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Julio 2013
Edición No. 293
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Pensar la universidad pública hoy



Jesús Salas Jáuregui

Las universidades del país viven hoy una etapa de transiciones difíciles, que se debaten fundamentalmente en un escenario, en donde la apertura y la globalización de los mercados están imponiendo el rumbo de la educación superior, enfrentando una exigente calidad, con una obligada tendencia a la modernización, entendida como un obligado espacio de preparación de los cuadros que requiere el mercado, es decir, se está obligando a la universidad a fomentar y desarrollar una cultura de carácter empresarial.

Pero aun más grave. Resulta que son los grandes consorcios globalizadores, los creadores e impulsores de este orden educativo, a través del diseño de un sistema de enseñanza acorde con sus necesidades y  por  supuesto con su idea de planeta a partir de considerar que la educación superior sólo debe servir como un instrumento de capacitación de recursos humanos que pueden operar como elementos de sobre vivencia en la globalización.

Es evidente que este contexto está fuertemente dominado por la organización neoliberal de nuestras economías, pero por supuesto no se reduce a ella, pues hay espacios alternativos que los universitarios podemos asumir y experimentar y que pueden ser de tipo cooperativo, aun y cuando en su contenido tengan aspectos de carácter comercial, o sea impulsar una nueva transnacionalización solidaria que se apoye en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Constituyendo redes globales y nacionales donde podamos circular nuevas pedagogías, nuevas formas de construcción y difusión de los conocimientos científicos. Promover otros compromisos sociales, locales, nacionales y globales, para recuperar el papel de la universidad pública en la definición y resolución de los problemas sociales, que ahora querámoslo o no, se resuelven, asumiendo una visión global de los mismos, aunque estos sean locales o nacionales.

La  globalización neoliberal tiene su base en la destrucción de proyectos nacionales, en virtud de que muchos de éstos fueron diseñados por las universidades públicas y sus poblaciones universitarias, entonces resulta lógico que esta institución es uno de los objetivos a derribar por parte de los grandes organismos internacionales, porque no corresponden sus estructuras con los objetivos de la globalización (léase por ejemplo la Declaración de Principios del Estatuto Universitario de la UAdeC ), sin embargo podemos afirmar que parte de la crisis por la que hoy atraviesan las universidades se debe precisamente a que se dejaron cooptar por la hegemonía globalizadora  (excepción hecha de la UNAM).

Con esto no queremos decir que hay que crear ínsulas del conocimiento, la globalización es un hecho y como tal hay que enfrentarlo a partir de rescatar el concepto de universidad como un bien público, estableciendo un sistema universitario contra hegemónico a partir de lo regional y lo local, insertados de esta manera en la sociedad global, pues solamente de este modo pueden ser viables nuestros proyectos, una reforma universitaria tendrá que ser siempre diferente de las demás, podrá ser democrática o autoritaria, pues aquí no hay término medio, dependiendo de las  fuerzas políticas que se hagan cargo de la universidad.

La universidad pública es hoy un terreno social muy fraccionado, en su espacio de vida cohabitan intereses muy contradictorios y por otro lado, está el estado, el que puede jugar un papel importante para un nuevo modelo si es respetuoso verdaderamente de la autonomía universitaria y opta políticamente por un proyecto contra hegemónico, contribuyendo a construir una política de globalización solidaria de la universidad.

En otro lado de la cuestión está el público, organizado en sindicatos, movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales etc. o con una participación individual, interesados en la vida universitaria en su relación con los problemas sociales, la relación que estos guardan históricamente con la universidad es generalmente de distanciamiento salvo en casos coyunturales (Movimiento Pro Dignificacion de la UAdeC. En 1984) esto se debe fundamentalmente al carácter elitista con el que se le ve a la universidad, que ella misma se ha encargado de cultivar hacia los sectores que se considera no-cultos de la sociedad. Es imprescindible involucrar de la misma manera a aquellos sectores del capital que en un momento dado puedan identificarse en una línea de generación del conocimiento más solidario.

 Urge de ya empezar a hacer frente al nuevo modelo de imposición de las políticas de los organismos de dominio internacional, con algunas de los planteamientos esbozados líneas arriba, sin embargo es necesario contextualizar un poco la manera en que se están operando las nuevas políticas oficiales hacia la universidad pública, se pretende que la asignación de recursos se base en indicadores de desempeño y evaluación de resultados, como si la universidad fuera una cadena de producción, esto está orientado a contener la expansión del gasto público, y terminar con el modelo de financiamiento actual que requiere de la ampliación constante de los fondos públicos.

La tendencia es concebir a profesores y alumnos como proveedores y consumidores de servicios, que ofrecen las tiendas departamentales llamadas escuelas, ubicadas en las grandes plazas comerciales, llamados campus universitarios, de este modo el concepto de conocimiento y educación se transforma adquiriendo otros matices, de ser conceptos de responsabilidad social, pasan a ser simples apéndices de un mercado global, contraponiendo los interese de la sociedad o del estado mismo.

Entonces se deja de ver a la educación como un proceso social o como elemento de transformación de un país, se trata de despolitizar y hacer acríticas a sus poblaciones, bajo este esquema podemos decir, que es evidente que existe una arremetida contra la universidad pública.

Lo que obliga a pensar, como enfrentar estos hegemónicos planteamientos y aquí es donde recobran vida las utopías, como aquella de 1973- 1984, que están allí esperando por nosotros con un repicar de campanas que suenan por ti, nuevamente se escuchan los tambores de guerra de Córdoba en 1918, el mayo francés de 1968, el julio y octubre del 68 mexicano, el 10 de junio, también en México y por supuesto las gloriosas batallas de 1973 y 1984, en Coahuila, en donde la dignidad universitaria sigue siendo una bandera ahora más vigente que nunca, para impedir que las fuerzas hegemónicas del mercado sigan ganando terreno tratando de imponer a las universidades sus tendencias gerenciales.

Después de 1984, a la Universidad Autónoma de Coahuila se le ha sometido a desafíos y amenazas coyunturales, la marcha de los procesos privatizadores no se detiene aunada precisamente a las difíciles transiciones por las que atraviesan las universidades del país, con esas exigencias de los organismos internacionales, tratando de imponer criterios de “calidad modernizadores” buscando la “eficiencia” preparando los cuadros para el mercado, desarrollando una cultura empresarial, en contradicción con las condiciones, económicas políticas, sociales y culturales de cada región de nuestro país y somos los estudiantes, los profesores y los funcionarios los que sufrimos en carne propia las consecuencias de enfrentar estos retos.

En estas circunstancias se vislumbra la necesidad de crear un frente amplio para defender y salvaguardar la universidad pública. Pues, sin universidad, sin educación e investigación científica, resulta imposible resguardar la soberanía nacional.

La privatización de la universidad representaría un golpe de los organismos internacionales económicamente dominantes a nuestro país, no se trata solamente de la asfixia presupuestal a la que nos quieren someter, está en juego la propia supervivencia de la universidad, no permitamos que la figura de Rector se convierta en gerencial, que se elimine la autonomía universitaria, con la pretensión de crear consejos de administración controlados por la secretaria de educación pública.

Así de esta manera el panorama resulta desalentador, a no ser que se configure un poderoso movimiento de resistencia estudiantil, de profesores y ciudadanos, que detengan el modelo neoliberal propuesto para la educación superior que amenaza seriamente la supervivencia de la universidad pública.

La alternativa es ir conformando un amplio frente por la defensa de la educación pública estatal que aglutine a estudiantes, profesores, trabajadores administrativos, rectores y personal de dirección, a quienes el gobierno les endosa la responsabilidad de autofinanciarla.

Al igual que la salud, la vivienda y el trabajo, la educación forma parte integrante de todo el entramado social y de la estructura del estado, frente a lo cual es necesario articularnos a las luchas que hoy se libran en contra de la privatización del petróleo, que enfrentan la arremetida neoliberal haciendo un llamado por la salvación de la soberanía nacional.

Evoquemos pues a nuestros fantasmas del mayo francés con sus entrañables ilusiones de libertad, a los días memorables de las manifestaciones juveniles del 68 en nuestro país, a las banderas de dignificación de la UADEC de aquellos abriles de 1973 y 1984, que ese fantasma de la transición adolescente vuelva a recorrer el mundo, para decirle a todos sus habitantes que seguimos soñando.

Que no creemos en el fin de la historia, que solamente la estamos reiniciando, que por supuesto existen alternativas que las vamos creando, por eso seguimos avanzando en la búsqueda incansable de nuestras utopías, aunque el camino sea azaroso, como dijo don Crescensio (el cincuentón de la marcha) “¡acabamos de empezar!”

Seguimos teniendo fe y esperanza que muy pronto el fantasma de la rebelión juvenil recorra nuevamente el mundo.

 
 
 
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