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Diciembre 2013
Edición No. 298
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RIEMS

Samuel Cepeda Tovar.

Con este acrónimo, se define a la loable pero vacua Reforma Integral a la Educación Media Superior; medida o reforma que plantea una serie de objetivos entre los que destaca el que me parece resulta ser la médula de dicha reforma: la inoculación de una serie de “competencias” que los alumnos deben adquirir en su travesía por la educación media superior, con el supuesto objetivo de formar ciudadanos integrales, sensibles y “aptos” para las vicisitudes que plantea el contexto de la llamada “aldea global”.

La idea en sí no es deleznable, pues endosar el fracaso de nuestro sistema educativo a la educación primaria y secundaria me parece poco certero debido a que la educación media superior también adolece de falencias que es preciso señalar. Como docente del sistema medio superior, al igual que varios compañeros, cumplimos con ciertos requerimientos para poder acceder a un documento que nos certifica como docentes con competencias, sin embargo, la realidad dista mucho de las buenas intenciones de las reformas.

Para empezar, la revisión de teorías relativas a la manera de aplicar educación con enfoque competitivo no dista mucho de lo que actualmente se hace, pues la mera revisión de algunos textos y la presentación de una evaluación con un grado de complejidad sumamente sencillo nos han facultado como docentes certificados en competencias. Es decir, cumplir con meros formalismos no es garantía de haber obtenido las herramientas para cambiar a la juventud de nuestro país y formar a los próximos ciudadanos que este país necesita. Sin embargo, el “papelito” obtenido con extrema facilidad avala que somos ya formadores de ciudadanos, lo cual es una falacia a todas luces ostensible.

Por otro lado, no existen parámetros que permitan evaluar realmente ni a corto ni a mediano plazo la efectividad de esta reforma, pues lo ideal sería que existieran plazos perentorios para medir la eficacia de la reforma, así como evaluar a los docentes que ya estamos certificados para comparar resultados en alumnos en escenarios previos y posteriores a la aplicación de la reforma. La evaluación a la largo plazo permite verificar si realmente la reforma ha tenido resultados, pero para ello hay que tener objetivos a cumplir, sin embargo, no existen dichos objetivos, pues la pregunta idónea sería ¿Cuáles son la características de los jóvenes egresados con competencias en comparación con aquellos que carecen de las mismas? Resulta difícil explicarlo.

Países como Finlandia, que tiene los mejores niveles educativos en el mundo, jamás han aplicado reformas como la RIEMS ni han intentando encontrar el hilo negro de la educación de calidad con resultados inobjetables; simplemente, han invertido esfuerzos en la capacitación de docentes, no sólo en técnicas pedagógicas, sino en evaluaciones de conocimiento sobre las asignaturas que imparten, porque no puede haber nada peor que un docente impartiendo una materia sobre la cual no conoce más que los preceptos básicos que vienen enmarcados en su programa escolar.

Me parece que la confección de ciudadanos va más allá de tratar de aplicar un enfoque educativo que no es garantía de éxito, pues los países desarrollados no lo aplican, y de nada sirve reformar si el cimiento axiológico de una sociedad está podrido. Y es justamente ahí por donde debemos empezar.

 
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