publicación Online
 
 
  ir a pagina principal regresar  
Febrero 2013
Edición No. 288
ir a ediciones anteriores  

pacto por mexicoEl “nuevo” autoritarismo


Carlos Alfredo Dávila Aguilar.


México vive tiempos interesantes, un momento político y social que sin duda será definitorio en muchos aspectos para la vida del país en las próximas décadas. Se ha convertido en lugar común asumir que el regreso del PRI implica un cierto retroceso democrático, un regreso al viejo régimen autoritario, etc. Sin embargo, hay buenas razones para pensar que el autoritarismo se asoma a la vuelta de la esquina, la cuestión importante es que, mientras pareciéramos estar esperando que las viejas formas del PRI aparezcan anunciando el regreso autoritario, una nueva retórica y nuevas formas políticas peligrosas son recibidas con buenos ojos por un gran sector de la población. Me refiero, principalmente, al “Pacto por México” y el discurso en torno a él.

Buscar el acuerdo, superar las diferencias partidistas, llamados a la reconciliación y a la concordia, son por supuesto, términos que forman parte de la retórica de cualquier gobierno, la diferencia crucial ahora la da el contexto. Apenas un mes después de que Peña Nieto asumiera la presidencia, la distribución de fuerzas entre los partidos políticos es radicalmente diferente; el PAN que en la pasada elección logró más de doce millones de votos, se desmorona en una profunda crisis en la que ya ha perdido el 80% de sus militantes (tras su reciente refrendo de militancia). Por su parte, la izquierda que logró casi 16 millones de votos, lejos de consolidarse sigue dividiéndose, ahora en cuatro partes contando al nuevo partido de Obrador, MORENA.

Este panorama de debilitamiento extremo de los partidos de oposición, explica por qué tanto el PAN como la izquierda se han comportado tan mansamente con el nuevo gobierno y se han alineado en torno al llamado “Pacto por México”; el PAN para sostener la impresión de que aún es relevante en las negociaciones políticas del país, y el PRD en un intento de recuperar su gastada imagen dando señas de disposición al acuerdo, adhiriéndose a cuestiones que le son ideológicamente contradictorias.

Circunstancias inmejorables para un gobierno que tenía la urgente necesidad de legitimarse ante la opinión pública tras la turbulenta campaña y la serie de señalamientos e inconformidad que se desató en torno a la figura de Peña Nieto, (más del 60% de los votantes no votaron por él y más del 36% del padrón ni siquiera votó). Pues qué mejor forma de legitimar un gobierno entrante, que crear un pacto junto con las principales fuerzas políticas de país. Un acuerdo que se presenta como producto de una disposición política conciliadora, moralmente ideal y sin precedentes por parte de los partidos.

Así, aprovechando el hartazgo de la población ante la eterna ineficiencia gubernamental y los pleitos partidistas estériles, y aprovechando también esa tendencia inexplicable del público a siempre pensar que de algún modo las cosas van a mejorar, el “Pacto por México” se ha posicionado exitosamente en la percepción de la gente (y no sólo de los que votaron por Peña!) como el consenso que “el país necesita.” La consecuencia será entonces que las voces disidentes serán fácilmente desacreditadas como “los que se oponen a todo” y “radicales” con un manejo mediático acorde.

Pero, ¿qué tiene este “Pacto” de malo? ¿Por qué habría alguien de oponerse? Más allá del contenido funesto de las reformas neoliberales (energética y fiscal) que se impulsarán a través del pacto, la figura misma del pacto como instrumento mediante el cual impulsar iniciativas es profundamente antidemocrático e incluso ilegal. Es decir, en vez de que los representantes populares elegidos directamente mediante votaciones (diputados y senadores, excepto los pluris) sean quienes aprueben o rechacen las iniciativas de ley en una votación en el Congreso, ahora se toman decisiones en una instancia no oficial (el “Pacto”) en la que quienes negocian son líderes de partidos que no han sido elegidos directamente por la población, sustituyendo el papel del poder Legislativo y apoyados en un despliegue de propaganda que enfatiza elementos como el acuerdo, el consenso, etc. pensado para lograr la aprobación de la agobiada sociedad mexicana; tan vulnerable a la manipulación como sedienta de algo en qué creer.

Éstos son entonces los elementos de la construcción de un nuevo régimen totalitario, el posicionamiento de un consenso político, su idealización incluso moral en los medios, el desplazamiento impune de las funciones del legislativo, y una sociedad tan descompuesta después de doce años de incompetencia, que parece ansiar el regreso de una mano dura y firme. Tal vez por eso era considerada una terrible maldición en la antigua China el desearle a alguien: “ojalá vivas tiempos interesantes”.

 
 
 
contacto@elperiodicodesaltillo.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino