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Enero 2013
Edición No. 287
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Cazadores, chamanes y difuntos


Texto y fotos: José Flores Ventura


Sobre los cordones de arenisca bastante oxidado en ocre que se derraman desde arriba en ángulos de hasta 50° de inclinación en el cerro El Molino en Parras, los naturales grabaron exquisitas formas abstractas que cuelgan desde el cielo a la tierra como arcoíris de información en un lenguaje indescifrablemente bello. El contraste que hacen con el fondo negruzco de la roca y el blanquecino grabado es impactante y a su vez dramático por la forma que sobresale de la maleza desértica. Los motivos grabados no son muy diferentes a otros sitios del sur de Coahuila, destacan por su cantidad y variabilidad los círculos, muchos de ellos divididos, grandes como escudos. Le siguen las tramas entrelazadas en cuadrícula o rombos a manera de nazas, otras como carpetas, pero también hay muchas formas geométricas divididas, algunas ornamentadas con rayas en los perímetros. Cuentas verticales u horizontales, collares por puntos o rayas, “peines”, discos solares, cometas, líneas rectas o zigzagueantes, “esqueletos de pescado”, líneas ondulantes, cruces de Venus, etc., son en este orden de abundancia las representaciones que se encuentran en este sitio.

Hasta ahora es el único lugar donde en gran porcentaje predominan las figuras antropomorfas, ya que en un 20% de las piedras con grabados presentan alguna simbología asociada al hombre (manos, pies, torsos o cuerpos enteros), un porcentaje alto comparándolo con otras regiones ricas en grabados, no así en pinturas como las de San Vicente al norte del estado. Se reconocen cuatro grupos humanoides, según la connotación que los naturales quisieron representar en el grabado. Estos grupos son los sencillos o con movimiento, los que están agarrando algún objeto (¿cazando?), los chamánicos y los que parecen representar a los difuntos.

En el primer grupo, las figuras antropomórficas son demasiado abstractas, en ocasiones sólo se ven caricaturizada las piernas, brazos, tronco y cabeza en líneas angostas, otras veces presentan algo de relleno o les falta la cabeza o están sexuados (miembro masculino), con brazos extendidos o encogidos. No es de extrañar estos diseños ya que en la prehistoria de todo el mundo son figuras que se repiten con mucha frecuencia, y son de carácter universal obedeciendo a formas simplificadas o abstractas del cuerpo humano (Martínez del Río, 1940). Mención especial merece una figurilla sexuada, de talla pequeña que presenta un tocado en la cabeza distintivo usado entre los jefes de las tribus; una referencia inmediata está a unos 90 kilómetros al este en La Florida, donde varios naturales están representados con tocados elaborados en sus cabezas al momento del contacto con los europeos, y otro a escasos 10 kilómetros al sur en el Cerro el Ixtle. Un segundo sub grupo está caracterizado por personajes con movimiento o poses. Cabe resaltar entre los primeros, algunos que parecen ir caminando con las piernas flexionadas como queriendo haber grabado el movimiento. En poses los hay en forma de jarra, es decir con las manos en la cintura.

El Grupo dos, o los que llevan agarrado un objeto, son dignos de mencionar ya que son escasos en el sur del Estado y aquí hay bastantes muestras, una de ellas parece llevar una cruz asociada a una flecha al costado izquierdo, esta cruz tiene afinidad con la forma del atlatl o lanza lanzas que era muy utilizada hasta el año 900 d. C., escaseando su uso hasta el momento de la conquista por algunos grupos; otros incluso llegan a presentar el ojillo para asirse y/o contrapeso del arma. Ejemplos tangibles muestran herramientas o armamento (bastones, lanzas o palos) en posición de lanzar no sabemos si en combate o caza aunque lo más probable sea lo segundo. En la galería anexa dos figuras antropomorfas, una de ellas parece llevar un atlatl por la forma recta y el ojillo donde de ponía el dedo para batir la herramienta. Esta asociación de hombre-atlatl también la hemos encontrado en La Florida en épocas del contacto cultural con los europeos, y en La Batea en épocas prehistóricas, siendo bastante común al norte de Coahuila y en la Región del Río Pecos. Cabe resaltar que el atlatl por si solo es uno de los elementos característicos de la Cultura del Pelillal en Ramos Arizpe, ya mencionado en muchas ocasiones en ensayos (La cultura de El Pelillal, El Periódico de Saltillo, Febrero 2010).

Un tercer grupo bastante reconocible por su aspecto grueso y con los brazos arriba o extendidos, nos recuerda a los chamanes de San Vicente y áreas de Texas o incluso de Baja California donde asociaciones chamánicas están representadas con figuras humanas en señal de trance. Algunos ejemplos de ellos también han sido documentados en las representaciones rupestres de Ramos Arizpe en anteriores artículos. Un dato que podría aseverar la afirmación de que este tipo de figuras puedan ser chamanes, es que están casi siempre grabados en posiciones estratégicas o visibles de la roca o salientes de ellas, suelen ser de aspecto grueso, talla grande y resaltan sobre las demás figuras anexas. La posición de las extremidades parece indicar el trance de estos personajes en la ascensión a otros mundos o a la conversión de otros seres así descrito por Solveig A. Turpin (El arte indígena en Coahuila, UAC, 2010). Un grabado único alude a un chamán con algo parecido a un escudo en una de sus manos, mientras en la cabeza parece transformarse en algún ser mítico irreconocible con animal alguno; la roca donde está el grabado se puede observar claramente desde el plano de la falda del cerro.

Un cuarto grupo igualmente llamativo es aquel donde el personaje está de cabeza o en posición horizontal, con los brazos abiertos o extendidos; recordemos en estudios de estos elementos en la arqueología del sur de los EUA y Mesoamérica se asocian a los muertos. Muestras de ello se encuentran por el sur de Coahuila como en la Cuenca del Pelillal. Algunos ejemplos en La Florida, General Cepeda, graban los muertos en posición horizontal durante un combate con los europeos. Un grabado interesante es uno que muestra un antropomorfo de cabeza con los brazos extendidos rodeado de siete círculos como en la creencia mesoamericana donde el muerto viaja a través de las esferas del inframundo. Innumerables fuentes narran el significado que tenían los nativos sobre la muerte (Martínez del Río, 1954) pero no hay datos que los hayan representado, aunque se deduce su ocurrencia en pinturas rupestres dada su temática recurrente hacia el norte del Estado.

La conjunción de tantos elementos antropomorfos nos deja con una gran duda acerca del significado que pudo haber tenido este lugar en particular; no parece distinto a aquellos en los que la asociación a un pasado afluente de agua permitió la estadía y el desarrollo de campamentos permanentes así como de petroglifos. Los guerreros cazadores portando armas pudo haber denotado las hazañas de caza o la evocación a la suerte en ella, la magia transformada en pictografía para atraer las presas o quizás la defensa de este estratégico territorio. Los símbolos de carácter chamánico tampoco son desconocidos en otros sitios ni la asociación de difuntos. Las explicaciones mágicas plantean básicamente que los grabados y pinturas rupestres tienen como fin su intersección respecto a los seres de la naturaleza extra corpórea, y su objetivo tiene una función votiva o bien desencadenante de fenómenos lo cual implica la utilización de ritos (Schobinger, 1988). Es así que los grabados, principalmente chamánicos tiene como fin la solución de problemas terrenales como las enfermedades, búsqueda de alimentos, carencia de agua, etc.

Una teoría podría ser de que este lugar haya pasado por varios ciclos de la subsistencia de un grupo de cazadores recolectores en particular, desde la abundancia al sosiego por calamidades, las cuales tuvieron que recurrir a la magia y misticismo para ahuyentar a los malos espíritus de este lugar, esto explicaría los motivos de chamanes en lugares visibles y estratégicos. Quisiera creer que sólo está grabada la historia de una época de una comunidad nativa en particular. La gran cantidad de grabados y campamentos asociados a las hogueras, indica claramente una ocupación larga y quizás duradera por siglos, con la vehemencia del agua rodada a través de los arroyos que bajan de las sierras y mesas altas que todavía subsiste.

Otro plus de gran importancia, es que este sitio fue estratégico en el sentido que es un paso obligado para comunicar las comunidades intermontanas y montañosas con los pueblos de la gran laguna de Cópala llamada Mayrán. En su apogeo debió haber sido un sitio de suma importancia de intercambio comercial, aunque en los estilos de las representa- ciones rupestres no se refleja (no así en la cantidad), ya que estaban bastante emparentados culturalmente.
Guerreros/cazadores, chamanes y difuntos es la trilogía más venerada en las sociedades precolombinas de América, ya que de ésta dependía su sobrevivencia.

Actualmente la vía que comunica la carretera Saltillo-Parras queda como descendiente de aquel paso prehistórico, de aquellos caminos que los naturales anduvieron y donde se asentaron pasa desapercibido a la distancia para bien de la conservación de estos importantes vestigios, pero denota una clara ignorancia acerca de nuestras antiguas culturas que yacen en las erosionadas cuestas, únicos testigos de una esplendorosa época dorada.


 
                         
           

         
                             
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