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Enero 2013
Edición No. 287
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david aguillon

Que acá el PRI va por todo


David Guillén Patiño.

“Vamos por todo”, ha dicho el mandamás estatal del Partido Revolucionario Institucional, David Aguillón Rosales, pretendiendo así espantar “con el petate del muerto” al adversario, camino a las elecciones para renovación de ayuntamientos, a celebrarse el próximo 7 de julio.

Desde luego, se entiende que el humbertista no hace más que cumplir, aunque en solitario, con un aspecto importante de su encomienda: infundir entre sus correligionarios la idea de que el PRI seguirá manteniendo su hegemonía en la entidad. Nada más falso que eso. En principio, ¿cómo puede hablar así el líder de una organización que, hoy por hoy, se aprecia hondamente escindida y en desbandada?

Mientras tanto, en su empeño de ganar las 38 “canicas” que están en juego y, de paso, salir a flote de los desatinos administrativos y políticos que el gobierno estatal ha cometido a lo largo de los últimos siete años, el partido en el poder no tendría ahora más alternativa que la de poner en práctica, una vez más, artificios incompatibles con un proceso electoral verdaderamente limpio y democrático.

Hay indicios de que, frente a una creciente oposición y ante aspirantes con gran carisma, los operadores de David Aguillón están resueltos a privilegiar el arte de la disuasión, con todo y los “métodos” que ello implica. No es para menos, el reto es descomunal: según sus propios cálculos, el tricolor sabe que está a punto de perder entre 12 y 15 alcaldías, es decir, 40% de los ayuntamientos.

Quizá sea por eso que de un tiempo a la fecha se habla incluso de “infiltrados” priistas en las filas panistas y de otros partidos. Esto serviría para conocer la vida pre-electoral de cada partido y, de ser posible, para que los mismos “colados” se promuevan como candidatos, lo que significaría poner “al servicio del rey” tanto los espacios, como la militancia y los recursos de los partidos vulnerados, como podría ser el caso de Miguel Ángel Wheelock, priista de hueso colorado que, junto con Isidro López (a quien éste ya deslumbró), le disputan al albiazul Carlos Orta Canales la candidatura a la alcaldía de Saltillo.

No por nada, el dirigente estatal del Partido del Trabajo, Virgilio Maltos Long, ha dejado muy clara su postura, según ha dicho, pintando su raya, la cual no deberán cruzar las huestes de Rubén Moreira. De este modo, imita lo que en el mismo sentido hizo el PRD coahuilense, al que por cierto se le ve muy movido, en vista de los próximos comicios, haciendo suyo el refrán “a quien madruga, Dios le ayuda”.

Por ahora, el futuro del PRI se ve tan comprometido que “ya no tiene nada qué hacer” en al menos cinco importantes municipios, juran mis fuentes. Así pues, me temo que 2013 será recordado en Coahuila como el año del voto de castigo para el partido de Enrique Peña Nieto.

En aras de la objetividad, es pertinente reconocer la capacidad que posee el Revolucionario Institucional para resurgir de entre los escombros de batallas donde se le ha dado por muerto. ¿Podrá repetirse esta historia en la entidad? Todo hace pensar que no, pero tampoco podemos descartarlo.

Ciertamente, lo peor que el tricolor puede hacer en estos días es seguir solapando los evidentísimos zipizapes internos que le mantienen al filo de la navaja. A este respecto, sería interesante saber si Aguillón tendrá las agallas o la libertad para hacer valer los postulados del partido y disciplinar a los responsables de los antagonismos que se han suscitado, sobre todo desde que Humberto Moreira rompió lanzas. ¿O es que más bien se debería preguntar al dirigente estatal a cuál bando del PRI sirve?

 

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