y setenta del siglo XIX ya estaban extendidas esas agrupaciones en casi todo el país.

Los socios cubrían una cuota mensual, que les daba derecho a salario diario en caso de enfermedad, asistencia médica gratuita, gastos de entierro en caso de fallecimiento, etc., pero también tenían cursos de formación cultural.

Entre las numerosas sociedades que se formaron en esas décadas, se pueden citar las denominadas Gran Familia Artística, fundada en 1861 por Juan Cano y el escultor José María Miranda; Fraternidad de Sastres, en 1864; Sociedad de Artesanos y Agricultores, en 1867; Sociedad Artística Industrial, también en 1867 y que llegó a tener apoyo oficial, pues Benito Juárez entregó a la misma el antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo.

En la siguiente década se une el movimiento cooperativista al mutualista y surgen numerosos grupos, entre ellos la Sociedad Fraternal de Sombrereros, la de Mineros, la Pestalozi, de profesores, la de zapateros, etc., todas ellas en la ciudad de México.

También se fundaron sociedades de esa naturaleza en el interior de la república, como la Asociación Potosina de Obreros, en 1871; la Suprema Hermandad, en Aguascalientes en 1872; la Fraternidad Jalisciense, en Guadalajara en 1874, y la Cooperativa Textil Poblana, entre otras.

Fueron creadas también uniones y sindicatos con tendencias de lucha por el derecho del trabajo y, para ello, se fundó el Círculo de Obreros de México el 16 de septiembre de 1872, que en poco tiempo logró agrupar a más de ocho mil socios y representar a cientos de sociedades mutualistas y cooperativistas.

La falta de madurez de los directivos unionistas y sindicalistas, su tendencia a conservar viejas prácticas gremiales, la oposición del gobierno a los periódicos obreristas de la época y a las actividades de defensa obrera de las agrupaciones, hicieron que éstas perdieran fuerza en las dos últimas décadas del siglo XIX.

Sin embargo se conservaron algunas organizaciones, pero dividiendo el movimiento obrero en tendencias propiamente sindicalistas, anarquistas, revolucionarias y socialistas marxistas.

Los obreros mexicanos, impulsados por el ejemplo e ideas avanzadas de los trabajadores de Chicago (histórico el sacrificio de los Mártires de Chicago, el 1 de mayo de 1886), iniciaron su lucha por conseguir sus justas demandas ante la explotación del capitalismo extranjero, que en México era apoyado por el presidente Porfirio Díaz.

Fue hasta 1905 que apareció un manifiesto dirigido a la clase proletaria, firmado por Manuel Ávila y los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón.

Ese documento daba a conocer un amplio programa del Partido Liberal Mexicano, que entre otras demandas solicitaba: jornada máxima de ocho horas, salario mínimo de un pesos (con valor de aquel entonces, no del actual), higiene en fábricas y talleres, prohibición del trabajo infantil, descanso dominical, indemnización por accidentes, etcétera, etc.

Esos postulados se difundieron y sirvieron de estímulo a la clase trabajadora y en casi todas las zonas fabriles se crearon centros obreros o uniones de tipo sindical, que luchaban para hacer efectivas sus demandas.

En 1906, los obreros de la región fabril de Orizaba, Ver., cambiaron su Sociedad Mutualista en un sindicato de resistencia, creando el Círculo de Obreros Libres, de acuerdo con el manifiesto de los hermanos Flores Magón. Ese círculo se extendió a Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y al Estado de México, donde se80 sucursales.

Las ideas magonistas fueron propagadas en el periódico Revolución Social. Los capitalistas iniciaron una acción represiva contra los obreros, culminando con la matanza de trabajadores de la fábrica de Río Blanco, ocurrida el 7 de enero de 1907.

Los mineros de Cananea, Son., también en 1906, reclamaron sus derechos laborales a la empresa Cananea Consolidated Copper Company, pero la gerencia rechazó las demandas y reprimió a los obreros el 1 de junio de 1906.

Continuará.

 
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