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Marzo 2013
Edición No. 289
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elba esther gordillo

Desafío

-Aquí Yace la Guerrera
-Entre Florence y Elba
-La Novia de “Chucky”

Rafael Loret de Mola.

Hace poco más de dos años conversé largo, muy largo, con Elba Esther Gordillo en su Pent-House de Galileo número 7, en Polanco. Exactamente era el 25 de enero de 2011 y culminaba con esta charla el trabajo de campo para Nuestro Inframundo. Los Siete Infiernos de México -Jus, 2011-, rechazado por las editoriales con capitales hispanos y refugiada en una institución antigua, fundada por Manuel Gómez Morín, y poco eficaz en materia de distribución. Sin vanidades torpes, es uno de mis trabajos mejor logrados aunque nunca estuviera al alcance del gran público por el boicot evidente de la administración calderonista minúsculas-.

Claro, debía evadirse, de acuerdo al criterio entreguista, el tabú sobre el alcoholismo de aquel mandatario y las críticas de fondo sobre sus principales aliados, entre los cuales no podía hacerse a un lado a la mujer más poderosa de México a quien bauticé como la novia de Chucky.

Sobra decir que con este antecedente esperaba una reunión agria y difícil. No lo fue sino al contrario, la maestra , relajada en sus dominios, en medio de sus libros -sólo uno de política firmado por Don Daniel Cossío Villegas-, de temas feministas -toda la colección sobre Eva Perón, por ejemplo- y no pocos de psicología, de Freud y Carl Jung. Pude observar, además, que tenía una biografía sobre El Cordobés , uno de los iconos taurinos de los sesenta.

Más curiosidad me dio, cuando esperaba, acudir al medio baño de la antesala -con televisión panorámica y una amplia colección de vídeos en los que no estaba aún De Panzazo , producción posterior que me llenó de particular orgullo-, y encontrarme con toallitas de baño con la heráldica de Elba Esther resaltada en dorado, como si de una reina se tratara. Sólo en Buckingham se observa algo parecido y con la misma letra E , en este caso de Elizabeth. Aquí, en su residencia de Polanco -tiene otra en un exclusivo club residencial en los límites entre el Estado de México y el Distrito Federal, en donde solía pernoctar-, eran dobles las letras entrecruzadas al lado de decenas de frasquitos con diversas fragancias para que cada huésped tuviera la suya propia. (La mía, por fortuna, no la encontré).

Allí me dijo, entre otras cosas:
-Imagínese cómo sería México sin un sindicato magisterial fuerte. ¡Uuuuuy! Subrayó este punto: la beligerancia en el sector educativo, según su entender, no podía ser resuelta de otra manera sino con mano firme -dura, más bien-, y mediando un liderazgo férreo... como el que ella desempeñó durante más de treinta años, casi los mismos que gobernó Don Porfirio.

Es difícil explicar la Revolución y sus proclamas de cambio, dos veces traicionadas por la contrarrevolución del chacal y la primera alternancia en el gobierno federal, cuando observamos hasta donde han llegado los cacicazgos gremiales. No basta, claro, con la caída de Elba Esther; faltan Carlos Romero Deschamps, Víctor Flores Olea, el pelafustán del Congreso -como llamé al dirigente ferrocarrilero cuando, armado, intentó ahorcar, literalmente, a mi hijo mayor en el Palacio de San Lázaro-, los Figueroa y los Hank. También los Fox y calderón -minúscula-, y las mafias de los ex presidentes priístas, Salinas y Zedillo, dispuestos a fracturar al peñismo en dos como el mayor desafío de los tiempos actuales.

Es mucho el camino a recorrer pero seamos puntuales. Hasta las siete de la noche del martes pasado, 26 de noviembre -una efeméride que será obligada-, el momento en que se dijo fue aprehendida la señora Gordillo cuando descendió de un jet particular en el aeropuerto de Toluca -no fue muy convincente el procurador Jesús Murillo Karam en este punto porque dijo que rastreaban todos los aviones a sabiendas de que la señora estaría en Guadalajara para la Convención del SNTE con visos provocadores; de ser así, ¿cómo es que el operativo no se organizó en la perla tapatía?-, y con intervención de la Marina cuyas funciones deben ya restringirse a las costas y el mar territorial mexicano para evitar convertirse en una prolongación disfrazada de los marines estadounidenses, buena parte de los mexicanos -todos los que conozco con excepción de uno, amigo fiel de la señora en cuestión-, parecían lanzar un desafío al presidente Peña sobre si sería o no capaz de imponerse a la provocadora dirigente caciquil. Y en gran número se apostaba por la negativa.

Pues bien, Peña, a través del procurador Murillo, urdió la manera de consignarla. Si no hubiera tela de donde cortar tal sería una injusticia incalificable; como la hay de sobra, bastó una hebra para ponerla en su sitio aun cuando, claro, el procedimiento deviniera de una decisión política puesto que ambas partes están involucradas dentro del establishment. Y cuando se toman los caminos incorrectos desde el punto de vista del poder, estando adentro y con compromisos ineludibles, se corren las consecuencias. Es algo así como el proceder de las mafias: si te sales del carril no lo cuentas. Y Elba Esther hace tiempo optó por considerarse superior a su partido de origen, el PRI, porque jamás perdonó a los dirigentes aquella escandalosa expulsión que le hizo optar por acudir, con sus demonios -por ejemplo, el veracruzano abyecto Miguel Ángel Yunes Linares, y toda la parentela-, a las puertas de un PAN veleidoso y acomodaticio... como ella. Curioso: quienes tanto proclamaron el cambio fueron los primeros en rendirse a los pies de la maestra quien tomó más y más fuerza, sobre todo en las farsas electorales, a partir del encumbramiento de la derecha radical.

Lo recuerdo porque somos olvidadizos. Tanto insistir en el fin de la impunidad, en la necesidad de moralizar al país destruyendo al obstáculo mayor en pos de un mejor nivel educativo, la maestra intocable se le llamaba, ahora buscan la manera de cargarle la mano al presidente Peña -el primero de ellos, Andrés Manuel López Obrador quien tenía que ponerse en el plan negativo a como diera lugar, expresando que Elba Esther era la ex socia de Peña sin el menor argumento de fondo-, aduciendo que su aprehensión -primero por un desfalco sindical de dos mil 600 millones de pesos destinados a ropa de lujo, cosméticos, operaciones faciales, pago de aviones y pilotos, para mantener el nivel de lujo al que se había acostumbrado y no negaba porque decía haber trabajado mucho sin explicar cómo un sueldo de maestra puede hacer tanto-, se debe a una venganza presidencial, a preparar la privatización de PEMEX con una cortina de humo y lo peor: que la señora Gordillo es tan sólo un chivo expiatorio . Por favor.

Este columnista ha clamado siempre contra la impunidad. Y en esta hora, tras varios traspiés presidenciales puntualmente anotados, y cuando he ejercido la crítica incluso con ferocidad, es de honrados reconocer que el fin del cacicazgo educativo honra al actual mandatario federal... y será tributo si, en su lugar, no erige otro similar ahora por herencia y a favor del hijo del antiguo cacique, Carlos Jongitud Barrios a quien traicionó la señora Gordillo, a mansalva, gracias a una jugarreta armada por Manuel Camacho Solís, sí, el mismo que anda ahora de caravanero mayor de López Obrador, por instrucciones de Carlos Salinas. Las historias deben contarse completas.

Le pregunté a la maestra en aquella ocasión -enero de 2011-, por quién se inclinaría en caso de que tres de sus más queridos amigos fueron los abanderados de sus respectivos partidos: Peña, por el PRI; Marcelo Ebrard -hijo político de Camacho- por el PRD, y Alonso Lujambio, entonces secretario de Educación, por el PAN. Y con una sorna inigualable respondió, seguro: -Fácil: pondría a los tres en una licuadora y me quedaría con el jugo.

Poco más de dos años después, Lujambio está infortunadamente muerto luego de un brevísimo paso por el Senado, Ebrard ha bajado sus bonos de manera considerable ante la escisión inevitable de la izquierda fraguada en parte por su mentor Camacho, y Peña manda. Tanto que olvidó aquellas antiguas querencias, sin tocarse el corazón, para colocar a Elba Esther Gordillo tras las rejas. Que no salga de allí porque las víboras cuando dejan las cestas, matan.

Debate
El pulso que derivó de la captura de Elba Esther Gordillo Morales, la chiapaneca que parecía intocable como lo fue Joaquín Hernández Galicia hasta enero de 1989, ¿es entre ella y el presidente Enrique Peña Nieto?¿O va en juego el grueso del sindicato magisterial? Una vez más, amables lectores, comprobamos que los liderazgos en México poco pueden ante la contundencia del poder presidencial. Y así será mientras no demos el salto hacia el parlamentarismo.

Quizá sea ésta la única falla del procedimiento contra la mujer identificada como la corrupción misma, la inmoralidad en estado puro -aunque parezca un barbarismo-, y el corporativismo sindical que tanto condenó Manuel Camacho en su tesis profesional para luego rendirse ante el mismo apoyando la exaltación de la maestra que desconoce el nombre de la Normal en donde estudió. Una de sus mayores falacias. Por desgracia, en este país, todo se atribuye al presidente porque, en realidad, nada se hace en los círculos oficiales sin su visto bueno por más que pretenda el procurador general, Jesús Murillo Karam quien hizo su trabajo de manera bastante pulcra salvo por la innecesaria presencia de efectivos de la Marina-, presentarse como el único responsable de la aprehensión para quitarle carga al mandatario. ¿Y qué con eso? Finalmente, bastante autoridad moral recuperó el mexiquense con este golpe de efecto de altos decibeles; y por ello mismo debe cuidarse el desenlace.

Y es que nada sería más deplorable que descabezar un cacicazgo para instalar otro, como pasó cuando se incorporó Carlos Romero Deschamps al sindicato petrolero tras la caída y captura de La Quina. Ahora se pretenden colocar a Carlos Jongitud Morales, hijo del antiguo dirigente, al frente del SNTE. Sería una pésima señal de un retorno innecesario. Recuérdese: la política es el arte de la oportunidad y el junior Jongitud no encaja ahora. No debe culminar mal, lo que fue un acto explicable de poder no sólo para legitimar a un gobierno -como intentó hacer Salinas en enero de 1989-, sino, sobre todo, para recuperar o mantener el ingrediente básico de la democracia: la autoridad moral.

La Anécdota
Me temo que soy quien bautizó a la señora Gordillo como la novia de Chucky. Este es mi galardón, lo digo sin rubor, aunque algunos me tachen de poco caballeroso. Y surgió cuando tuvimos la ocurrencia de establecer un concurso para designar a la mujer que más nos asustaría si la viéramos asomada a nuestra ventana con pretensiones de seducirnos. No hay misoginia sino simple buen gusto, por favor.

El caso es que llegaron a la final dos damas encumbradas: la nuestra, Elba Esther -aunque también concursó Martita-, y la española Duquesa de Alba. Estando en prisión la primera sólo queda en la calle Cayetana... por si llegan a ir a Sevilla.


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Llamaron a varios gobernadores desde Los Pinos antes de conocerse la aprehensión de la señora Gordillo. Quizá sea el momento de esclarecer, auditorías a fondo de por medio, las actuaciones de tres ex mandatarios acusados por delitos similares: los de Tabasco, Coahuila y Chiapas en primer plano. Si la justicia y la ley son para todos, que no existan más excusas. ¿Y los ex presidentes? ¿Y el ex secretario de Seguridad Pública? Gane la historia, señor Peña.
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loretdemola.rafael@yahoo.com.mx

 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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