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Julio 2013
Edición No. 293
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Escuela número tres para niños


Alfredo Velázquez Valle.


Hay una construcción muy antigua en nuestra ciudad que hoy alberga a una escuela particular incorporada a esta Secretaría de Educación.

Siendo precisos, hemos de decir, aunque ello nos cauce cierto desconcierto y pesadumbre que sólo la bella fachada hecha en ladrillo cocido y los cuartos contiguos han sido respetados. La modernidad ha hecho “su trabajo” y ello ha implicado la desaparición de mucho más del 90% de su construcción original. Hoy, lo antiguo ha sido reemplazado por lo nuevo; ahora son aulas, muchas, de ladrillo y placas de cemento que no cobijan, no protegen contra la inclemencia de este trágico cambio climático. Los nogales centenarios que existían en sus grandes patios ya no están y hoy “esta modernidad”, también desterró hasta el menor recuerdo de su verdor.

Aún conservo en mi memoria, cuando de niño, veía hacia arriba y contemplaba aquellas grandes vigas sosteniendo un mundo de tableta y tierra. Y, es que Saltillo, a inicios de los años setenta del siglo pasado, era una de las pocas ciudades de América Latina que aún conservaba grandes áreas urbanas con edificaciones de adobe y madera. Era nuestro distintivo junto al sarape, las conservas de membrillo y el clima. Hoy nada de ello queda y, lastimosamente, sustituido por el block, la varilla, los alimentos procesados y las prendas manufacturadas en la antípoda del mundo. Nada nos hace distintos; la globalidad ha ganado la partida: desaparecernos, borrarnos, en una masa uniforme de paisajes, de individuos.

En fin, este edificio del que estoy haciendo referencia es la hoy escuela primaria particular incorporada “Maestras de la Fuente”. Este edificio, del cual aún se conserva algo, es hoy la construcción más antigua que está en pié dando servicio a los niños de nuestra ciudad.

En efecto, construida a finales del siglo XIX (1897), esta construcción, ubicada en la calle de Moctezuma, principal vía pública de lo que fuera la Villa de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, albergó a lo largo de sus ya más de cien años a escuelas primarias de diverso nombre, algunas oficiales y, la mayoría, particulares. Es la Escuela Oficial para Niños Número Tres que tuvo su funcionamiento durante la época del porfiriato y que finalizó llamándose Escuela Oficial Municipal “Justo Sierra” en el período posrevolucionario y cardenista para luego pasar la finca a manos particulares que fundaron la escuela primaria particular incorporada “Del Sagrado Corazón” que en los sesentas dio paso al Colegio particular Incorporado “Guadalupe Victoria”. Ya en los setentas, a inicios de ésta década el Colegio fue cedido por la congregación de religiosas Guadalupanas a sus homólogas denominadas Salesianas que, cambiándole el nombre por el que actualmente ostenta, “Maestras de la Fuente”, hoy sigue albergando a niños del sector centro sur de la ciudad.

A continuación te ofrecemos la reproducción de algunos textos y extractos estadísticos y que están resguardados en esta memoria colectiva que es el Archivo Histórico de la SEDU, sobre alumnos y el personal que trabajó en este añejo edificio cuando aún dependía de la entonces Dirección General de Instrucción Primaria. Hagamos pues esta evocación del tiempo ya ido definitivamente pero, de algún modo, retenido, tozudamente, por estos maravillosos papeles que están a tu disposición estimado lector.

Si bien, la Escuela Número Tres para Niños comenzó a funcionar de manera oficial en septiembre de 1899, un mes después de creada la Dirección General de Instrucción Primaria, no se tiene en este Archivo Histórico noticias de ella sino hasta enero de 1910. Las estadísticas la registran bajo este guarismo y en la categoría de Segunda Clase (es decir, sólo contemplaba la instrucción elemental de primero a cuarto grado).

Como su nombre lo indica, era para niños y contaba, en ese año, con una asistencia media mensual de 149 alumnos repartidos inequitativamente entre los cuatro grados escolares: 72 en primero, 43 en segundo, 25 en tercero y 9 en cuarto grado.

Los nombres del personal docente eran: Director, Manuel Ramos, Ayudantes profesores: Candelario Ortíz, Alejandro Garza y Julián García. Cabe destacar que solamente el Director de la Escuela tenía título de profesor normalista.

El mobiliario estaba constituido por 62 mesas bancos de armazón de fierro, cuatro mesas y cuatro sillas para los profesores y no poseía escritorios.

Para octubre 31 de 1910, a veinte días de iniciar la Revolución Mexicana, la nómina de esta escuela había cambiado sustancialmente y sólo el Director, profesor Manuel Ramos, conservaría su puesto hasta junio de 1915. Así, Josefa Calderón, Mariana Oranday y Martín V. González se incorporaban a la planta de maestros, aunque sin título normalista.

Otros docentes que destacaron en el magisterio coahuilense y que laboraron en este plantel, aunque ya con el nombre de Escuela Oficial “Justo Sierra”, fueron la profesora Jovita Varela Sánchez, Feliciana Álvarez Solís (de destacada trayectoria magisterial y sindical), Jovita Moreira Cobos, hermana del maestro Rubén Moreira Cobos, Marciana Natera y el profesor Elías Campos Aguilar.

Será hasta el ciclo escolar de 1919-1920 en que la escuela deje de ser elemental y, además, cambie de nombre por el de “Justo Sierra”.

En esos veinte años transcurridos (1899-1920) y en los cuales se vivió un periodo de profundas transformaciones, la Escuela Número Tres para Niños reflejará sustancialmente la característica principal de la escuela anterior al México surgido de la Revolución Mexicana: la presencia en sus aulas de docentes no titulados.

En un Libro de Matrícula del período escolar 1914-1915, resguardado en este Archivo Histórico, encontramos anotados los nombres de algunos alumnos que asistieron a esta escuela para niños: Luis Rodríguez, Jesús Noriega, Pablo Moreno, Juan Hernández, Natanael Rodulfo, Genaro Gómez, Joaquín Reyes, Isabel Hernández, Marcos Valerio, Enrique Rodríguez, Juan Almanza, Teófilo Meza, David Rubio, Francisco Valle e Isidoro Rodríguez.

Para finales de junio de 1919, en que finalizó esta primera etapa del antiguo edificio que hoy nos ocupa, la escuela contaba con 118 alumnos repartidos en los cuatro años escolares. Y, la planta de maestros que cerró este ciclo fueron: Mateo Díaz, Director (titulado), Jovita Varela Sánchez, Ayudante (titulada), María G. Aguirre (titulada), Felipe López (no titulado), María Valdés (titulada), María Ignacia Díaz (no titulada) y Eloísa González (titulada en Monterrey, N.L.).

De 1919 a 1948 el edificio continuó en manos del Municipio y con la tarea de albergar en sus aulas a los niños que habitaban los barrios del sur de Saltillo, principalmente de lo que antiguamente se conoció, como ya se ha señalado, San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

Esos casi treinta años posteriores a la Escuela Número 3 para Niños, pasó a llamarse, en adelante, Escuela Superior para Niños “Justo Sierra” y cedió, con el andar del tiempo, su lugar a escuelas religiosas particulares de las cuales nos ha sido casi imposible obtener datos relevantes. Sin embargo, cabe hacer hincapié en el hecho de que el edificio aún sigue dando cobijo y sombra a cientos de niños saltillenses que día a día cruzan el hermoso arco de entrada al lugar centenario que parece decir: “aún existo”.

 
 
 
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