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Agosto 2013

Edición No. 294
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eloy dewey castillaEl retiro de Eloy


“¿Qué es la verdad? Pregunta difícil. Pero la he resuelto en lo que
a mi concierne, pensando que es lo que te dice tu voz interior”.
Mahatma Gandhi.



Arnulfo Favila Izaguirre.

No es el tema, por supuesto el de tantas y tantas despedidas de los ruedos que ha hecho el maestro Eloy Cavazos. No. Es preciso abordar un tema que a causa de la mordaza oficial quedó en el olvido. Y es que estaba el sexenio de Enrique Martínez apenas tomando forma, cuando sorpresivamente, Eloy Dewey Castilla declina en la posición de Secretario de Finanzas que le había encargado Martínez y Martínez. El rumor corría, como lo sigue haciendo, encarnando al medio de comunicación poderoso y libre que es; el rumor no pasa por la censura de una sala de redacción, de una jefatura de información y no sucumbe ante la llamada imponente que dicta la línea editorial a cambio del contra recibo del fin de mes.

Así, el rumor es pues libre, aunque editado de café en café o de bar en bar; de celular a celular y hasta de cama en cama. Sin embargo, mantiene su esencia. El dato duro, el tema. De ese modo y aclarando que mi intención es clara y manifiesta: Abordar un tema que quedó en el olvido y que por alguna razón -que por supuesto también explicaré-hoy quiero recordar.
Corría diciembre del 99. Habían transcurrido 17 días desde la toma del poder, y Enrique había anunciado a Eloy Dewey como el Secretario de Finanzas; empresarios, comerciantes, profesionis- tas y hasta partidos opuestos al del gobernante, daban testimonio de complacencia por el nombramiento entregado a un hombre probo. Repentinamente, la oficina de comunicación del ejecutivo anunciaba la dimisión del tesorero, “por motivos personales”… ¡hay de aquel que se atreviera a cuestionar a Martínez! Nadie lo hizo y el tema se fue perdiendo, no obstante que Eloy permaneció atento y activo en el desenvolvimiento de la sociedad.

Devolvió el nombramiento a su amigo y huyó de la complicidad, del encubrimiento y del riesgo de enlodar su nombre, de someter principios al capricho intrigoso de la complicidad transexenal que encadena conciencias torcidas con el único afán de cuidarse las espaldas.

Enrique había conseguido ser el candidato al gobierno en contra de la voluntad de su antecesor, al que había combatido políticamente seis años antes. Y aunque se habla de uno y mil rumores en cuanto a la casi nula relación entre ellos, lo cierto es que Rogelio Montemayor es un hombre sensato, maduro y audaz que jugó con las reglas exactas de la política mexicana.

De esa forma, se reúnen en la Ciudad de México Enrique Martínez, Eloy Dewey y Baltazar Hinojosa, quien se había desempeñado como director de egresos del gobierno y en materia de maquinaciones financieras era El Hombre de Montemayor.

La reunión tenía un solo propósito: Cuestionar a Baltazar irregularidades y faltantes que se habían encontrado en los meses que transcurrieron desde la elección de Martínez, hasta la fecha y más aún, del primero al 17 de diciembre. La respuesta de Baltazar fue contundente y lapidaria: “Es lo que se gastó en tu campaña”; pasó luego a desmenuzar las cuentas y al final a lograr el acuerdo de confidencialidad que mantendría “limpia” la imagen de los gobernadores. A su regreso del Distrito Federal, Eloy comunicó su decisión a Martínez quien con su frugal gesto ensayado para un caso como tal, recibió la renuncia y pasó a nombrar a Javier Guerrero, el que por obvia razón debemos entender, avaló y se conformó con las condiciones de confabulación planteadas ¡“En un acto de civilidad Política”!

Esa es la historia, ahora vamos a razonarla en muy sencillos tres pasos:

PRIMERO: Si fuera cierto, como muchos dijeron y otros sostienen, que Enrique y Montemayor tenían una rivalidad declarada -opinión en la que me inscribo-; luego entonces ¿Por qué nunca se asomó nadie a las cuentas del mandato del salinista?, y vaya que había tema, dejo un enlace de Proceso y cito un párrafo textual de una nota de redacción del semanario: http://www.proceso.com.mx/?p=242582

Entre los clientes del despacho Marcelo de los Santos y Compañía, sobresale el gobierno de Coahuila en el período de Rogelio Montemayor (1993-1999), que según denuncias dejó un reguero de negocios al amparo del poder. El manejo de las finanzas públicas fue tan desaseado que el nuevo tesorero Eloy Dewey se horrorizó y presentó su renuncia pocos días después de ocupar el cargo (Proceso 1208)

Las cuentas alegres de Montemayor, actualmente prófugo de la justicia por presunto peculado en perjuicio de Pemex, fueron avaladas por el despacho de De los Santos, quien fue contratado gracias a su amistad con el entonces contralor Juan Antonio Cedillo, parte de la camarilla coahuilense que el exgobernador se llevó a la paraestatal y que en su mayoría comparte hoy su suerte

SEGUNDO: En efecto, políticamente rivalizan, pero no ha habido de parte de ninguno de los dos personajes señalamientos, ni declaraciones que lastimen el uno al otro -al menos públicas-.

TERCERO: Es clarísimo que Baltazar, hasta que regresó a su Tamaulipas, después del mandato de Montemayor, nunca había tenido otro patrón, -y vaya que los elige, el otro fue Yarrington-, no había, ni tendría porque haber un lazo ni político, ni de amistad entre el ex alcalde de Matamoros y el Secretario de Agricultura. Hoy, Hinojosa es el director de ASERCA, el brazo comercializador del campo mexicano de gran presupuesto. Lo nombró Enrique Martínez.

Ahora la razón: Me enteré que Eloy dio aviso a la redacción de El Periódico de Saltillo, que se ausentaría en la edición pasada, ya que se encuentra enfrentando una batalla más. Lo hace como lo ha hecho con todas, como en el ICAI, como en los negocios, como en la política: Con dignidad, aplomo, sobriedad, nobleza y mucho carácter.

P.D: Amigo Eloy: Alíviate, que le haces falta a la humanidad.

 
 
 
favila6am@gmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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