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Diciembre 2013
Edición No. 298
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escuela1909 o el despertar de una conciencia


Alfredo Velázquez Valle.

 

El pasado 20 de noviembre se conmemoraron ciento tres años del inicio de la Revolución mexicana de 1910. Han sido muchos los años transcurridos desde aquél momento histórico; así como muchos, los logros que trajo consigo este movimiento social que desbordó las estructuras existentes que pesaban sobre la vida de los mexicanos de aquel inicio de siglo.

En efecto, el desarrollo económico alcanzado durante la dictadura férrea del general Díaz, no alcanzó a compensar los enormes rezagos sociales de una población eminentemente campesina y pobre en grado alarmante.

Los más de treinta años que abarcó este periodo (1876-1910), sentaron las bases del desarrollo capitalista de una nación que se inscribía en un mercado internacional donde las grandes naciones imperialistas acaparaban el sector industrial y el comercio de productos y donde las naciones de segundo orden, como nuestro país, aportaban las materias primas y la mano de obra que aquellos emporios demandaban.

En la lógica de este sistema mundial de producción donde cada nación, cada región y cada sociedad debía de cumplir una función, el pueblo de México padeció esta inequitativa división del trabajo y para ello el régimen del general Díaz se avocó con celo, con esmero desmedido.

El privilegio, la segregación, el racismo y la explotación del trabajo fueron los recursos mediante los cuales se alimentaron las poleas que mantenían en movimiento una sociedad que demandaba el orbe mundial, el mundo del los imperios coloniales y las potencias rapaces como los Estados Unidos. A ese mundo, a este destino quedó desde hace más de un siglo nuestra nación encadenada.

El contexto al interior del país era insufrible: la gran masa de campesinos vivía sin algún derecho laboral, los trabajadores de las contadas ciudades de importancia carecían de una legislación al respecto y las demandas de las capas medias veían un aletargamiento económico que desmerecía sus aspiraciones sociales.

Entre las élites económicas del país también había graves y profundos desacuerdos. La aristocracia porfirista aglutinada en torno del viejo general y los inversionistas extranjeros, se oponía a otro sector, liberal y progresista, que demandaba cambios políticos que permitieran su entrada a la palestra de las grandes decisiones nacionales.

En este gran mosaico de contradicciones, donde los intereses de clase chocaban con frecuencia y en ocasiones devenían en violentos enfrentamientos, los maestros de México sufrieron y pusieron su parte en sacrificio y entrega.

Efectivamente, las condiciones laborales del magisterio en este inicio de siglo, no fueron en modo alguno favorables a su desempeño. Muchas desventajas, frecuentes abusos y la poca estima que por su labor de educadores merecía por parte de las autoridades de aquel entonces, completaban un cuadro bastante sombrío de su vida como propagadores de la educación.

Además, el apoyo dado a las escuelas elementales de instrucción primaria por el Estado porfirista distaba mucho de logros sustantivos en el desarrollo integral del educando. La memorización de conocimientos anacrónicos, rudimentos de aritmética, lecciones elementales de lengua nacional y un fragmentado relato de Historia nacional completaban, en la práctica, el plan de estudios de la escuela primaria en este periodo referido.

Aún más, quienes estaban al frente de estas escuelitas eran personas que no siendo maestros normalistas (por no haberlos), improvisaban sus clases y con frecuencia lo hacían mediocremente llevando a resultados que distaban mucho en calidad de aprendizaje y aprovechamiento de recursos.

Un pueblo inculto, con graves rezagos educativos y dirigido por personas que improvisaban el quehacer docente eran, en síntesis las características generales de la escuela a inicios del siglo XX.

En todo ello, sin embargo, había una conciencia popular que pugnaba por acabar con este orden de cosas que segregaba, y restringía lo que hoy conocemos como derechos humanos, a un puñado de grandes y acaudalados propietarios.

Dicha conciencia fue tomando forma y profundidad conforme se agravaba la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población nacional. Los levantamientos campesinos, las huelgas obreras y las manifestaciones de descontento aumentaron en número e intensidad. Era el lento pero seguro despertar de un pueblo que tomaba conciencia del valer de su trabajo como generador de la riqueza que otros se apropiaban. A ello contribuyeron las capas ilustradas de los trabajadores como abogados, pequeños comerciantes, periodistas y profesores.

Pronto, surgieron agrupaciones, sobre todo en las ciudades, que se avocaron a defender los intereses gremiales de los trabajadores por ramo, área o profesión.

Aunque prohibida la actividad sindical, de reunión o de libertad de ideas a través de la prensa, estas asociaciones lograron en ocasiones burlar la vigilancia policiaca del Estado represor para organizarse y defenderse de los abusos que con frecuencia se cometían en su contra. En otras ocasiones no fue así e incontables actividades reivindicativas de los trabajadores del campo y la ciudad fueron apaciguadas a garrote limpio o deportación mortal a las grandes plantaciones esclavistas de Yucatán.

Esto se sabía, y por ello se cuidaba en extremo la organización y actividad que se realizaba a espaldas del régimen dictatorial. En muchas ocasiones las reuniones eran delatadas por agentes secretos de la policía estatal inmiscuidos en estos movimientos y desmanteladas cuando sesionaban, o por separado, cuando se conseguían listas de los involucrados en dichas reuniones “subversivas”.

En este mes que conmemoramos otro aniversario del inicio de la revolución mexicana, te presentamos el siguiente documento que obra en el Archivo Histórico de la Secretaría de Educación y que contiene una advertencia, nada velada, por parte del gobierno estatal al magisterio coahuilense, para que se avoque exclusivamente a “enseñar” y dejarse de reuniones en privado, sentenciando que si así fuese el peso de la ley – porfirista- sería aplicado sin contemplación alguna.

“La Secretaría de Gobierno en oficio girado en la sección segunda bajo el número 3060 y con fecha 17 de septiembre en curso, dice a esta oficina lo siguiente:

Ha llegado a conocimiento del Ejecutivo del Estado que algunos profesores y profesoras de esa escuela y que, por lo mismo, dependen de la dirección a su digno cargo, olvidando los altos y sagrados deberes de su ministerio, celebran reuniones privadas para tratar en ellas asuntos diversos y enteramente ajenos a la noble misión del magisterio, lo que pudiera quitarles el tiempo, distraer su atención, relajar la disciplina y extraviarlos de la senda que deben seguir el profesor honrado que sabe cumplir con su deber y llevar las obligaciones que ha contraído para con la sociedad como mentor de la juventud estudiosa.

En tal virtud, deseando el C. Gobernador evitar esos males que pudieran ser de trascendentales y funestas consecuencias para el profesorado y los alumnos de ese Instituto, en acuerdo de hoy, ha tenido a bien disponer se diga a Ud. como lo verifico, que investigue lo que haya de cierto sobre el particular y amoneste de una manera prudente, pero no falta de energía, a los señores profesores que asistan a esas reuniones sospechosas, haciéndoles ver la conveniencia de apartarse del mal camino que pretenden seguir, con tanta mayor razón, cuanto que, siendo personas ilustradas, que deben conocer lo delicado de su misión y el estricto cumplimiento de sus deberes, de que están pendientes las autoridades, los padres de familia que les tienen confiada la enseñanza y dirección de sus tiernos hijos y la sociedad en general, es más censurable su conducta, precisamente por lo delicado de su misión de educadores; sin que por esto se entienda que se les coarta su libertad de pensar, ni que se les restringa sus derechos de ciudadanos a los que lo sean, para que los ejerciten convenientemente en asuntos políticos; haciéndose saber a los mismos Sres. Profesores, que el Gobierno está resuelto a corregir con mano firme todos los abusos o incorrecciones que puedan redundar en desprestigio de ese Instituto o sea contra el buen nombre de la Administración, y que lamentará que personas educadas den motivo para tales correcciones, distrayendo así a las autoridades de otras atenciones propias solo de personas que no han pasado por las aulas.

Lo que por disposición superior comunico a Ud. para su conocimiento a fin de que se sirva transcribirlo a los Directores de las Escuelas Oficiales de su Distrito.



LIBERTAD Y CONSTITUCIÓN
Saltillo, á 20 de septiembre de 1909.

José García Rodríguez (rúbrica)

Al c. Director del Distrito del Centro. Saltillo, Coah.

 
 
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