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Julio 2013
Edición No. 293
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orquidea del desiertoLa orquidea de Zapalinamé


José Flores Ventura


Cuando uno piensa en orquídeas la memoria evoca selvas siempre verdes con árboles poblados de enredaderas con bellas y variadas flores. Pocos saben que existen orquídeas terrestres, aún menos que puedan habitar en los bosques secos y fríos de nuestra región. Son plantas de ornato sumamente valoradas por su hermosura que se ve reflejada en los precios, engalanan espacios por representar finura y elegancia.

Siendo un grupo de plantas numerosas con más de 25 mil especies en el mundo y 1300 para México, no es de extrañar que puedan existir fuera del trópico que es donde se desarrollan mejor, como sucede con una singular especie que luego de los primeros humedades de las lluvias pasadas crecen en los suelos llenos de las espinudas hojas de los pinos, en el limo rico de nutrientes a alturas de más de los 2200 msnm en la serranía de Zapalinamé.

Esta plantita es muy llamativa desde su recto tallo rosado, frágil, carente de hojas sólo guarda espacio para grandes flores rosa oxidadas con la característica boquilla de las orquídeas de tonos amarillentos. Casi pasa desapercibida por la incidencia de los rayos solares, por el juego de sombras de entre los pinos y a que se esconde al pie de los agaves circundantes, sin embargo cuando son visibles resalta el abrillantado barniz de la delicada varita que se levanta para que las flores alcancen el placer del calor y luz solar. La flor es grande con cinco pétalos carnosos de rosa o lila que brillan como aterciopelados en la escasa luz fugaz. Esta pasada temporada fue extraordinaria su breve abundancia en los espacios vírgenes del bosque junto a otras especies de plantas igualmente bellas.

La orquídea de Zapalinamé es llamada Hexalectris grandiflora evocando a la gran flor a pesar de lo delgado de su tallo; habita desde el sur de Texas a Nuevo León y Coahuila a través de la Sierra Madre en bosques de pino. Por demás interesante tiene como característica de que necesita de hongos en su raíz para poder sobrevivir (micoheterotrófica), se agrupan en forma de bulbo bajo la tierra y alimenta a la planta mientras se desarrolla; otra característica es que no todos los años florece ya que necesita las condiciones favorables para hacerlo y sólo lo hace por uno o dos días así que lograrla capturar en fotografía es una rara proeza, bien se dice que las mejores cosas en la vida duran una brevedad.

La Sierra de Zapalinamé, una zona protegida por ser la único bosque y hábitat de diversas especies endémicas como Quercus saltillensis, Ageratina zapalinama y Festuca valdesii entre las plantas, se levanta para proteger estos microambientes donde la vegetación crece con relativa calma pero en constante amenaza por las actividades humanas.

Después de las lluvias de hace un mes una espinita en mi pensamiento me decía que debería ir a los bosques, luego de hacerlo y redescubrir esta especie quedé complacido con esta maravilla. Aun con el sopor del aliento húmedo otras especies abren sus flores, entre ellas las cactáceas como la especie Gymnocactus beguinii que escondidas de la gente florecen en una amplia gama de tonos coloridos haciendo placentera la visita a estos rincones perdidos de la serranía alta de Zapalinamé.

Los caminos se borran con el pasto verde entonces es fácil perderse, es aquí cuando surgen los placeres de la natura que no estábamos buscando porque es necesario perderse para sorprenderse y para encontrar lo que nunca habíamos visto con anterioridad.

 
                         
         

 

           
                             
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