Al fin, López Obrador le
puso un freno a AMLO
Adolfo Olmedo Muñoz.
En la última semana de noviembre, cambiaron diametralmente los acontecimientos, y de los peores augurios se pasó a una incertidumbre inusitada. Luego de temerarias declaraciones de Andrés Manuel López Obrador en las que amenazaba con hacer transitar al país a un clima de choque, de enfrentamiento y de mayor desestabilidad, provocando incluso una reacción de desobediencia civil, y el bloqueo “pacífico” de las sedes del poder legislativo con el fin de no permitir la reforma energética, planeada por las facciones “centro derechistas” y avalada por el presidente Peña Nieto. El tristemente célebre “Peje” sufrió un ataque cardiaco por lo que tuvo que ser intervenido de emergencia.
Para los “lopezobradoristas” se pasó en unos días del gozo al pozo, diluyendo considerablemente el clima de peligro que se cernía en el ámbito político de nuestro país. Sin embargo, aunque parece que el “peligro” ha pasado, surge una interrogante más difícil de predecir, pues con la aparición del vástago del peje, Andrés Manuel López Beltrán, no sabemos si se radicalizará aun más la situación y se caiga de manera más irresponsable en un clima de provocación y reto a las autoridades.
Lo que parece un final feliz con el freno de la imprudencia de López Obrador provocado por el mismo López Obrador, abre nuevas interrogantes, pues sabemos que en esas organizaciones de minorías dogmatizadas, es frecuente ver que se hereden los liderazgos.
La verdad es que la reaparición del ex candidato presidencial, derrotado en dos ocasiones, parecía que opacaría la atención de la insurrección “tolerada” por la tibia respuesta del gobierno de la federación, a los hechos delictivos “institucionalizados” en los estados de Michoacán y Oaxaca, donde sendos gobernadores alimentan la delincuencia en una abierta connivencia con delincuentes del magisterio (bueno de ese seudo magisterio alimentado por analfabetas funcionales, ladrones, mañosos y oportunistas políticos de bolsillo, incrustados en esas “izquierdas” tan proclives a corromperse cuando se encumbras en cualquier puesto por más que la altura máxima sea la de un ladrillo.
Aunque en el caso de los Estados de la federación aludidos no son cualquier cosa pues cuentan con presupuestos jugosos a la corrupta disposición de los arribistas que, evidentemente se han mofado de gobernación y de la misma presidencia de la República.
Por lo que toca a la llamada reforma política, se destaca por su cinismo, el gusto por lograr que los diputados puedan ser reelectos, luego de argumentar que un solo período, no bastaba para “prepararse” y realizar una mejor tarea en el congreso. Una estupidez como esa equivale a decir que nuestros legisladores, ignorantes, llegan al puesto para entonces aprender a ser políticos, administradores públicos, con lo cual se premia a la mediocridad en lugar de estimular a los estudiosos, los políticos de carrera, a los jóvenes preparados que destaquen, en el ámbito de la preparación y no ir a dar las “fallas” en el campo laboral, que en este caso no es cualquier cosa, pues se trata de manejar el destino de nuestro país.
Por eso estamos como estamos. Pero lo peor es que iremos a “Guatepeor”, pues ahora tendremos que mantener a esos parásitos por más años, para que al final, y lo veremos al tiempo, salgan siendo los mismos hemionos que prestidigitaron los partidos.
Por lo menos parece que hay una corriente de opinión favorable al criterio de disminuir a los súper “baquetones” diputados de mayoría, que no son más que cuotas de un poder falso, tolerado por el sistema.
En realidad, el panorama en la política nacional, se ha desdibujado más de lo que ya padecíamos.
En el ámbito local. Alguien me podría decir en qué radica el chiste del slogan de: “Una nueva forma de gobernar”.
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