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Enero 2013
Edición No. 287
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La puerta


Rufino Rodríguez Garza.


Escondido entre barriales y atravesado por el arroyo de Patos se localiza un lomerío bajo, un promontorio de aproximadamente 1 kilómetro de largo con dirección Sur-Oriente, de pocos metros de altura pero que guarda infinidad de vestigios de los antiguos cazadores recolectores, “los verdaderos dueños” de estos territorios (en términos del Profesor Carlos Cárdenas), donde con excepción de una difusa pintura y un modesto geoglifo, todo lo demás lo constituye una abrumadora explosión de petroglifos.

Los motivos son variados y podemos admirar desde complejos dibujos abstractos hasta esquemáticas figuras humanas donde fueron representados algunos chamanes en diferentes actitudes, símbolos de orientación, cómputos calendáricos, representaciones astronómicas (soles y estrellas), algunas armas como proyectiles, lanzas y propulsores (atlatl), pero sobre todo algunas figuras geométricas unas singulares grecas, un identificable símbolo territorial, algunos círculos concéntricos, pocas espirales, el “hongo” que lo podemos relacionar con el estilo El Pelillal o símbolo de territorio, un motivo que aunque ya habíamos observado se trata de dos líneas onduladas y paralelas que se repiten a lo largo de la loma.

Este lomerío es continuación de la cuesta paralela a la Sierra Pinta y que conocemos como “Paso de Guadalupe”. Hay grabados muy parecidos donde la loma se interrumpe por más barriales y arroyos que desembocan en el Arroyo de los Patos. Un rancho que vio mejores épocas, aun se aprecian bordos de antiguos canales, tierras emparejadas, tanques y ahora la soledad. Todo por la falta del agua. Ubicado a 3 kms aproximadamente de Paredón, donde el constante pasar de trenes rompe con la monotonía del lugar.

Entre los grabados vemos huellas de venado y de bisonte. El vandalismo es relativamente poco sólo recuerdos y pocos nombres con fechas, una modesta cruz colonial de la religión católica. Del rancho dan cuenta unas casitas de adobe de un solo cuarto, y entre las labores unas pequeñísimas construcciones para guardar los aperos de labranza.

Un elemento dañino a los petrograbados, sobre todo los que ven hacia el norte, es el llamado líquen (planta criptógama, constituida por la reunión de una alga y un hongo, que crece sobre rocas y paredes. Larousse). Esta plaga cubre frecuentemente los petrograbados preponderantemente la cara norte, por ser ésta la que contienen más humedad y permite la proliferación del líquen. Esto es observable en el sitio de Rancho Nuevo que se conoce como el km 42 de la carretera 57, entre otros, lo que dificulta la toma de fotografías.

Una de las cruces cristianas no tiene los consabidos triángulos en los extremos sino que a ésta se le dibujaron cuadros. También se localizó en la parte alta una roca con muescas en los filos. Una figura, de un animal no identificado con el cuerpo robusto pero sin cabeza, eso si, con una cola no muy larga y sus cuatro patas con dedos en las extremidades; pudiera tratarse de un reptil.

Del antiguo rancho (La Puerta) aún le quedan algunas cercas de alambre, otras, las más antiguas son de piedra y que a pesar del paso de los años están de pie. A este sitio he regresado por cuarta ocasión. Ventura y yo dimos con el lugar hace ocho años, posteriormente llevé a pasantes de arqueología de Zacatecas, luego con el Antropólogo Lorenzo Encinas Garza, y por último en diciembre pasado en compañía de Ventura y Ariel Colín.

Es un sitio de difícil acceso, como el rancho está abandonado los caminos se han ido borrando. Sólo con vehículo alto y fuerte (doble tracción) se puede llegar al sitio en mención. Los cazadores recolectores usaron este lomerío para sus rituales de cacería pero también para protegerse de tribus enemigas. Aquí se contaba con agua cerca (Arroyo de Patos) y la altura rodeada de barriales ayudaba a la observación para detectar al enemigo y/o a las presas.

Llama la atención la representación de lagartijas, pasan de nueve de diferentes formas, aunque en la fauna representada podemos observar también huellas de bisonte y de venado, además dos representaciones de aves. También se encuentra un grabado, quizá un mamífero no identificado, que se parece a otro localizado a pocos kilómetros de aquí, hacia el norte, en el Cañón de Eslabones, el cual, al igual que éste da la impresión de tener patas en la espalda pudiendo tratarse de un tejón. En las inmediaciones hay una figura humana incompleta pero de clara filiación chamánica donde la roca está rota, pero en las extremidades superiores de la figura se le observan sus dedos. Al final, al lado oriente, se grabaron algunos atlatls, lo que nos indica la probable antigüedad del sitio, pues no hay representaciones de arcos y flechas que fueron armas muy tardías.

Ya de regreso al campamento localizamos un pequeño geoglifo en la parte alta del lomerío, donde se hace una meseta pudimos apreciar esa rara representación: un círculo de no más de dos metros de diámetro en positivo, es decir construido acomodando piedras.

Nos llamó poderosamente la atención un grabado que se puede relacionar con dibujos de antiguos códices mesoamericanos. Estamos hablando de una vírgula, figura relacionada con la comunicación, con la palabra o con el hablar de los antiguos grupos Huto-Aztecas. Símbolo que aparece en los códices o grabado en esculturas y monumentos del centro del país, también se le llama voluta.

El motivo antropomorfo que aquí se localiza tanto el pie como la mano, significa el lugar en donde el chamán llevaba a cabo los ritos al sol. Esto lo afirman los arqueólogos Otto Schöndube y Joseph B. Mountjoy.
Una figura de este sitio fue utilizada por la Dra. Solveig Turpin, para ilustrar el libro El arte indígena en Coahuila, pág. 204 Fig. 6.10 donde “un pie humano se metamorfosea en garra (de oso), una metáfora para la esencia compartida del hombre y del animal y la transformación inminente de una a otra.” El sitio es de vocación chamánica.

 
                         
       

     
                             
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