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Febrero 2013
Edición No. 288
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gamboa patronDesafío

-Barbas a Remojar
-Revire al Sistema
-Kennedy, Pregunta


Rafael Loret de Mola.

No entiendo cómo pueden subsistir en la vida política del país, incluso al amparo de los partidos a los que más dañaron, algunos de los personajes más turbios de la historia reciente de México. Al comentar ayer algunos de los pormenores que se dieron con el asesinato de Carlos Loret de Mola Mediz, el recordatorio me llevó hasta los fueros de quienes, escudados tras oscuros intereses, han engañado a los mexicanos, afrentándolos por la impunidad que les cobija, hasta permanecer bebiéndose el erario público sin el menor rubor. Una vergüenza para las instituciones, sí, pero también para cada uno de quienes integramos la comunidad nacional.

Durante el malhadado periodo de doce años, durante los cuales el PAN y sus permutas gobernaron, nada se hizo siquiera para intentar resolver algunos de los asesinatos de varios de sus iconos, incluyendo el del delfín del régimen anterior, Juan Camilo Mouriño Terrazo, el del sucesor de éste en Gobernación, Francisco Blake Mora, y el de uno de sus principales abanderados y referentes, Manuel “El Maquío” Clouthier del Rincón. Teniendo en sus manos los elementos para realizar indagatorias profundas, los altos mandos optaron por negociar con sus muertes o mantener el olvido, sin la menor voluntad para llegar al fondo de las presuntas autorías intelectuales. Claro, era más cómodo aunque se tiraran a la fosa común los retazos de memoria colectiva.

El viejo PRI hizo lo mismo en cuanto a los magnicidios políticos de 1993 y 1994, esto es los asesinatos del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el candidato presidencial Luis Donaldo Colosio -alguna vez uno de sus familiares me entrevistó en Mexicali para corroborar cuanto había escrito al respecto, incluyendo la tremenda y penosa liga entre Carlos Salinas y Diana Laura Rojas viuda del malogrado postulante-, y el secretario general priísta y ex gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu, sentimentalmente muy cercano al corazón del entonces presidente de la República. Tirar carretadas de piedras sobre cada caso ha sido rentable estrategia para modificar el perfil histórico de la República en beneficio de las mafias ya conocidas y cuantas están de vuelta detrás de la silla del águila.

Al respecto, recuerdo muy bien las palabras de Enrique Peña Nieto cuando no se había iniciado aún el proceso sucesorio pero ya estaba en boca de todos como el elemento a vencer:

--Ésta es la hora de sumar. Soy amigo de todos los ex presidentes, incluyendo Vicente Fox. Con quien menos trato tengo, porque no vive en México, es con Ernesto Zedillo, pero los respeto por igual. Cuando llegue la hora, de llegar a ser Presidente de México, eso sí, habré de actuar como tal.

Pues bien, el momento ha llegado. Por principio de cuentas puede comenzarse con dos singulares elementos arraigados a sendas coordinaciones de sus bancadas en el Senado: el falso “izquierdista” Manuel Bartlett Díaz, quien ahora se da lujo de sentarse a la diestra de Martín Esparza para asegurar un sitio entre los mayores hipócritas del planeta, supuestamente miembro del Partido del Trabajo pero listo a refugiarse bajo los pantalones de Andrés Manuel López Obrador -cuya memoria deja mucho que desear cuando se trata de sumar hasta la basura a su proyecto personal de conquista del poder-; y Emilio Gamboa Patrón, quien fuera secretario muy privado del ahora extinto Miguel de la Madrid Hurtado, un sujeto bipolar con apego a una honorabilidad que jamás tuvo, y conocedor profundo de cómo se dio el primer “boom” del narcotráfico en México... gracias a los nexos del entonces secretario de Gobernación, el mencionado Bartlett, acusado hasta por las series norteamericanas de televisión, “La Guerra de las Drogas”, en las que fue el más señalado protagonista. ¿No es acaso suficiente para iniciar las indagatorias?

Con ellos, en realidad, se inició la trama de la violencia en crecida imparable desde entonces... y con Carlos Salinas en la Presidencia aterrizamos en los años de la barbarie, 1993 y 1994, con el surgimiento teatral del EZLN y el magnicidio de Lomas Taurinas como el cenit de un libreto preconcebido para ceder el poder a la derecha mediando la transición del gran beneficiario de aquel crimen: Ernesto Zedillo quien obtuvo, en pago, la misma Presidencia a la que aspiraba Luis Donaldo pero por otras vías ajenas al crimen organizado. Recuérdese que días antes de consumarse el atentado, la entrometida DEA estadounidense envió un mensaje al candidato presidencial en el sentido de que era indispensable desligarse de algunos elementos a quienes se había identificado como “puentes” entre las mafias del narcotráfico, entre ellos, nada menos, Liébano Sáenz Ortiz, vocero de la campaña y luego reacomodado... como secretario privado de Zedillo durante la gestión presidencial de éste. ¿Casualidades?

Pese a ello, jamás de ha procedido, en forma, contra tales sujetos, obviamente correlacionados con el franco-español, Joseph-Marie Córdova Montoya, quien se dio el lujo de paralizar a sus acusadores del PRD acusándolos por difamación por no poder presentar pruebas en concreto de su posible intervención en los crímenes de estado de esa época; y todo fue porque, de haber iniciado causa penal contra el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en vísperas de la elección para jefe de gobierno del Distrito Federal en 1997, éste habría sido inhabilitado hasta el fin del proceso que se hubiera extendido lo suficiente para descartarlo políticamente. Una trampa, primero, y una cobardía partidista, después. Así se conforman los expediente de la “justicia” mexicana que tanto benefició a la francesa de moda, Florence Cassez Crepin, idolatrada en París y en Dunkerque, su ciudad de origen, allí donde fue el desembarco del ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial.

Ya basta de impunidad. Decíamos, hace una semana, que febrero era un mes ideal para perfilar el alcance del presidente Peña tras un buen diciembre y un mal enero, en términos de cuentas políticas, por cuanto dejó de hacer en el primer mes de este año; el que corre, por tanto, es el que inclinará la balanza de un lado u otro respecto a las cruzadas ya iniciadas, por una educación de mejor calidad y maestros debidamente censados y evaluados -amén de sacudidos del cacicazgo que se extiende desde la era Salinas en manos de la célebre “novia de Chucky”, Elba Esther Gordillo-, y la decisión política de proceder contra aquellos que deben responder por los crímenes del pasado, no el ya decrépito echeverría –minúsculas-, quien fue amparado contra el delito de genocida pero no respecto al juicio de la historia, sino, específicamente, con relación a Salinas y Zedillo, las dos cabezas visibles de la crónica más perversa de los años recientes. Salinas dio todo el poder a Córdova... hasta para imponer a Zedillo sobre la sangre derramada de Colosio. Y ni siquiera se ha dado paso alguno para proceder en contra de estos ex mandatarios quienes ahora se dan el lujo de “orientar” a los mexicanos sobre lo que debe hacerse; el primero de ellos lanzó un libro con tal argumentación y pido a mis lectores no leerlo, ni mucho menos comprarlo, para no hacerle el caldo gordo a uno de los personajes más siniestros de la trama. Las simulaciones han alcanzado altas cotas.

Mientras no se resuelva cuanto atañe al crimen contra Colosio -y también los referidos al Cardenal mencionado y a Ruiz Massieu-, el PRI no podrá decirse renovado porque, a su amparo, siguen bebiendo del presupuesto algunos de los más encumbrados elementos, perniciosos, que actuaron contra la democracia y nos legaron el tremendo clima de violencia que no cesa.

Debate
¿Qué vamos a hacer con los órganos electorales, metidos en una suerte de espiral del desprestigio? No olvidemos que son frutos de las reformas políticas de la era salinista, específicamente para contrarrestar el hálito de ilegitimidad de origen de su gobierno, y cuyas funciones fueron arrebatadas a un Legislativo todavía bajo control presidencial. Por ejemplo, antes el Colegio Electoral calificador se constituía con todos los presuntos miembros de sendas Cámaras –aproximadamente quinientos-, y ahora sólo se cuenta con siete “sabios”, magistrados, del TRIFE, cuyas decisiones, de acuerdo a la ley, son “inatacables”, esto es no existe siquiera el recurso de apelación ante la Suprema Corte de Justicia. Una aberración que no es sino un candado para convertir a la democracia en un rehén más.

Por supuesto, la institución que ya tocó fondo es el Instituto Federal Electoral. En 2006, el consejero presidente, Luis Carlos Ugalde, puso el patrón a seguir y confesó después que el entonces “primer mandatario”, Vicente, el de las botas, las hebillas y las “muchas” faldas de su mujer, no había dejado de presionarle antes del fallo estadístico que consumó uno de los comicios más desaseados de la historia, en beneficio del continuismo de Estado y con dedicatoria a una izquierda vituperada en Washington con los Bush reordenando las interrelaciones planetarias. Perdimos, entonces, cuanto nos quedaba de la rectoría política.

Ahora los hechos son bastante irrisorios: multar a López Obrador por excesos de gastos -no dudo que los hubo-, y exonerar al PRI y su candidato considerando montos ridículos -de veinte mil pesos- para su acto multitudinario en el Estadio Azteca. Ni siquiera se cubre con este presupuesto el destinado al transporte de los miles de simpatizantes hasta el lugar. Es una cuestión del más elemental sentido común, fuera además de los no considerados monederos electrónicos de Monex y Soriana, esto es como si no hubiesen servido para la campaña presidencial sino únicamente relacionados con la operatividad partidista. ¿Acaso no hablamos de lo mismo con distintas denominaciones?

Si el IFE perdió gran parte de su autoridad moral con sus decisiones en 2006, terminó con ella en 2013. ¿Qué hacemos ahora?¿Cruzarnos de brazos ante este tremendo atropello contra la razón elemental?¿O exigirle al Presidente Peña y a su arrodillada fracción priísta en el Legislativo que cumplan con su deber y den a luz la reforma que impida la recurrencia del fraude político y ético? Ya saben ustedes quienes tienen la palabra... en este mismo febrero.

La Anécdota
Fue en 1962, un año antes de su asesinato. El presidente estadounidense, John F. Kennedy, preguntó a su colega mexicano, Adolfo López Mateos:
--¿Cuántos gobernadores de oposición hay en México?
Turbado, Don Adolfo, respondió:
--Ninguno, señor presidente Kennedy. La revolución mexicana...
Kennedy no dejó que terminara la frase:
--¿Y cuántos senadores? –volvió a interrogar-.
--Pues ninguno... le decía a usted...
--¿Y diputados?
--Dos o tres...
Y Kennedy asestó la puñalada final:
--Pues es muy cómoda su democracia, señor presidente.

Al día siguiente, López Mateos llamó a sus operadores políticos para que nacieran así los diputados de partido como maquillaje a una “dictadura casi perfecta”. ¿Volvemos a ella?
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No más turbaciones ante los ojos de los extranjeros; no más simulaciones. Pretendemos una democracia sin antecedentes magnicidas ni usufructuarios que ganan con la amnesia general. Es el momento Presidente Peña Nieto. Después, desde mañana mismo, el tiempo comenzará a correr en su contra. No diga, cuando ya no exista remedio, que no se lo advertimos.
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loretdemola.rafael@yahoo.com

 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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