publicación Online
 
 
  ir a pagina principal regresar  
Febrero 2013
Edición No. 288
ir a ediciones anteriores  


La civilización en que vivimos:
Miseria, violencia, miedo, etc.


“No te asombres de la injusticia humana; medítala
para que interpretes debidamente su significado”

Susana Derville.

Jesús M. Moreno Mejía.


¿Por qué quejarnos de lo que ocurre en nuestro derredor? Si lo que sucede en nuestro entorno nosotros lo hemos creado o consentido.

Quienes creemos en Jesucristo recibimos un mandato divino, que no practicamos: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, sea mediante acciones concretas o indirectas que beneficien a todos por igual.

Porque preferimos ocuparnos únicamente de lo nuestro y de nuestro círculo cerrado (familia y amigos), sin importarnos la situación de otros que reclaman nuestra atención, aunque no nos lo demanden o digan.

Estamos en el mes en que recordamos el nacimiento de Jesús de Nazaret, nuestro hermano mayor que vivió siempre preocupado de las necesidades de los demás, y a pesar de que nunca tuvo dinero siempre dio todo lo que estuvo a su alcance, hasta su vida.

Pero no es necesario que seamos creyentes para tener conciencia de nuestro compromiso para con los demás, pues como seres humanos nos debemos a los demás, porque así lo establece la naturaleza ya que todos somos iguales y necesitamos los unos de los otros.

Leía en días pasados un artículo de un amigo que tituló “Sobre el origen de la violencia que vivimos”, que relata una anécdota en torno a la conversación del dueño de un establecimiento donde se servía café a quienes ahí ocurrían, y fue ahí donde un cliente le solicitó opinara sobre el origen de la violencia que estamos viviendo en La Laguna y en otras partes de nuestro país y del mundo.

De entrada afirmó el dueño del café que el origen de la violencia en cualquier pueblo del orbe tiene su raíz en la miseria, ya que “son los miserables los únicos que tienen derecho al resentimiento, porque el sentimiento de dolor por humillación, explotación, abuso, injusticia, etc., es generacional”.

Precisó que ese resentimiento pasa de una generación a otra, “y ese sentimiento se reciente (hondamente) y termina como amargura, rencor, incapacidad de perdón, deseo de venganza, etc., pero siempre es violento. El dolor crónico es violento”.

Quien preguntó sobre la violencia en nuestra comarca, replicó lo expuesto y añadió que la región siempre fue pacífica y hospitalaria, y por tanto no daba crédito a lo expuesto por aquel, quien en seguida le dijo: “No hay causa sin efecto y a la inversa”, añadió que estuviera o no de acuerdo con lo expuesto, solicitaba ser escuchado hasta el final.

Su cliente asintió y en consecuencia añadió: “¿Tu familia es de las dedicadas desde hace tiempo a la agricultura? -Si lo es, respondió el cliente”. A lo que volvió a preguntar “¿Tu padre manejó ranchos con jornaleros?”. La respuesta fue nuevamente afirmativa.

El dueño del café ahondó sobre las condiciones de los peones y de los jornaleros actuales, y la paga que recibían. “Ponte en los zapatos de ellos y dime si eso es justo”. Hubo pausa en la respuesta para alegar que lo que reciben es lo que marca la ley, pero eludiendo acepar fuera una explotación por los bajos salarios pagados, añadiendo que los salarios se fijan por la oferta y la demanda.

“Ciertamente, replicó el dueño del café, es una lástima que tales leyes no las interprete como tales el sufrimiento, el dolor provocado por la carestía, que pasa de generación en generación, convirtiéndose en una olla de vapor que explota, como nos está estallando hoy en las calles donde vivimos”.

No vamos a trascribir aquí, palabra por palabra el texto del artículo “Sobre el origen de la violencia que vivimos”, que es bastante extenso, sólo añadiremos que quienes sirven al crimen reciben una buena paga y continúan en esa actividad hasta que mueren en los enfrentamientos con agentes del orden; en manos de otro grupo delictivo o del propio, cuando ya no les son útiles; eso lo saben quienes se arriesgan a vivir en el peligro.

Ahora bien, en cuanto a nosotros se refiere, seamos o no jornaleros o trabajadores mal pagados, vemos reducidos nuestros ingresos cada día a causa de la carestía, el hecho es que el peligro está latente en muchos casos, pero sobre todo en jóvenes sin empleo (hayan estudiado o no) y por ello las posibilidades de caer en el círculo vicioso del crimen o la violencia.

No hay fórmula mágica para resolver eficazmente el problema de inseguridad en que vivimos, pero debemos estar concientes de que algo tenemos que hacer, cada quien en la medida de sus posibilidades, para salir adelante, comenzando por ser positivos y preocupándonos por los demás.

¿Cómo? Siendo honestos, corteses, buscando nuestra superación personal, y dejando a un lado todo lo que sea negativo, pues de acuerdo a la ley de la atracción: si pensamos positivo, obtendremos respuestas positivas, y si actuamos negativamente tendremos efectos negativos.

¡Hasta la próxima!

 
 
 
contacto@elperiodicodesaltillo.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino