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Enero 2013
Edición No. 287
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samuel rodriguez

Circunstancias de gobierno y elecciones


Jorge Arturo Estrada García.

El 2012 fue un año pésimo para Coahuila, y para Rubén Moreira. Los escándalos y la violencia colocaron a la entidad en los medios nacionales e internacionales en forma muy negativa. Su primer año de gobierno transcurrió entre las crisis, las emergencias, la parálisis financiera y el control de daños. Mucho sobresalto y nada de lucimiento.

Luego de un primer año desastroso, parecería obvio que lo mejor está venir. Pero, habrá que hacer ajustes. O acostumbrarse a transitar con calificación de seis en las encuestas, en aprobación, durante todo su sexenio.

Rubén Moreira encontró a un estado polarizado y con la población irritada, que reprueba los excesos del gobierno de su hermano Humberto. Y que por extensión, también lo rechaza a él.

A su estrategia de gobierno le urge un cambio radical. Los resultados del primer año lo demuestran. Metió orden a las finanzas, enfrenta a la delincuencia y publica periódicamente cuentas, pero no conecta con amplios sectores sociales de los coahuilenses.

Con todas las piezas en un nuevo acomodo, en los escenarios nacional y estatal, Rubén cambia su estrategia partidista, pero no cambia en los énfasis de su gobierno. Esto no es bueno, el gobernador requiere aprecio a su trabajo y los ciudadanos reclaman resultados.

Desde su llegada al Palacio Rosa, dejó en claro a toda la clase política local que él era el gobernador, principalmente a su hermano. Y así, concentró todo el poder y las decisiones.

La llegada de Enrique Peña Nieto a Los Pinos, le arrebató gran parte de ese poder político. Resignado a su debilitamiento acelerado, Rubén Moreira ha escogido conciliar. Por lo menos, en lo partidista y al interior de su partido. Todo 2012 tuvo la oportunidad de imponer su voluntad. Y se llevó varias derrotas.

Sin embargo, no ha renunciado a ser el jefe del PRI en Coahuila, ese rol lo desarrolla intensamente. En el Gobierno de la Gente, Humberto y Rubén, conjuntamente, designaron a los candidatos a alcaldes, ahora lo volverán a hacer indudablemente, pero la mano de Peña Nieto estará metida sin duda. El presidente lleva mano.

Las elecciones federales de 2012 dejaron como lección que la estructura del PRI está dividida y que Humberto Moreira todavía tiene mucho control sobre ella, a través de Samuel Rodríguez. Miguel Ángel Riquelme, desde su cartera de Desarrollo Social no pudo arrebatársela y ahora hay la necesidad de negociar con el grupo político del exgobernador.

Diversas fuentes señalan que Humberto, antes de irse al exilio en España, “repartió” parte de su herencia. Así, Samuel ha sido convertido en un importante empresario de medios, Radio Grande de Coahuila integra a siete estaciones de radio y a un periódico en Monclova que está por entrar a la circulación. Otras 4 o 5 radiodifusoras reforzarán a otros grupos afines a HMV. Por lo que su grupo político y de presión se ha consolidado.

Rubén requiere presentar candidatos que salgan bien en las encuestas internas, para que sean palomeados desde las alturas. Sólo así podrá colocar a sus “gallos” en las boletas.

De esta forma, el gobernador se ha convertido en el arquitecto de la candidatura de Riquelme, para Torreón. Y también ha contemplado reciclar a Fernando de las Fuentes y a Ricardo Aguirre, para Saltillo y Ramos Arizpe.

Torreón es un campo minado para el PRI, y Riquelme no es un dechado de virtudes ni de simpatía. Fernando de las Fuentes y Ricardo Aguirre fueron alcaldes nefastos, frívolos y holgazanes. Ellos reflejan y comparten con Humberto Moreira la época de la corrupción policiaca, los derroches y el endeudamiento.

Los buenos candidatos no necesariamente se traducen en buenos alcaldes y funcionarios. Tanto Eduardo Olmos, como Jericó Abramo y Ramón Oceguera han sido pésimos presidentes municipales. Las policías municipales no pueden ni siquiera cuidar los cables del alumbrado público, las alcantarillas, las estatuas y las escuelas, mucho menos cuidar a los ciudadanos y sus patrimonios. Ellos son los responsables directos de que enormes sectores de las ciudades se hayan perdido y sean muy peligrosos para sus habitantes.

Saltillo, Torreón y Ramos están fuertemente endeudados, y en cuatro años no se hicieron obras importantes. Tanto Jericó, como Olmos y Oceguera se dedicaron a impulsar sus carreras políticas con enormes presupuestos publicitarios.

Las elecciones del 2013 presentan focos rojos para el PRI en muchos puntos de la entidad. David Aguilón, al frente del tricolor, no es Rubén Moreira, ni tampoco tiene un brazo derecho como María Esther Monsiváis, para que saque los resultados sin problemas. La estructura está debilitada y dividida, Samuel deberá hacer su parte y no jugar las contras. Será una prueba de fuego para la carrera política de David Aguillón.

Para tratar de contener a los aspirantes, el PRI intenta implementar filtros y candados. Entre ellos, llama la atención la intención de someter a pruebas de confianza a los “calefactos”. Estas pruebas incluirían antidoping, sicológicas, polígrafo y patrimonial con apertura de cuentas bancarias. Se piensa que eso detendría a muchos personajes políticos a decidirse a participar como candidatos.

Al gobernador se le fueron los refuerzos de su gabinete. Su equipo ha sido modificado en más de una docena de ocasiones. Igual que su hermano, los enroques y salidas de funcionarios se convierten más en regla que en excepción. Los resultados son escasos y hay que acelerar el paso.

Por el momento, es evidente que Rubén ha escogido dos personajes para implementar sus acciones: David Aguillón en el PRI y María Esther Monsiváis en el ámbito gubernamental. Cabe mencionar que ambos personajes están en pugna constante. Esto indudablemente se refleja en la generación de bandos al seno de la administración gubernamental. Y en sus resultados.

Aguillón fue un personaje muy importante con Humberto Moreira. Él compitió abiertamente con Javier Villarreal para conservar su cercanía con el entonces gobernador. David encapsuló a Humberto y concentró un enorme poder en el Gobierno de la Gente. Desde ese poder apoyó decididamente al proyecto de Rubén Moreira, para conquistar la gubernatura. Y también se ganó, ampliamente, la confianza del ahora gobernador.

El primer tramo del gobierno estatal fue difícil. Sin dinero, con la entidad en poder de la delincuencia, combatiendo al activismo político de su hermano y en medio de escándalos. Y con una estructura gubernamental inoperante e incapaz, hubo muy poco margen para el lucimiento.

Rubén ha logrado poner orden a las finanzas y trata de contener la violencia de la delincuencia. Coahuila fue escenario de más de mil ejecuciones, miles de asaltos, robos, extorsiones, secuestros, fuga masiva de reos y hasta pérdida de cadáveres en 2012.

Sin dinero y sin obras. Obligado a gastar 4 mil millones anuales en abonos a la mega deuda y sólo mil 400 millones para obra pública. Forzado al aumento de impuestos y a continuar el cobro de la impopular Tenencia; y atado a la camisa de fuerza que le pusieron las calificadoras tras el desastre financiero del moreirismo, al gobierno estatal sólo le queda cobijarse a la sombra de la federación y a ser más productivo.

Rubén debe comprender que el 2013 le ofrece un nuevo comienzo. Que la gente todavía no lo conoce bien, ni le reconoce sus virtudes y potencial. Que su imagen ha estado ligada estrechamente a la de su hermano, que se resiste a abandonar la escena pública. Y que el estado sigue dividido y poco se ha abonado por la unidad.

Su aparato de comunicación social no ha sido apto para comunicar y convencer. Se limita a difundir mensajes flojos con verdades a medias y cifras maquilladas. Y lo hace mal, se abordan temas que ni siquiera impactan.

Los paseos por el centro de Saltillo, no son cercanía. Las agendas apretadas no le abonaron nada en percepción positiva. La competencia con su hermano y antecesor no es de simpatía, popularidad, o regalo de dádivas. Es de contrastes.

Las clases medias, básicamente, son quienes reprobaron a Humberto y rechazan todo lo que huela a moreirismo. Estas clases medias ilustradas demandan capacidad, honestidad y resultados reales a sus problemáticas. Los ciudadanos sólo se ocupan de los políticos cuando son molestados y afectados por sus excesos e ineficiencias.

Los coahuilenses deben ser convencidos que Rubén no es Humberto. Y que las mentiras, las frivolidades, los autoritarismos, la corrupción y los derroches ya son cosa del pasado. Que ahora hay mayor capacidad y decisión.

Las modificaciones en masa de las leyes no impactan en la opinión pública, si no son aplicadas con justicia. Son los hechos los que importan. Ya fueron muchos discursos y muchas palabras.

Lo mejor está por venir, sólo si Rubén se conecta con los coahuilenses. Para ello, deberá de ser un dirigente de su partido más discreto. Para hacer ganar a los candidatos de su partido, Rubén deberá vencer a la mitad de los electores coahuilenses. Esto revivirá tensiones y agravios.

Al gobierno estatal le urge redefinir sus metas de corto y mediano plazo. El desarrollo de la entidad necesita nuevos clústers y evolucionar a la competitividad del siglo 21 en la era del conocimiento. Los ciudadanos demandan educación de calidad con parámetros de clase mundial. También, exigen recuperar ya, lo más pronto posible, la paz y la tranquilidad en sus barrios y colonias, con policías locales suficientes y certificados para que los protejan. Y que ellos también puedan pasearse sin temores.

En este momento, no hay confianza y no hay sueños, pero hay que recuperarlos. El gobernador debe urgir a sus colaboradores y a los alcaldes a dar resultados. En un año ya debieron haber aprendido.

Los coahuilenses no esperan un maratón de obras, ellos quieren que se generen las oportunidades para que sus familias vivan en paz y puedan prosperar. Quieren a un gobernador que transforme las palabras en hechos.

 

jjjeee_04@yahoo.com

 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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